Buena racha
Anner Bylsma
Anner Bylsma, violonchelo. Obras de J. S. Bach. Centre Cultural la Beneficència. Valencia, 22 de marzo.
La actuación de Anner Bylsma en la Beneficència ha colmado la buena racha de música de arco que disfruta Valencia este año. Bylsma es uno de los más destacados intérpretes de violonchelo dentro del repertorio barroco y tiene un brillantísimo historial donde se codea con los hermanos Kuijken, Gustav Leonhardt y Frans Brüggen. Se sitúa así en el vértice del movimiento historicista, aunque en su biografía tengan también abundante cabida las obras del XIX y el XX.
Para su actuación en Valencia trajo consigo un precioso Goffriller construido en Venecia en 1693. Y con él puso en pie un programa del que se sabe -y con razón- especialista: tres de las seis suites para violonchelo solo de Bach (núm. 1, 3 y 5), a las que luego añadió un bis extraído de la núm. 2. Las pequeñas dimensiones del recinto facilitaron la proximidad entre público e intérprete, permitiendo la escucha de su respiración, el roce de las crines del arco contra las cuerdas, la leve aspereza con que resonaba la caja de madera... efectos, todos ellos, que embellecían aún más la asombrosa intimidad de esas páginas. Bylsma las abordó como una especie de meditación donde no había aspavientos ni agitaciones, con una dinámica muy contenida, sin extremar nunca los contrastes de volumen y alcanzando una expresividad tremenda a partir de un fraseo introspectivo. No buscó la irrepetible senda que Casals trazara para estas obras, aunque su versión resultó igualmente humana a pesar -o a causa de- una lógica implacable: cada nota parecía ser una consecuencia inevitable de la anterior, cada frase, un correlato de la que acababa de sonar. Con ello no hacía más que iluminar la enorme capacidad constructora de Bach, pero esa iluminación tenía la intensidad y el color precisos para conmovernos. Ya en los primeros compases de la suite núm. 1 se percibió la habilidad recreativa del músico holandés: la nota más grave de la que surgía cada arpegio aparecía resaltada, no en términos de volumen, sino con un ligerísimo estiramiento de su duración y un cambio en el ataque: de esa forma ayudaba a captar los cimientos sobre los que está construido el Preludio. Y eso fue sólo una primera muestra, ya que continuó con el mismo enfoque, encaminando toda su actuación a desentrañar la cálida complejidad de Bach.
Por otra parte, Bylsma todavía conserva la agilidad que le permite ejecutar sin problemas los movimientos rápidos a pesar de sus 67 años: Courantes de las Suites 1 y 3, Giga de la 5, etc. La afinación, tan endiablada en estas páginas, no se resintió apenas, las notas dobles y la polifonía se hicieron como se tienen que hacer, la energía que Bach demanda en tantas ocasiones no se escamoteó. Y, envolviéndolo todo, la búsqueda del timbre adecuado para cada sonido.Una búsqueda que cristalizó en bellísimos y contrastantes hallazgos de color asomándose a los diferentes registros del violonchelo, sin perder por eso la homogeneidad del discurso... En resumen: una sesión para el recuerdo, donde lo único que cabe lamentar es la falta de una segunda parte donde Bylsma interpretara las tres Suites que no se oyeron el jueves.
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