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Crónica:Campeonato del Mundo de fórmula 1 | AUTOMOVILISMO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Todo es de color rojo

En cualquier disciplina, el éxito acaba por esconder la complejidad y el esfuerzo que hay detrás del proyecto sobre el que se edifica. Es un hecho que, en los deportes de equipo, el éxito sostenido transmite una sensación de facilidad, hasta el punto que la misma gesta se infravalora, como si no hubiera requerido esfuerzo, como si el mérito hubiera que atribuirlo a las circunstancias, a la suerte. Algo de suerte hay en ello, porque supone que los dioses se confabulen para que todo encaje, para que ningún tornillo quede flojo, los manguitos no escapen de su lugar o una maldita pieza suelta no acabe debajo del neumático. Parece entonces que la victoria se obtiene sin dificultad, como si formara parte del programa de la carrera.

Esto es lo que ahora transmite Ferrari. Pero también es cierto que si alguien gana es porque otro pierde. La emergencia, la hegemonía, de uno es siempre a costa de la decadencia de otro. Hace tres temporadas McLaren salió definitivamente del hoyo en el que le había dejado la salida de Ayrton Senna y la pérdida del motor Honda. Su ocaso coincidió con la llegada del matrimonio Williams-Renault, que dominó la década pasada.

El ciclo de McLaren-Mercedes se cierra ahora poco a poco. La impotencia, ayer, del doble campeón mundial Mika Hakkinen en su intento de superar al Williams-BMW de Ralf Schumacher muestra a las claras que se ha abierto un nuevo ciclo. La victoria de Ferrari la temporada pasada y su predominio actual es una losa para McLaren y da alas a los de Maranello. De momento, todo es de color rojo. Rojo Ferrari, por supuesto.

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