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Columna
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Un liberal

Está claro que a estos chicos del PP no les gusta la crítica. No les gusta que nadie les lleve la contraria. Ellos son 'la luz, la verdad y la vida' y nunca les agradeceremos bastante el bien que 'nos hacen'. ¡Que Dios se lo pague!. 'Vivan nuestros profesores, que con sus sabias enseñanzas, nos hacen hombres de provecho para el día de mañana'. Ahí tenemos, por ejemplo, al presidente Aznar, un jovencito que apenas hace cuatro días, como quien dice, escribía artículos imbuídos del más puro estilo 'joseantoniano' en contra de la Constitución y el Estado de las autonomías que en ella se consagra, y hoy, elevado a los altares de la 'mayoría absoluta', nos da lecciones a todos de democracia, de centrismo político, de liberalismo, a los liberales de siempre, y de democracia-cristiana a los demócrata-cristianos de toda la vida. Yo no sé por qué algunos tienen como cierta prevención o reparos a exponer con claridad lo que aquí está pasando y mostrar su satisfacción por lo acontecido. Que un político proviniente del franquismo se haya convertido en un defensor del régimen democrático ¿no es para sentirse satisfechos y celebrar este cambio con alegría? ¿No nos enseña la Sagrada Biblia que debemos alegrarnos cuando la oveja descarriada vuelve al redil?. Pues ahí lo tenemos.

Claro que la Biblia no contempla el caso de que la 'oveja descarriada', cuando se reintegra al redil, quiera imponer su autoridad absoluta al resto de la grey dándole lecciones de por dónde tiene que caminar y qué es aquello que mejor le conviene a la hora de tomar decisiones. Cabría pensar, en todo caso, que habiendo estado 'descarriada', su regreso al redil estuviese revestido de un manto de humildad. No es el caso, como muy bien se puede apreciar dados los acontecimientos. El presidente Aznar es muy suyo.

En el País Valenciano tenemos el caso de una oveja, no descarriada sino que ha empezado a descarriarse. Pacía esta oveja, según acostumbra a recordarnos de vez en cuando, en las praderas del liberalismo. Del liberalismo que representaban Garrigues Walker o nuestro también llorado Ximo Muñoz Peirats. Me refiero a nuestro molt honorable presidente, señor Zaplana. Aquí ha sucedido lo contrario: del pretendido liberalismo del que dice venir nuestro presidente ha pasado al autoritarismo más sectario e intolerante. Al presidente Zaplana, digámoslo una vez más, no le gusta y, por tanto, no tolera que nadie le critique ni le lleve la contraria. Sea la Síndica de Greuges, sea un medio de comunicación, o la mismísima Universidad. Zaplana, que tiene vocación de déspota -y no muy ilustrado- quiere tener sumiso y a sus pies a todo el vecindario. Claro que esta actitud la disimula con esas 'buenas maneras' de chico educado y simpático. Carmen Rigalt dijo de él, como gran elogio a su manera de ser, que parecía un 'jefe de planta' de unos grandes almacenes, tan 'atento y servicial'. En fin, esto es lo que hay. El presidente Zaplana quiere cargarse a la Síndica porque no le gustan las quejas que de los ciudadanos le transmite la sindicatura. Y es natural: ¿Cómo puede admitir al señor Zaplana que alguien se sienta 'agreujat' por alguna de sus actuaciones?. ¿O, cómo es posible que la Universidad tenga la osadía de querer ser autónoma y no estar sometida a las decisiones y caprichos del señor presidente Zaplana? ¿Y la prensa? ¿Pero qué se habrán creído estos periodistas de 'chicha y nabo' que se atreven a criticarme? En fin... cosas de la condición humana. ¡Que le vamos a hacer!. Claro que no todos los liberales somos iguales. ¡Faltaría más!

fburguera@inves.es

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