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AJEDREZ

No se fían de la FIDE

Linares, Wijk aan Zee y Dortmund rechazan el Gran Premio propuesto por la Federación Internacional

La imagen de corrupción, autoritarismo y poca seriedad que la Federación Internacional (FIDE) ha cultivado durante decenios espanta ahora a sus mejores aliados potenciales. Los organizadores de lo que bien podría ser el ‘Grand Slam’ del ajedrez –Linares, Wijk aan Zee (Holanda) y Dortmund- han rechazado la oferta de integrarse en un Gran Premio anual, similar a los del motociclismo o la Fórmula 1. Si la FIDE no rebaja mucho sus pretensiones, sus proyectos multimillonarios corren serio peligro.

Un célebre párrafo de las normas de la FIDE para los Campeonatos del Mundo, eliminado hace pocos años, se conserva aún fresco en la memoria de quienes sufrieron sus consecuencias y de aquéllos que se rieron a mandíbula batiente tras leerlo: “Los directivos podrán comer y beber cuanto quieran, donde quieran y cuando quieran a cargo de los organizadores”. Numerosos testigos pueden dar fe de cómo el filipino Florencio Campomanes, presidente de la FIDE desde 1982 hasta 1995 y hoy presidente de honor, pedía los vinos más caros en Sevilla (Mundial de 1987) a cuenta del Ayuntamiento; otros, bastantes menos, saben que se inventaba ciudades candidatas para que las verdaderamente interesadas, como Sevilla, pujasen más alto en la subasta de la sede. Hay indicios y testimonios para afirmar que el filipino cobraba comisiones en ese proceso, pero no existen pruebas.

Tampoco se han aportado evidencias para respaldar las numerosas acusaciones de negocios ilegales contra el magnate ruso Kirsán Iliumyínov, actual presidente de la FIDE y de la república autónoma rusa de Kalmikia, cuya gestión en ese territorio ha sido inspeccionada varias veces por funcionarios del Kremlin. Algo similar ocurre con su amigo Artiom Tarásov, director de FIDE Comercio –una empresa recién creada, a la que la FIDE ha concedido los derechos de comercialización del Campeonato del Mundo hasta el año 2017-, quien se marchó de Moscú a Londres cuando el Parlamento ruso iba a discutir la concesión de un suplicatorio contra él.

Aunque se subraye la presunción de inocencia para esos tres personajes, su imagen no es la mejor para ganarse la confianza de los organizadores más prestigiosos, ni de los patrocinadores en potencia. Desde los tiempos de Campomanes, cuyos directivos de mayor peso rodean ahora a Iliumyínov, cada Congreso de la FIDE es una oda al esperpento. Bajo el sagrado principio de “un país, un voto” –la FIDE aglutina a 160 países-, las votaciones importantes suelen coincidir frecuentemente con billetes de avión gratuitos y noches de placer caro para muchos delegados del Tercer Mundo. Los modos aparentemente democráticos apenas forman el frágil envoltorio de un turbio contenido. Entre muchas actitudes peculiares de Campomanes, he aquí un ejemplo, ocurrido en Manila, durante los prolegómenos del torneo Interzonal de 1990. El filipino quería basar los emparejamientos de la primera ronda en la última lista mundial, pero era evidente que quienes defendían otros criterios constituían mayoría. Sin embargo, tras escuchar a sus detractores con la calma que le hizo famoso, sentenció: “Bueno, tenemos unas cinco objeciones y una mayoría silenciosa de unos 45 miembros. La moción queda aprobada. Pasemos al siguiente asunto”. Unos días más tarde, Campomanes exigió “un donativo para la FIDE” a Televisión Española, que ésta se negó a pagar, a cambio de una entrevista con él que se iba a emitir en el programa semanal ‘En Jaque’. Luego intentó boicotear, sin éxito, las entrevistas con los jugadores que el equipo de TVE había pactado antes de viajar expresamente desde Madrid a Manila.

Las sospechas de juego subterráneo suelen alcanzar el esplendor en las concesiones de la sede de los Campeonatos mundiales y continentales. La última nació hace dos semanas en Belgrado, durante la reunión del Comité Ejecutivo de la Unión Europea de Ajedrez (ECU), muy ligada a la FIDE. Se presentaron seis candidaturas para la fase final de la Copa de Europa de clubes. De ellas, la de Andorra superaba con creces a las otras cinco: mejores condiciones de alojamiento, sala de juego más amplia y cómoda, transporte gratuito desde el aeropuerto de Barcelona y 50.000 dólares (nueve millones de pesetas) para que los participantes pudiesen compensar sus gastos. Pero se concedió la sede a Grecia sin ninguna explicación razonable.

Los organizadores de Linares, Wijk aan Zee y Dortmund recordaban casi todo eso cuando se reunieron en la ciudad jiennense el pasado día 6. La nota conjunta que firmaron después está redactada con un lenguaje muy diplomático: “La propuesta de contrato formulada por FIDE Comercio no es acorde con los planteamientos, objetivos y autonomía propia de nuestros grandes torneos.

Transmitimos a la FIDE el común deseo de seguir manteniendo su carácter actual, según la tradición y criterios de cada organización”. Y deja una puerta abierta: “No obstante, los organizadores de los tres torneos mantienen el compromiso de estudiar otras propuestas de la FIDE”. Sin embargo, las conversaciones sin grabadora con algunos de los asistentes a la reunión permiten deducir los verdaderos motivos del rechazo: los organizadores se niegan en redondo a que la FIDE maneje el dinero de los patrocinadores, designe a varios participantes y, sobre todo, tenga acceso a la contabilidad interna de cada torneo.

Iliumyínov y Tarásov no cesan de lanzar anuncios grandilocuentes: “Esta operación va a generar unos ingresos de 27 millones de dólares [4.750 millones de pesetas], provenientes de patrocinadores, en una primera fase”, dijo el segundo recientemente, tras la firma de un acuerdo entre FIDE Comercio y Octagon, una multinacional dedicada al deporte profesional. Pero todo indica que ese objetivo se torna casi imposible si los organizadores de mayor prestigio dan la espalda a la FIDE. Según los documentos publicados por FIDE Comercio, el éxito del Gran Premio está directamente conectado con la supervivencia del Campeonato del Mundo en su nuevo formato, con cien participantes y eliminatorias cortas. Los 3,5 millones de dólares en premios (unos 700 millones de pesetas) han sido aportados por Iliumyínov en las tres ediciones disputadas hasta ahora. Pero el presidente de la FIDE ha dicho varias veces que el Mundial debe autofinanciarse. Y no se ve cómo.

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