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Pitos contra el 'extranjero'

Una accidentada arenga del alcalde Álvarez del Manzano monta más revuelo que los gritos del público del Bernabéu

Suben las pulsaciones alrededor del Bernabéu. Faltan dos horas para el partido y en los transistores se escucha la voz del alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano: 'Vamos a demostrarle a los seguidores del Camp Nou cómo se recibe a un equipo extranjero... perdón, quise decir visitante'.

La llegada del equipo visitante se anuncia con un helicóptero de tráfico, que sobrevuela Chamartín. Apostados para la demostración, tres ultras madridistas forman un corro en la calzada, a la espera del autobús del Barça. Hierve a cornetazos la calle Padre Damián. A los fanáticos, les interrumpe uno de los 700 antidisturbios desplegados por la Policía Nacional: les hace un gesto con los brazos para que abran paso. Luego se les acerca. Los chicos hablan de las cámaras, del control, de la tecnología al servicio de la buena conducta. De tanto esperar al equipo visitante, los ultras se han familiarizado con las fuerzas del orden. Con vocación académica, el agente les instruye de pasada: 'Puedes pitar y poner a parir al árbitro, y nadie te va a decir nada. Pero lo que no puedes es pasarte. Y para eso están las cámaras. Aquí hay mucho cafre'.

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Raúl aguanta el pulso de Rivaldo

Se revenden entradas en las puertas del estadio. 'Vendo', dice un reventa, que pasa y sigue. '200.000 por una tribuna de preferencia', ofrece otro. No hay comprador a la vista. Demasiados adolescentes. Clase obrera, la mayoría. Algunos pintados de blanco y violeta en la cara, según las cremas que dispensan las chicas de un salón de maquillaje de campaña, al pie de un estudio de radio improvisado sobre el que Agustín, el ex portero del Madrid, diserta muy concentrado. Agustín habla al aire libre, sentado en una mesa, rodeado por la multitud. Y como las pulsaciones van en aumento y la confusión también, afirma: 'La actuación impresionante de Figo en Coruña me recordó a Chendo'.

Se amplifican las certezas de Agustín por megafonía mientras el clásico funde emociones potentes, arengas del alcalde, y comparaciones jamás imaginadas. Llega el autobús del equipo visitante y le reciben con los insultos de siempre. A la hora del partido, el público recibe al Barcelona con una silbatina penetrante y un mosaico de cartulinas blancas. A prueba de tímpanos. Comienza el juego y a los cuatro minutos Figo contabiliza dos faltas por intentar cazar el balón a la desesperada: una contra Rivaldo y otra contra Cocu. ¿Así jugaba Chendo? Figo se mueve por todo el campo. Culebrea. Sale caliente. Busca el remate a gol en dos ocasiones. Mete un centro preciso a McManaman, que lo pierde. Rebasa a Sergi, su marcador, como si fuera una señal de tráfico. Se arremanga. Se queja de Makelele y de Roberto Carlos por no darle los balones al pie. Le señala a Morientes el área contraria, con irritación evidente: '¡Quédate allá y no bajes tanto!'.

El Madrid gira en torno a Figo y las gradas se enfrían un poco, según la tradición -menos en los saques de esquina, donde a los azulgrana les tiran de todo-. Hasta que sube Roberto Carlos por la banda y su mal tiro lo corrige Raúl desde el punto de penalti (1-0). El Madrid gira al principio en torno a Figo pero la zurda de Raúl funciona como un revólver. Se entibia el público. Empata el Barça. Empata Rivaldo, otra zurda fiable (autor también del segundo tanto azulgran. También repitió Raúl. Otra vez Raúl, que se había pasado el día de bolsa de hielo en bolsa de hielo y de masaje en masaje para aliviar un golpe en la rodilla izquierda y que finalmente tira con balas envenenadas.

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