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Columna
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'Superlópez'

Me presento: soy el animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Íbamos la otra noche paseando mi santo y yo al estreno teatral de La cena de los idiotas y pasamos al lado del ya célebre cajero de Caja Madrid donde se puede contemplar a través del monitor cómo señores honorables sodomizan a señoritos/as travestis. En parte porque se me fueron los ojos (es humano), y en parte porque el alcalde Manzano ha levantado unas impresionantes barricadas en mi calle, me torcí el pie y casi me parto el morro. Siempre que me tropiezo tengo la sensación de que mi santo mira para otro lado como si quisiera decirle a la gente: 'Ésta no va conmigo'.

Llegamos al teatro y nos encontramos a Ignacio del Moral, autor teatral y uno de los guionistas que ha dignificado el mundo de las teleseries -El Comisario, por ejemplo, está capitaneada por él-. Nos dedicamos un rato a envidiar a una amiga común, Josefina Aldecoa, que hace poco protagonizó el programa Ésta es mi tierra y enseñaba su casa de Santander, más que una casa, un palacio. Eso sí, ella tiene un señorío que no desmerece el entorno, pero, claro, después de ver dicha casa a ver quién es el guapo que enseña la suya.

Hablando de enseñar casas, la revista Vanity Fair le dedica un precioso reportaje a Pedro Almodóvar, con fotos de su casa de Madrid y de su casa en el campo. Al periodista americano le parecen decoradas al estilo de las propias películas del cineasta. Se nota que es tan atractivo para el periodista el ambiente español, los colores Almodóvar, esos toques tan kitch de los crucifijos como broma y adorno, que no sabe uno cómo no le han encargado ya al genial manchego una promoción turística de España para que convierta a los ojos de los americanos lo rancio en moderno, como ha hecho en su cine.

Pero sigamos con mi vida, después de envidiar furiosamente a Josefina y de alegrarnos por la reedición de Gran Sol de su marido, Ignacio Aldecoa, ocupamos el tiempo hablando de socavones, que es un tema, que en Madrid, da mucho de sí, en gran parte gracias a un alcalde que te lo pone a huevo. Nos cuenta Ignacio del Moral una bonita historia: hace poco su yorkshire (kilo y medio) se le coló por una boca de alcantarilla enorme que había en la acera. Desesperado llamó a ese cuerpo de héroes que son los bomberos, pero el bombero-telefonista le despachó diciendo: 'Olvídese de ese perro, a ese chucho se lo ha llevado la corriente y ya debe andar a tomar por culo, por Cuatro Caminos'. Esta historia tan triste tuvo un final feliz porque al rato el perrillo empezó a gemir y el primer espada de los guionistas televisivos levantó la tapa de la alcantarilla y encontró al animalito diminuto flotando encima de la hojarasca. He querido introducir una nota Spielberg para que vean que soy también una mujer sensible.

En cuanto a la obra de teatro tengo que reconocer, mal que me pese, que yo me identificaba de lleno con el idiota, seguramente porque lo interpretaba Pepón Nieto, que tiene nombre y cara de oso de esos que se ponen encima de las camas: el oso Pepón. Y también porque esta semana me he sentido más idiota que de costumbre: se me han estropeado todos los aparatos informáticos, y encima llega el técnico y te mira con cara de 'si es usted tan tonto, cómo es que se compra aparatos tan sofisticados'. He llegado a ponerme paranoica y a pensar que esto es como una conspiración (Manzano-Telefónica-software informático). Pero no estoy sola: Juanjo Millás escribió una carta al director protestando amargamente por los fallos de su correo electrónico y pensé que afortunadamente no era una lucha del hombre contra las instituciones (como diría Umbral), sino de una tecnología avasalladora en manos de unos pobres idiotas como nosotros. Propongo un SIMO alternativo, una gran feria donde tengamos stands los grandes fracasados de la informática. Rodríguez Rivero (por su columna en Babelia / famoso en el mundo entero) dice que se apunta, a veces llama a casa llorando porque los mandos no le responden.

Al volver del teatro, me volví a tropezar en el mismo socavón-Manzano. Esta vez sí que me fui al suelo. Intenté arrastrar a mi santo en la caída, en parte para apoyarme, y en parte también (a qué negarlo), porque creo en aquello de 'en las alegrías y en las penas'. Él se resistió y me dijo: 'Demos a Manzano su cuota de responsabilidad en tus tropiezos, pero me reconocerás, corazoncillo, que no miras dónde pisas'. Esta mujer coja, con el sistema informático anulado, 'bocazas y cobarde', como me llamaban esta misma semana con cariño desde un periódico amigo, se dirigió el viernes al estreno de El cielo abierto. En un bar cercano al cine me encontré a un tipo con patillas de bandolero jiennense. Detrás de las patillas se podía adivinar la pícara sonrisa de Sergi López. Pero, Sergi, le dije, ¿es que vas a hacer la segunda parte de Curro Jiménez?; y Superlópez me dice que no, que él se afeita las patillas para trabajar y se las deja para pasearse por Vilanova, que le gusta llevar patillazas y sacar barriga. Me cuenta que le ha dado el premio Félix a su padre (es lo que se hace con los premios) y que su padre se lo lleva de vez en cuando al bar para enseñárselo a sus paisanos.

Eso me hace recordar una vez que mi santo recibió un trofeo de sus paisanos. No es porque sea mi santo, pero les dio un discurso que hasta a mí se me saltaron dos lágrimas. Dijo: 'He recibido muchos premios, pero ninguno tan querido como éste. Os prometo que ocupará un lugar especial en mi librería'. Dicho esto nos fuimos y a mi santo se le olvidó el premio. Lo recogió su padre. En cada pueblo español hay un padre con un premio dentro de un bar. Más tarde o más temprano, el padre acaba diciendo que el premio lo ganó su hijo gracias a él. Mi padre escribió a la Dirección General de Tráfico hace poco para confesarles que la redacción con la que gané un premio a los 10 años me la escribió él. Como verán no soy una idiota advenediza, llevo siendo idiota toda mi vida.Me presento: soy el animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Íbamos la otra noche paseando mi santo y yo al estreno teatral de La cena de los idiotas y pasamos al lado del ya célebre cajero de Caja Madrid donde se puede contemplar a través del monitor cómo señores honorables sodomizan a señoritos/as travestis. En parte porque se me fueron los ojos (es humano), y en parte porque el alcalde Manzano ha levantado unas impresionantes barricadas en mi calle, me torcí el pie y casi me parto el morro. Siempre que me tropiezo tengo la sensación de que mi santo mira para otro lado como si quisiera decirle a la gente: 'Ésta no va conmigo'.

Llegamos al teatro y nos encontramos a Ignacio del Moral, autor teatral y uno de los guionistas que ha dignificado el mundo de las teleseries -El Comisario, por ejemplo, está capitaneada por él-. Nos dedicamos un rato a envidiar a una amiga común, Josefina Aldecoa, que hace poco protagonizó el programa Ésta es mi tierra y enseñaba su casa de Santander, más que una casa, un palacio. Eso sí, ella tiene un señorío que no desmerece el entorno, pero, claro, después de ver dicha casa a ver quién es el guapo que enseña la suya.

Hablando de enseñar casas, la revista Vanity Fair le dedica un precioso reportaje a Pedro Almodóvar, con fotos de su casa de Madrid y de su casa en el campo. Al periodista americano le parecen decoradas al estilo de las propias películas del cineasta. Se nota que es tan atractivo para el periodista el ambiente español, los colores Almodóvar, esos toques tan kitch de los crucifijos como broma y adorno, que no sabe uno cómo no le han encargado ya al genial manchego una promoción turística de España para que convierta a los ojos de los americanos lo rancio en moderno, como ha hecho en su cine.

Pero sigamos con mi vida, después de envidiar furiosamente a Josefina y de alegrarnos por la reedición de Gran Sol de su marido, Ignacio Aldecoa, ocupamos el tiempo hablando de socavones, que es un tema, que en Madrid, da mucho de sí, en gran parte gracias a un alcalde que te lo pone a huevo. Nos cuenta Ignacio del Moral una bonita historia: hace poco su yorkshire (kilo y medio) se le coló por una boca de alcantarilla enorme que había en la acera. Desesperado llamó a ese cuerpo de héroes que son los bomberos, pero el bombero-telefonista le despachó diciendo: 'Olvídese de ese perro, a ese chucho se lo ha llevado la corriente y ya debe andar a tomar por culo, por Cuatro Caminos'. Esta historia tan triste tuvo un final feliz porque al rato el perrillo empezó a gemir y el primer espada de los guionistas televisivos levantó la tapa de la alcantarilla y encontró al animalito diminuto flotando encima de la hojarasca. He querido introducir una nota Spielberg para que vean que soy también una mujer sensible.

En cuanto a la obra de teatro tengo que reconocer, mal que me pese, que yo me identificaba de lleno con el idiota, seguramente porque lo interpretaba Pepón Nieto, que tiene nombre y cara de oso de esos que se ponen encima de las camas: el oso Pepón. Y también porque esta semana me he sentido más idiota que de costumbre: se me han estropeado todos los aparatos informáticos, y encima llega el técnico y te mira con cara de 'si es usted tan tonto, cómo es que se compra aparatos tan sofisticados'. He llegado a ponerme paranoica y a pensar que esto es como una conspiración (Manzano-Telefónica-software informático). Pero no estoy sola: Juanjo Millás escribió una carta al director protestando amargamente por los fallos de su correo electrónico y pensé que afortunadamente no era una lucha del hombre contra las instituciones (como diría Umbral), sino de una tecnología avasalladora en manos de unos pobres idiotas como nosotros. Propongo un SIMO alternativo, una gran feria donde tengamos stands los grandes fracasados de la informática. Rodríguez Rivero (por su columna en Babelia / famoso en el mundo entero) dice que se apunta, a veces llama a casa llorando porque los mandos no le responden.

Al volver del teatro, me volví a tropezar en el mismo socavón-Manzano. Esta vez sí que me fui al suelo. Intenté arrastrar a mi santo en la caída, en parte para apoyarme, y en parte también (a qué negarlo), porque creo en aquello de 'en las alegrías y en las penas'. Él se resistió y me dijo: 'Demos a Manzano su cuota de responsabilidad en tus tropiezos, pero me reconocerás, corazoncillo, que no miras dónde pisas'. Esta mujer coja, con el sistema informático anulado, 'bocazas y cobarde', como me llamaban esta misma semana con cariño desde un periódico amigo, se dirigió el viernes al estreno de El cielo abierto. En un bar cercano al cine me encontré a un tipo con patillas de bandolero jiennense. Detrás de las patillas se podía adivinar la pícara sonrisa de Sergi López. Pero, Sergi, le dije, ¿es que vas a hacer la segunda parte de Curro Jiménez?; y Superlópez me dice que no, que él se afeita las patillas para trabajar y se las deja para pasearse por Vilanova, que le gusta llevar patillazas y sacar barriga. Me cuenta que le ha dado el premio Félix a su padre (es lo que se hace con los premios) y que su padre se lo lleva de vez en cuando al bar para enseñárselo a sus paisanos.

Eso me hace recordar una vez que mi santo recibió un trofeo de sus paisanos. No es porque sea mi santo, pero les dio un discurso que hasta a mí se me saltaron dos lágrimas. Dijo: 'He recibido muchos premios, pero ninguno tan querido como éste. Os prometo que ocupará un lugar especial en mi librería'. Dicho esto nos fuimos y a mi santo se le olvidó el premio. Lo recogió su padre. En cada pueblo español hay un padre con un premio dentro de un bar. Más tarde o más temprano, el padre acaba diciendo que el premio lo ganó su hijo gracias a él. Mi padre escribió a la Dirección General de Tráfico hace poco para confesarles que la redacción con la que gané un premio a los 10 años me la escribió él. Como verán no soy una idiota advenediza, llevo siendo idiota toda mi vida.

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