La extraña muerte de una condesa
Sospechas de que Francesca Agusta, símbolo de la Milán de Craxi, pudo ser asesinada antes de caer al mar
¿Fue asesinada Francesca Vacca Agusta, la condesa de Tangentopoli? ¿Se suicidó? ¿Fue víctima de una desgracia? Éstas son las tres hipótesis que barajan los investigadores italianos y franceses para explicar el final dramático de uno de los personajes más fascinantes de la sociedad milanesa de los años ochenta, ligada al escándalo de corrupción política y financiera que acabó con el Partido Socialista Italiano (PSI) a principios de los años noventa. Todavía vistosa a los 58 años tras innumerables retoques de cirugía estética, rica, viuda y sin prejuicios, la condesa llevaba una vida retirada en la villa de Portofino, que abandonó inesperadamente el 8 de enero pasado para no regresar jamás.
Francesca, aseguraron entonces los únicos testigos de su fuga -su amante mexicano Tirso Rosario, de 50 años; su amiga Susana Torretta, de 30, y un par de empleados domésticos-, dijo que iba a darse un baño. Había bebido demasiado y estaba deprimida. ¿Cómo si no podía explicarse aquella salida intempestiva, a las siete y media de una tarde lluviosa, vestida con un albornoz blanco y unas innecesarias gafas de sol? Sólo que en la vida de la rica viuda no había aparentes motivos de preocupación. Las cuentas con la justicia italiana habían quedado resueltas tras una condena a 15 meses de cárcel por blanqueo de dinero llegado ilegalmente al PSI de Bettino Craxi. Los litigios con su hijastro Rocky Agusta por la fortuna del ex marido, concluidos felizmente. Y, sin embargo, la condesa llevaba una vida apagada, como una superviviente de otro mundo, circundada de recuerdos y amenazada por la depresión.
La condesa no era ya la belleza que fulminó en 1974 al conde Corrado Agusta, 20 años mayor que ella, riquísimo propietario de la firma de helicópteros del mismo nombre, ni la atractiva dama millonaria que se prendó de Maurizio Raggio, un playboy genovés complicado en los negocios de financiación ilegal del PSI. Con él vivió durante años en Portofino y después en la villa de Cuernavaca (México) heredada del conde Agusta, cuando la justicia les pisaba ya los talones.
Francesca Vacca y Raggio quedaron marcados para siempre por el escándalo que destruyó al PSI, identificados como los guardianes del tesoro de Craxi. La búsqueda de la condesa comenzó la mañana del 9 de enero, cuando su ex compañero Raggio notificó la desaparición a la policía. Submarinistas y carabineros rastrearon durante días el fondo del mar, al pie de la escollera espectacular sobre la que se alza villa Altachiara, y sólo encontraron un par de chinelas entre las rocas, unas gafas a 18 metros de profundidad y, en lo más hondo de la bahía, un albornoz blanco con la tela de la espalda desgarrada por un profundo corte. Ni rastro del cuerpo.
Ni rastro hasta el 30 de enero, cuando los gendarmes de la ciudad francesa de Tolón notificaron a sus colegas italianos haber localizado al pie de un acantilado de Cap Benal, a unos 400 kilómetros de Portofino, el cadáver de una mujer que podía corresponder al de la condesa desaparecida. El cadáver localizado en Francia era el de una mujer, pero la acción del agua y los peces la habían dejado irreconocible, salvo por un único detalle personal: dos anillos con fechas grabadas que han permitido al hermano de la condesa, Domenico Griffagni Vacca, identificarla. 'Es ella. Llevaba los anillos de boda de mi padre', señaló Griffagni a gendarmes y periodistas sin necesidad de ver el cuerpo destrozado de la fallecida. ¿Para qué? Los anillos eran los suyos y las placas dentales coincidían con las de Francesca Vacca.
La primera autopsia practicada al cuerpo pareció desbaratar casi completamente la reconstrucción inicial de la muerte de la condesa Agusta. No había una gota de agua en sus pulmones ni tampoco huellas de alcohol. Por eso, la magistrada italiana Margherita Ravera, que se ocupa del caso, no ha cerrado la puerta a la hipótesis de homicidio, pese a que el forense italiano Marcello Canale -que realizará una segunda autopsia al cuerpo la semana próxima- se mostró de acuerdo ayer con los peritos franceses que han establecido la tesis de una caída al mar como la causa más probable de la muerte de la condesa. Aun así, las dudas sobre lo ocurrido permanecen. Sobre todo porque sería fácil encontrar un móvil al hipotético asesinato. La condesa Agusta poseía un patrimonio sustancioso, valorado en más de 3.500 millones de pesetas, y días antes de su desaparición había redactado un nuevo testamento, cuyo contenido y valor legal se desconocen.
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