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Crítica:Superbowl | FÚTBOL AMERICANO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La gran fiesta norteamericana

Los Giants de Nueva York y los Ravens de Baltimore encaran la final de hoy como el duelo entre dos defensas impenetrables

Enric González

Los Ravens (Cuervos) de Baltimore quieren hacer de hoy (Canal +, doce de la noche) una fecha histórica para el fútbol americano logrando lo que nadie ha logrado hasta ahora: dejar a cero al contrario en una Superbowl. Su defensa es excepcional, la mejor del campeonato, y, aunque nunca antes habían llegado a una gran final, no sólo están seguros de ganar, sino que esperan hacerlo en términos inapelables. Los Giants (Gigantes) de Nueva York, con otra gran defensa, callan y esperan.

'Que nadie cuente con ver muchos puntos. Ésta será una batalla de trincheras y cada tanto será de oro', advierte Jim Fassel, el impasible entrenador de los Giants. El espectáculo estará en los placajes; sobre todo, en los de Tony Siragusa, irresistiblemente simpático fuera del estadio y realmente peligroso dentro de él. Siragusa, una mole panzuda de 160 kilos, alardea de las heridas que causa a los adversarios. En esta temporada fue multado con 10.000 dólares (1.800.000 pesetas) por la Liga Nacional de Fútbol (NFL) por lanzarse contra el quarterback de los Raiders cuando éste no tenía el balón y lesionarle gravemente. 'Yo no juego según las reglas. No quiero lesionar a nadie, pero voy a por el contrario con la idea de que no siga jugando', explica.

Para blocar a Siragusa hacen falta dos hombres y eso abre los espacios que aprovecha su compañero, el extraordinario Ray Lewis, uno de los principales candidatos a llevarse esta noche el título de jugador más valioso. Lewis es peligroso desde el punto de vista deportivo y también desde el penal: aún nadie comprende cómo pudo librarse de ser condenado, hace unos meses, por un doble asesinato en el que, sin duda, participó.

Todas las posibilidades de los Giants pasan por el estado de gracia de Kerry Collins, el organizador del equipo, un quarterback del montón -el decimotercero de la Liga, según las estadísticas- y un ex alcohólico que en el último partido de los play-offs, contra los Vikings, jugó de forma sublime por la paciencia con que manejó el encuentro.

La defensa de los Ravens es demasiado buena como para enfrentarse a ella cara a cara. Son más duros y rápidos que nadie y su coordinación apenas muestra fallos. Fassel quiere que sus jugadores protejan por cualquier medio a Collins, muevan el balón, zigzagueen, ganen metros y esperen el error de los Ravens, que se sienten favoritos y pueden caer en algún momento en la tentación de buscar una victoria rápida.

El resto dependerá del ataque. Amani Toomer, el mejor receptor de los Giants, puede ser decisivo. Del lado opuesto, la ofensiva pasa por el novato Jamal Lewis, malo en las intercepciones pero sensacional en las carreras.

A la hora de la verdad, tal vez lo más importante sea la capacidad de cada equipo para resistir la presión de una Superbowl. Pocos logran dormir la víspera y son menos aún los que salen del vestuario 'sin piel de gallina hasta en las plantas de los pies', como dicen los veteranos. Todos saben que los aciertos y los fallos quedan para siempre en la memoria, la propia y la de millones de personas, y es difícil sacudirse los nervios.

Los Ravens, un club que se estrena en este acontecimiento, se han exhibido y pavoneado toda la semana. Los Giants, que ya han pasado por esto y tienen un par de trofeos Lombardi en sus vitrinas, se han ocultado tras una muralla de discreción.

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