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FÚTBOL | FÚTBOL | La crisis de un equipo histórico | La crisis de un equipo histórico

Entre el desánimo y la revolución

La Real Sociedad ha abandonado su viejo estilo de discreción para caer en una actividad más económica que deportiva

'Si el fútbol es un estado de ánimo, como he leído en algún sitio, la Real es actualmente un estado de desánimo'. La definición corresponde al cineasta Antonio Mercero, fiel seguidor desde la lejanía de Madrid, del conjunto donostiarra. Desánimo es la palabra que mejor define la radiografía de un club en crisis institucional; por la dimisión aplazada del presidente Luis Uranga; deportiva por la condición de colista del equipo y la inestabilidad de su banquillo y de su plantilla; y social por el aturdimiento de un público que ha visto demasiados entrenadores en poco tiempo y muchos futbolistas de aluvión que iban minimizando las entrañas del club. La receta de Mercero para hacer frente a este estado de depresión es rotunda: 'En estas condiciones hace falta una revolución total en la Real. Ha llegado el momento de cambiarlo todo'.

Toshack se ha convertido en el gran faro de un equipo que ha invertido su filosofía

Pero la Real lleva dos años tomando soluciones clásicas: destituir entrenadores apresuradamente y convulsionar la plantilla en el mes de diciembre para alejarse del precipicio. Esta temporada ha alcanzado la esquizofrenia con tres entrenadores antes de que concluya la primera vuelta, al tiempo que Luis Uranga anunciaba su dimisión pero la aplazaba hasta el 23 de marzo, fecha en la que los accionistas debían elegir un nuevo Consejo de Administración.

El debate en la Real Sociedad habita en todos los estamentos, pero el futbolístico es el más débil. El mandato de Luis Uranga se ha caracterizado por un fuerte acento economicista. La compra-venta de futbolistas ha sido su soporte más publicitado, algo así como el señuelo de su gestión, aunque en realidad los éxitos económicos se reduzcan a tres futbolistas singulares de este club: Kodro, Karpin y Kovacevic. La plusvalía obtenida por ellos fue espectacular, pero deportivamente jamás fueron sustituidos. El club creció presupuestariamente con los excedentes obtenidos pero el equipo se empequeñeció. Ni Craioveanu, ni Pürk, ni Jankauskas alcanzaban a la punta del zapato de los futbolistas perdidos.

Sin embargo la Real Sociedad no sólo perdía extranjeros por ofertas irresistibles. Los servicios deportivos y administrativos del club no midieron en su justa medida el valor de Joseba Etxeberria. El Athletic anduvo más rápido y se llevó al futbolista en una operación inteligente (de poco riesgo) a la que la Real Sociedad sólo respondió con alarma social. Antes Toshack había aceptado prescindir de Alkiza, cuando el Athletic se interesó por sus servicios. Hoy la Real busca un extremo derecho y un pivote en el centro del campo.

Cuando la Real Sociedad presentó al turco Arif Erdem, un futbolista técnicamente cualificado, acabó en la Policlínica de Guipúzcoa aquejado de una lipotimia. Luis Uranga tuvo que trasladarle en su coche particular al centro que dirige Ignacio Gallo, hoy candidato a la presidencia. Fue todo un síntoma: todos los extranjeros actuales de la plantilla han sufrido o sufren lesiones de importancia (salvo Matías Asper). Peiremans, incluso, aún no ha debutado y el georgiano Demetradze, fichado en el interregno entre Periko Alonso y Toshack, ha jugado unos 20 minutos antes de lesionarse en el menisco con un pronóstico de dos meses de parón obligatorio. Arif ha vuelto a defender la camiseta del Galatasaray. En el fútbol turco, Arif siempre había gozado de fama de díscolo. Nadie lo tuvo en cuenta.

La pasión por la compraventa de futbolistas en el Consejo de Administración es sólo comparable a la que provoca la figura de Toshack. Quizás sea la misma cosa y fue el técnico galés el que infundió ese nuevo estilo entre los dirigentes del club. Toshack consiguió una Copa del Rey en 1984 gestionando una buena porción de los futbolistas que en 1980 y 1981 hicieron doblete en la Liga de la mano de Alberto Ormaetxea. Nadie se acuerda de que dejó a la Real en la estacada cuando le requirió por vez primera el Real Madrid, del mismo modo que dejó al Besiktas, cuando el club blanco le llamó por segunda vez y lo ha hecho ahora con el Saint Etienne cuando le reclamó la Real.

A Luis Uranga le irritaba que los medios de comunicación acusaran a Bernd Krauss de falta de pedigrí, cuando había entrenado al Borussia Moenchengladbach. Lo cierto es que aquel alemán hierático y gélido consiguió estar tres temporadas al frente del club convirtiéndose en el último entrenador estable de la Real Sociedad. A Krauss le sustituyó Clemente, con la consiguiente fractura social en una ciudad que vivía el fútbol con calma, incluso con distancia, y la fractura de estilo de un club al que le gustaba pasar desapercibido en la vida social. Clemente salvó al equipo del descenso el último día.

Este año la Real ha agotado todos los argumentos. Siguió con Clemente hasta la jornada sexta; apeló a Periko Alonso, un ex jugador de la época gloriosa, mientras tejía la contratación de Toshack. Pero en el tránsito se ha dejado buena parte de sus excedentes económicos. Clemente se ha gastado unos 3.600 millones en futbolistas sin pedigrí; Toshack también ha tirado de libreta. Cada entrenador ha hecho su plantilla hasta el punto de que la Real resulta un equipo indescifrable. Probablemente, no haya otro misterio, el desánimo, ni otra receta, la revolución.

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