El líder sucumbe ante el fútbol aguerrido y ordenado del Eibar
El Sevilla fue incapaz de adaptar su juego a las condiciones de Ipurua
El Sevilla, líder de la Segunda División, campeón de invierno, el equipo más goleador de la categoría, fue ayer víctima de las circunstancias de un campo, Ipurua, y de un equipo, el Eibar, que se definen con un mismo adjetivo: agobiantes.
La presión permanente de los vascos, su orden y capacidad de trabajo, su derroche físico y las estrecheces e irregularidades del césped maniataron el juego rápido y técnico del Sevilla. Los jugadores de Joaquín Caparrós se mostraron siempre incapaces de adaptarse a un escenario que, por previsible, debía haber sido afrontado con más garantías.
El Eibar sorprendió al Sevilla en la primera parte con la rapidez de su juego y sus llegadas por las bandas. Tras varios intentos fallidos, los vascos dieron en la diana en el minuto 32. Leniz fusiló a Notario desde el área pequeña tras un disparo lejano de Barkero y varios rebotes; y consiguió el gol que daría la victoria a su equipo.
Ni antes ni después del tanto eibarrés existió el juego sevillista. El líder no disparó ni una sola vez entre los tres palos en la primera parte. Casquero, que volvía a encargarse de la creación blanca, no tuvo ningún protagonismo en toda la tarde. El centro del campo del Eibar, liderado por el veterano Artetxe, borró del césped a los mediocampistas contrarios.
La actitud del Sevilla mejoró en el segundo tiempo. Fue digno de alabanza el esfuerzo del uruguayo Olivera, que se multiplicó tanto en ataque como en defensa. Sin embargo, sus dos compañeros arriba, Diego Ribera y Otero (que salió desde el banquillo), no aportaron nada al partido. Sólo Gallardo, que también salió en la segunda parte, puso algo de calidad sobre el césped. La escasez de espacios que hay en el estrecho campo de Ipurua impidió siempre a los sevillistas ensayar el contraataque o el desborde por las bandas.
El Eibar conservó con maestría su renta tras el descanso. Parecía que los jugadores guipuzcoanos presionaban en todo el campo, que llegaban a todos los cruces y cortaban todos los balones. Su ataque quedó reducido a los balones largos que enviaban en profundidad al solitario Arenaza, que sólo una vez consiguió superar a los centrales sevillistas y fue para disparar alto y desviado.
Aunque los vascos pasaron algún apuro al final del partido, que el árbitro prolongó seis minutos, vieron finalmente conseguido su objetivo de vencer al campeón de invierno, que ayer no consiguió adaptar su mejor juego y sus notables individualidades a un campo que parece el jugador número 12 del Eibar.
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