El Barça arrolla a un mal Estudiantes
Lo mismo da que sea el mejor o el menos malo, como ayer. Hoy por hoy, el Barcelona resulta invencible. Hasta jugando mal. Se había ilusionado Estudiantes con poner freno a la arrolladora marcha de los de Aíto García Reneses y, de paso, acercarse un poco más a la Copa. Ni lo uno ni lo otro. El Barça anda tan sobrado de confianza y, lo que es más importante, de recursos que ni con cuatro personales en la tarjeta de Rentzias a más de dos minutos para el descanso se siente en peligro. Todo lo contrario de lo que les ocurre a los colegiales, que cuando no exprimen al máximo los suyos, tan ajustados, las pasan canutas.
Decepcionó el Estudiantes, pero también el Barça. Pese al triunfo. Se esperaba con interés uno de los grandes clásicos del baloncesto español. Y más, después de los tres meses de obligada espera que, por culpa de aquel olvidado embrollo de los comunitarios B, han pasado desde que se debió disputar. El duelo, sin embargo, resultó bochornoso. Será que estos partidos también tienen fecha de caducidad. El de ayer, por el juego, fue decepcionante. Y por la falta de acierto, impropia de dos equipos a los que se les supone entre los mejores del continente. Los porcentajes de acierto en tiros de campo de ambos hasta el descanso lo dicen todo: Estudiantes, 29%; Barça, 33%. Para echarse a llorar.
Aunque resulte increíble, el inicio fue de lo más atractivo. Estudiantes, fiel a su espíritu guerrillero, se olvidó de las presentaciones y se lanzó a la yugular del Barça. Cómo sería el mordisco que, con 8-3 en el marcador apenas pasados unos minutos, Aíto recurrió a un tiempo muerto para calmar la embestida. La jugada le salió perfecta. Los colegiales perdieron su ímpetu y, punto a punto, los azulgrana fueron remontando hasta terminar el primer cuarto con un 14-16.
A partir de ahí Estudiantes entró en barrena. No podía ser de otra forma. Debajo de la canasta, por kilos y centímetros, los barcelonistas no tienen rival en la ACB. Lejos de aro, no había un solo jugador de Estudiantes capaz de mantener el tipo. Un triple de Azofra (19-19) fue el último destello de los locales. Superado ese punto, Pepu Hernández tuvo que tragarse desde el banquillo cómo sus chicos se iban quedando más y más descolgados.
Con más garra que otra cosa, Estudiantes llegó al descanso sólo cuatro puntos por debajo (29-33). Todavía no había arrojado la toalla, pero fue volver de los vestuarios y, en tres minutos, el Barcelona se colocó 31-44 con cuatro canastas y un triple consecutivos. Así las cosas, que el Barça cerrase en Madrid su triunfal racha de resultados -ha ganando 16 de los últimos 17 partidos que ha disputado- era toda una utopía. Y una utopía resultó.
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