El Celta, presa de la vulgaridad, suma su octavo partido sin ganar
El Celta se ha convertido en un buen asunto para cualquier adversario, sea cual sea su potencial, debido a su fatídica combinación de debilidad defensiva y ausencia de pegada. Reducido a un puñado de buenos y no tan buenos jugadores mal repartidos por el campo, los restos del antaño temido equipo vigués continúan precipitándose clasificación abajo. Ocho jornadas sin conocer la victoria le hacen vigilar ya los puestos de descenso.
Por lo visto en Vigo, de Las Palmas no podrá decirse que sea un mal equipo, pero tampoco necesitó demasiados méritos para hurgar en la herida celeste. Salió con cinco defensas, presionó al Celta y marcó a los 12 minutos. Pocas veces habrá sufrido tan poco el cuadro canario para conservar su ventaja fuera de casa, hasta tal punto llegó la inconsistencia del grupo de Víctor Fernández.
El único gol del partido puso de manifiesto que no cuenta el Celta con un equipo de la jerarquía que se le supone y que no puede afrontar los problemas que le plantea la más mínima presión. Como Velasco no supo defender la pelota en el ataque, tuvo que retrasarla de mala manera hacia Doriva. Con un jugador canario cerca, el brasileño continuó hacia atrás para Berizzo, pero de forma tan precaria que el balón se lo llevó Oulare, que sólo tuvo que sortear a Cavallero.
De la administración que Fernández realizó de su plantilla no caben elogios. Giovanella, que venía siendo la única referencia fiable en el centro, no pisó el césped. Por ahí se le fue medio partido al Celta, que derrochó el otro medio con el deficiente manejo de las sustituciones. Jesuli ingresó para nada y a Mostovoi lo soltaron en una zona superpoblada. Vagner, el único futbolista inspirado, acabó a modo de semicentral y McCarthy terminó incomprensiblemente porque Fernández prefirió sentar a Edu, un jugador que nunca defrauda.
El panorama tras el descanso presentaba, de un lado, a Las Palmas enganchado a su área y del otro al Celta mal esparcido por el rectángulo. Cabía esperar algún golpe de talento de gente como Mostovoi, Edu, Gustavo López o Vagner, pero no siempre las estrellas van a estar ahí para esconder las miserias de un planteamiento nefasto. Los notables del Celta no pudieron esta vez evitar que los pañuelos poblaran Balaídos.
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