Perogrullo no era ignorante
El pasado 19 de diciembre, con el escueto título Blasco, el señor Talens cumplía con su labor semanal de opinador. Mi intención es reiterar aquí las perugrolladas de lo que representa la sociedad civil y el voluntariado como compromiso, sin entrar a husmear en el "sentimiento que albergan los corazones". No lo consideraba necesario hasta que repentinamente acabo de descubrir que una nueva división social emerge por el horizonte: los que consideramos a Perogrullo parte del sentido común, y los que al situarse en su atalaya les sucede lo que al portero de fútbol de estatura, los disparos rasos se le cuelan ante su atenta mirada superior.Portero de fútbol de altura, mi apreciado columnista, debería entrenarse para detener los tiros rasos lanzados desde las largas distancias. Las barreras dificultan ver la salida de balón. Aunque la atalaya ofrezca amplitud de miras, no vislumbrar la salida de la pelota rasante se convierte en una dificultad cuando no en un gol.
Pero vayamos por partes para no volver al origen. Para reafirmar el compromiso del voluntariado y de las instituciones con la sociedad civil sería suficiente con volver a publicar el artículo Voluntariado y compromiso, pero utilizar la misma columna dos semanas con iguales propósitos sería cuanto menos como para dar con mis huesos en el diván.
Fragmentar un artículo es tarea fácil, pero imposible -siempre nos queda el original. Fragmentar la mundialización es difícil pero posible (Mercosur y la otra mundialización EL PAÍS, 5-10-2000 y Más allá de un triste balance, EL PAÍS, 25-11-2000). Cabe una proposición inversa, pero con ella nos abandonaríamos a la dulce conversación -perdón, ¿debo decir crítica de lujo?- sobre la marca del café y sus aromas de Colombia. Sin embargo, bajar al "sofisma subliminar" para expresar lo que el portero no alcanza a otear desde su elevada posición intelectual, es como huir de Escila para caer en el Caribdis.
¿Cabe la posibilidad de ignorar -mejor desconocer, que no el inglés ignore- que algunos, muchos de los conciudadanos, han optado por Internet y por las nuevas tecnologías como armas de mundialización, y, a su vez, como armas para enfrentarse a la mundialización? Cabe ser muy ignorante -en este caso sí, ignorante que no desconocedor- para no percibirlo.
Pero más aún, fundamentar el silogismo sobre la prótesis y obviar la explicación de la apódosis, es decir, tomar "partido por la extensión de los beneficios de la mundialización a través de la solidaridad" para transformarlo en lenguaje políticamente correcto ("Seattle o en Niza") se asemeja cada vez más a aquella época en la que todos, mochila al hombro, se habían lanzado al París del Mayo del 68 y habían dejado desiertas las calles de ciudades y pueblos de la España desarrollista del seiscientos.
Pero continuemos con la recomposición del rompecabezas. Movilizar a las sociedades civiles, abrir las puertas administrativas al asociacionismo sin pretender dirigirlo, convocar al voluntariado del Mediterráneo desde las instituciones ¿significa todo eso tomar una posición clara por los círculos economicistas? Cabe ser un ignorante -de nuevo sí, ignorante que no desconocedor- para no haber leído ni tan siquiera el periódico que acoge su columna.
Ante el dilema mundialización sí, mundialización no, algunos autores (Ignacio Ramonet o Vidal Beneyto, entre otros) han optado por no tratar de "negar la mundialización, sino de asumirla, desconstruyéndola para poder reconstruirla desde una opción de progreso" (EL PAÍS, 05-10-2000) sin necesidad de resolver la falsa disyuntiva recurriendo al canto de La Internacional en alguna fiesta de cumpleaños de cuando éramos jóvenes. La fortaleza de una sociedad red con puntos de encuentro y desemejanzas que se alejan del centro de control (efecto cebolla), pero manteniendo sus denominadores comunes, nos permite la creación de internacionales del movimiento cívico fuertes en su propia diversidad. Cabe ser ignorante.
Pero acabemos de reconstruir el rompecabezas. ¿Puede permitir la ilustración de columna de periódico -o un Protágoras- que el compromiso social salte las vallas del seudoizquierdismo? La cultura y lo social han dejado de ser patrimonio de los grupos para transformarse en fuerza transversal de solidaridad. Probablemente ése y no otro es el nudo gordiano que deben recorrer aún ciertas posiciones dogmáticas ancladas especialmente en los personalismos.
Para romper la dicotomía mundialización sí, mudialización no, caben dos posiciones: no a la mundialización y entonemos La Internacional, o reforcemos espacios de fragmentación como el Arco Mediterráneo para ser más fuertes y poder levantar la voz ante los nuevos desafíos. Yo opto por lo segundo, señor Talens, por extender los beneficios que surgen del proceso de mundialización, por comprometerme y comprometer la política de participación ciudadana, por presentar una Ley valenciana de voluntariado con el respaldo de quienes tienen democráticamente reconocida su representación -¡La voluntad dominada!-, por implicar a las instituciones en las políticas sociales de la Generalitat o por convertir a Valencia en sede del Observatorio del Voluntariado en el Arco Mediterráneo o del Congreso Nacional del Voluntariado. Opto por todo eso. Y usted, ¿continúa aspirando a convertirse en el rabelaisiano Pan(h)urgo de la ciudad de Valencia o nos conformamos con el sofista Protágoras?
Rafael Blasco es consejero de Bienestar Social.
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