Éste no es el PHN que hace falta
El autor aboga por un nuevo plan sobre la base de políticas de ahorro y reutilización del agua, y de sostenibilidad del territorio
El Plan Hidrológico Nacional (PHN), que aún no está aprobado, ya ha hecho correr verdaderos ríos, no de agua, pero sí de tinta, sobre lo que supone.La necesidad de un PHN es una urgencia histórica que tiene nuestro país. Sin remontarnos a épocas más antiguas, baste decir que la propia Ley de Aguas, de 1985, planteaba la necesidad de aprobar un documento de este tipo. Han pasado nada menos que 15 años para que aquel mandato alcance, a día de hoy, la situación de anteproyecto.
Qué ha pasado, pues, para que un tema de cuya necesidad social pocos dudan y que dispone, incluso, de mandatos legislativos para que se presente a debate el correspondiente proyecto no avance y no se vislumbre, a día de hoy, una solución aceptable por todas las partes.
Hay un viejo dicho, que utiliza mucha gente del campo, que define el agua como una de las cosas que más queman. Esto, que parece un contrasentido, es una definición que sirve bien para detallar los conflictos que la posesión y el uso del agua generan y han generado en cualquier época y lugar.
La importancia vital del elemento es tal que, en muchas ocasiones, de él depende una mejor o peor calidad de vida de los pueblos que lo tienen o la necesitan. Conflictos de todo tipo se han generado por su control. Pocos, de entre los directamente interesados, pueden alegar neutralidad en la toma de decisiones.
No se puede satanizar a los aragoneses por no querer dar su agua a otras comunidades españolas. No se trata tanto de un problema de solidaridad o no, sino de que alguna de las partes considera que, de algo que ellos tienen y que creen que pueda serles imprescindible en su futuro, deben desprenderse para beneficios de otros territorios y otras gentes. Tal vez si mirásemos lo que pasa, incluso dentro de casos similares y en una misma comunidad autónoma y cuenca hidrográfica, podamos separar la demagogia de la constatación de que, efectivamente, nos encontramos con un problema difícil de resolver. ¿O es que el polémico y peor trazado trasvase Júcar-Vinalopó no ha generado reacciones encontradas entre regantes valencianos, unos de la provincia de Valencia y otros de la de Alicante? ¿O es que no hay conflictos frecuentes, incluso entre pueblos colindantes (y haberlos en nuestra tierra los ha habido y, probablemente, volverá a haberlos) por la posesión y distribución de las aguas?
No es, por tanto, un problema nuevo ni que se circunscriba a un determinado territorio. Por eso llama tanto la atención el que cuando el Partido Popular ha presentado su ante proyecto de PHN lo haya hecho en las condiciones que lo ha hecho. El mérito indudable que tiene haberse decidido (producto, sin duda, de su reciente mayoría absoluta ya que antes tuvo cuatro años para hacerlo) queda muy desfigurado por un hecho que, tratándose de un plan de este tipo, de una verdadera cuestión de Estado, no puede hacerse desde la prepotencia y la falta de consenso. El PP encabezó una feroz oposición a la aprobación del PHN que presentó el PSOE en la época de Borrell (y menos mal que no se aprobó, cabría añadir), y utilizó todos los recursos legales y demagógicos posibles para que no se pudiera llegar, siquiera, a debatir al objeto de mejorar aquel anteproyecto de 1993 exigiendo cosas que luego él mismo ha incumplido (Plan Nacional de Regadíos, por ejemplo). Ahora, ese mismo partido, tal vez imbuido por esa mayoría absoluta reciente, está en la línea de cometer las mismas torpezas que quien gobernaba antes.
Y es que un PHN no puede plantearse como lo ha hecho el ministro Matas y el Sr. Aznar. Por mucho que sonría Matas su propuesta no gusta a buena parte del país. Es increíble y, al mismo tiempo muy preocupante, su absoluta falta de consenso previo con el primer partido de la oposición (error que también repitió el PSOE en su tiempo) así como con el resto de fuerzas políticas y sociales; ¿cómo puede plantearse un PHN que plantea un macrotrasvase desde el Ebro (1.000 Hm3) sin intentar el consenso previo con el gobierno de Aragón, la comunidad más afectada? Así no se pueden hacer las cosas, por mucha mayoría de que se disponga.
Por otra parte, un PHN es, o debe ser, mucho más que una apuesta por los trasvases. Ésa es la solución fácil para un determinado modo de hacer política. Se trata de maquillar las cifras para que salgan los números que uno quiere. Aquí, en el País Valenciano, ya hemos tenido experiencias así. Se trata de hinchar las cifras de recursos del Júcar, aunque nadie los vea, para justificar unos excedentes que se enviarían a zonas que tienen necesidades actuales o que las tendrán en base a un modelo de desarrollo inadecuado. Algo así, pero a lo grande, se hace con el Ebro. A pesar de la disminución de caudal en los últimos años, de la evidente erosión del delta, de la mayor intrusión salina en su desembocadura, etc. se dice que hay unos excedentes excepcionales y, para coronarlo, se declara que no se puede consentir que el Ebro tire tanta agua al mar. ¡Como si fuera delito que los ríos desembocaran en el mar! Y es que esto no sólo es natural sino necesario para mantener el equilibrio en el litoral, en las propias playas incluso. Por todo ello hay que ser más cuidadosos con el territorio, con la realidad y la evolución sostenible de éste.
Desde Esquerra Unida creemos que los trasvases son, en todo caso, el último recurso a utilizar y ello siempre previo un intenso debate sobre su procedencia o no. Creemos absolutamente prioritario el intensificar esfuerzos en tres temas fundamentales: Políticas de ahorro del agua: Es conocido que la agricultura consume más del 80% del total del agua. Es un porcentaje mucho más alto que en otros países europeos. Aún existen demasiados riegos a manta, demasiadas pérdidas en las conducciones, demasiadas transformaciones en regadío, y un largo etcétera; una politica que, a pesar de algunas intervenciones recientes, sigue considerando el agua como un elemento barato e inagotable. Incluso nuestras ciudades se han convertido en unas derrochadoras de este líquido gracias a sus pérdidas en las redes urbanas (hay casos de más del 40% de pérdida de agua ya potable) y, en otras, la falta de control (inexistencia de contadores individuales, por ejemplo) agrava la situación. Tampoco toda la industria da mucho ejemplo en este sentido: La denuncia de la sobreexplotación de acuíferos por parte del sector textil en comarcas como L'Alcoià-Comtat son constantes como, por otra parte, la contaminación que generan determinados modos productivos (cerámica, entre otros). Queda mucho trabajo por hacer en estos temas que, sin duda, se traducirían en el ahorro de importantes recursos hoy despilfarrados.
Políticas de depuración y reutilización de aguas residuales: Sin duda que, en este tema, se ha avanzado mucho. Pero también es cierto que hace pocos años estábamos en una situación asimilable a la del siglo XIX, y que, en esta cuestión, quedan muchas cosas que mejorar. A pesar de lo que se dice, no todas las aguas residuales valencianas se depuran y no todas se reutilizan. Y no se trata sólo de núcleos pequeños de población, donde sigue habiendo grandes carencias. Es, también, en los grandes municipios donde una parte importante de estos residuos no se depura por insuficiencia de plantas o por incapacidad de las existentes. Y, ligado con este tema, está el de la calidad de esa depuración. Para que las aguas residuales puedan ser reutilizadas con garantía, es necesario que hayan sido bien tratadas. Aquí las necesidades de mejora aún son más evidentes. En las plantas valencianas de tratamiento hay de todo: desde aquellas en que las aguas salen igual o peor que entran, a aquellas otras (que son la inmensa mayoría) que sólo aplican tratamientos primarios o secundarios que consiguen niveles de depuración aceptables pero insuficientes para conseguir unas aguas atractivas por los regantes y que dispongan de los mínimos sanitarios para su utilización en la agricultura. Las plantas con tratamiento terciario escasean y como resultado de todo ello, así como de la insuficiencia de conducciones, gran parte de esas aguas (tal vez dos terceras partes de los 356 Hm3 que se depuraron en 1998) van a parar al primer barranco que se encuentran o al mar directamente y a través de emisarios submarinos pagados por la propia Generalitat Valenciana, con el consiguiente impacto en el medio marítimo. No parece modélico tirar al mar un caudal tan impresionante de agua depurada y, al mismo tiempo, exigir otro casi idéntico al Ebro. Y encima criticar porque una parte se va al mar.
Una nueva política de sostenibilidad del territorio: Por mucho que se diga, el motivo que hay detrás de los desorbitados trasvases solicitados está en el de seguir apostando por una determinada política, especialmente en las zonas del litoral valenciano. El propio PHN se encarga de reconocerlo cuando, en referencia a las necesidades de comarcas tales como la Marina Baixa, anuncia que aumentará sus suministros de 10 a 35 Hm3 para atender las necesidades de su crecimiento turístico. Es todo un síntoma de lo que encierra el PHN: traer grandes recursos de agua de un río que no se puede permitir tales lujos y de una región deprimida como Aragón para favorecer un crecimiento basado en el modelo Benidorm, Terra Mítica y las decenas de miles de construcciones existentes y otras tantas previstas en la zona. Las necesidades de la agricultura valenciana servirán de coartada para traer el agua a las urbanizaciones del litoral que serán las únicas que podrán pagar el alto precio al que saldrían las aguas trasvasadas, aparte del impacto ambiental que ocasionarían.
Se impone, en zonas como éstas, no tanto facilitar los medios para masificarse aún más, como el pensar en implantar moratorias en las nuevas construcciones que eviten un mayor impacto en un territorio ya castigado. El agua trasvasada se aprovecharía para un crecimiento urbanístico aún más desorbitado que el actual.
Se trata, por tanto, de intentar alcanzar un acuerdo sobre otro modelo de Plan Hidrológico Nacional. Un objetivo que pasaría por la retirada del proyecto presentado y por el compromiso del Gobierno central y del resto de fuerzas de sentarse a negociar, de inmediato, un nuevo PHN sobre las pautas a las que antes hemos hecho referencia que, creemos, evitarían tensionar aún más la realidad política española y apostar por otro modelo de desarrollo sostenible distinto al actual y que permita al País Valenciano un crecimiento más vertebrado y armónico entre sus distintas zonas.
Joan Antoni Oltra Soler es portavoz adjunto de Esquerra Unida del País Valencià en las Cortes Valencianas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.