La leyenda del relojero
El técnico español con más partidos a sus espaldas vuelve a brillar
Sucedió hace años, cuando el Atlético era el Atlético. Arteche llevaba minutos amenazando a Rubio, desesperado porque éste desatendía sus obligaciones defensivas. Acabado el partido, cuando el extremo, harto de tanto grito, mandó por ahí a su compañero, Arteche se fue a por Rubio, le agarró del cuello, armó el puño y... entonces apareció Luis Aragonés, el entrenador, bruscamente conciliador: cogió al defensa de la camiseta y se lo llevó a empujones contra la pared al grito de "te arranco la cabeza" mientras le susurraba al oído algo así como "le tenías que haber dado antes y bien fuerte". Los futbolistas salieron felices del incidente, pese a la multa culinaria con la que se zanjó el asunto, convencidos cada uno de que el entrenador estaba de su parte. Ocurrió hace dos décadas, pero perfectamente pudo suceder ayer. Porque Luis Aragonés, el entrenador con más partidos a la espalda en la historia del fútbol español, sigue siendo el mismo. Y maneja, a los 62 años, las mismas claves. Luis Aragonés no va de sargento -al contrario le gusta hacer guiños de complicidad al jugador; y más en la derrota-, pero también es inflexible. Defiende al futbolista a muerte y usa con él un tono afable, pero cuando se pone serio no valen las bromas. Y es fácil saber cuándo se pone serio. La fórmula gusta.A día de hoy, 26 temporadas después de su estreno como entrenador, son contados los jugadores que han pronunciado una sola palabra negativa hacia Luis Aragonés, el indiscutible protagonista de la semana. Al mando del Mallorca (el octavo equipo que dirige, tras Atlético, en varias ocasiones, Barcelona, Espanyol, Sevilla, Valencia, Betis y Oviedo), acaba de amargar sucesivamente a Depor (1-1, en Riazor), Barça (2-0, en Son Moix) y Madrid (0-2 en el Bernabéu). Aunque en esta empresa, además de su habilidad para ganarse al vestuario, influyeron sus conocimientos, que es otra de sus virtudes: su facilidad para detectar la luz -como a él le gusta llamar- del equipo contrario y provocarle una avería táctica.
Luego, se dirige a los jugadores a su manera, con el ojo pícaramente a medio cerrar, una sonrisa del que se las sabe todas, pronunciando mal los nombres de los extranjeros rivales y dando un puñado de instrucciones simples con frases inacabadas -o terminadas con un socorrido y tal, que igualmente se le entienden-, y dejando siempre un remate inconfundible, sus célebres tópicos: ése de aquí el más tonto hace relojes de madera y encima andan, hay que ganarlos por lo civil o por lo criminal....
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