"La novela negra es un juego muy serio" RAMÓN DE ESPAÑA
Pregunta. Enhorabuena por ese premio Ateneo de Sevilla que sale a la venta un día de éstos. Por cierto, ¿de qué va?Respuesta. Se llama Bellísimas personas y en principio era eso que los anglosajones definen como un true crime; es decir, una aplicación de las técnicas novelísticas a un hecho real. Pero por el camino tuve escrúpulos morales y la cosa acabó convertida en una novela.
P. ¿Escrúpulos morales?
R. La historia giraba en torno a unos crímenes acaecidos en Barcelona a principios de los años setenta, y a mí se me ocurrió ponerme en contacto con el asesino, que estaba en la cárcel. El tipo me envió una carta diciéndome que estaba a punto de salir a la calle, que ya había pagado su deuda con la sociedad y que yo no tenía ningún derecho a exponerle de nuevo a la vergüenza pública. Y me convenció, a pesar de que Enrique Rubio me dijo que ese individuo no tenía ningún derecho a exigir respeto.
P. ¡Enrique Rubio! Mi abuela era una gran admiradora suya. Le escuchaba atentamente cuando salía por la televisión a explicar, por enésima vez, el timo del nazareno. ¿Tienes asesores de confianza para fabricar tus tramas?
R. Tengo un amigo detective, muy bueno, que me ha dado algunos consejos muy útiles. Y un policía que fue el jefe de la brigada de homicidios de Barcelona, una excelente persona con la que acabamos estableciendo amistad, aunque mis relaciones con la policía no puede decirse que empezaran de una manera muy brillante. Al principio de mi carrera de escritor, hacia 1976 o 1977, se me ocurrió llamar a la comisaría central de Via Laietana para intentar hablar con alguien que me asesorara. Me recibió un tipo adusto en un enorme despacho, sentados cada uno a una enorme distancia del otro. El hombre me miraba como si fuera un intruso que estaba metiendo las narices donde no debía y se limitó a responder con monosílabos a todas mis preguntas. No es que se oyeran los gritos de los torturados en el sótano durante los largos silencios, pero no era difícil imaginarlos. Al salir de aquel despacho siniestro, aprovechando que llevaba la identificación de visitante colgada del cuello y que me podía mover por ahí con cierta tranquilidad, me colé en el departamento de homicidios y conocí a ese policía del que te hablaba y que, a diferencia del otro, resultó ser un tipo excelente.
P. Cuando te conocí, estabas al frente del departamento de guiones de tebeos de Editorial Bruguera. Me diste unos consejos muy útiles cuando me presenté ahí con unas cosas que había escrito.
R. ¿Te quité de la cabeza dedicarte a escribir guiones de cómic?
P. Al contrario.
R. Es lo que debería haber hecho. Ya has visto cómo ha acabado todo esto de los tebeos. Yo empecé a escribir guiones de cómic mientras hacía la mili en Ibiza. La pasta extra venía muy bien para pagarte el piso y las copas. Siempre me habían gustado los cómics. Como la novela policiaca. Lo mío siempre han sido los subgéneros.
P. No me salgas tú también con las artes mayores y las menores.
R. No, hombre, no me refiero a eso. Lo que digo es que los tebeos y las novelas policiacas son sólo tebeos y novelas policiacas. Ni más ni menos. Y tengo la impresión de que parte de la culpa de la actual situación de ninguneo al que unos y otras son sometidos por la sociedad la tienen esos humos que cogimos en los años ochenta intentando otorgar respetabilidad intelectual a cosas que no la necesitaban. ¿Novelas negras en tapa dura a 3.000 pesetas? ¿Álbumes de cómic en cuatricromía a 4.000? ¿Para qué?
P. Pero, gracias a tomarnos en serio los tebeos, se fabricaron muchas obras de interés para un público adulto.
R. No lo niego, pero, al mismo tiempo, conseguimos no llegar al lector de novelas y perder al público habitual. Por lo que respecta a la novela negra, vale, a mí me acaban de conceder un premio y Paco Ignacio Taibo II organiza su festival todos los años en Gijón, pero no hay ni una colección de novela negra en España. Podemos pasarnos horas hablando de la importancia sociológica de la novela negra, pero luego vienen los del departamento de mercadotecnia de las editoriales y te dicen que no hay interés por el género.
P. Mientras que una novela como La quinta mujer llega a la séptima edición y antes del verano las librerías se llenan de gente en busca de su provisión de thrillers.
R. Otra cosa que tampoco entiendo.
P. ¿Para ti qué es una novela policiaca?
R. Básicamente, un juego. Un juego muy serio, con unas reglas muy claras que deben seguirse para no sembrar el desconcierto entre los lectores. El público quiere que le cuentes la historia de siempre con algunas variaciones. Evidentemente, hay que cuidar el factor humano porque si no, te salen novelas como las de Agatha Christie, artefactos perfectos pero con poca alma.
P. ¿Das mucha importancia a las reglas?
R. La tienen, y hay que respetarlas, aunque eso sirva para que los críticos te consideren un escritor que practica un subgénero. Creo que se ha perdido mucho tiempo y se han dicho muchas tonterías intentando dignificar la novela negra. ¿No has oído a esos escritores que se disculpan por anticipado diciendo que su novela es más que una novela negra? En la mayor parte de los casos, no es que sea más que una novela negra, ¡sino que no vale un pimiento ni como novela negra ni como novela en general! Una vez, durante la Semana Negra de Gijón, me encontré metido en una mesa redonda cuyos participantes, exceptuándome a mí, estaban obsesionados con trascender el género. Uno dijo que Edipo rey era novela negra. Otro añadió que Hamlet también. Y no sé quién, para demostrar que la literatura policiaca se perdía en la noche de los tiempos, reivindicó la Biblia como primera muestra de la novela negra. Disparates, amigo mío, disparates. No podemos considerar novela negra a toda novela en la que hay uno o varios muertos. La novela negra nace con Edgar Allan Poe y Los crímenes de la calle Morgue. ¿Por qué? Porque es el primer texto fantástico que ofrece una explicación lógica a las cosas que pasan. Antes de eso, sólo teníamos a los trasgos y a las apariciones de Sheridan Le Fanu. Así que les dije a mis doctos compañeros de mesa que a mí una colección de novela negra que incluyera la Biblia, Hamlet y Edipo rey no me interesaba en lo más mínimo. ¡Ni a mí ni a nadie!
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