El balonmano salva un día dramático
El balonmano remedió una jornada de agonía y drama. El equipo de fútbol protagonizó un partido que dio un giro radical en el segundo tiempo. España se había adelantado con dos goles, ventaja que parecía suficiente para tramitar la victoria en la final olímpica. Por el camino, había fallado un penalti, error que no se tomó demasiado en cuenta a la vista de cómo se negociaba el resultado. Pero el segundo tiempo se convirtió en una pesadilla. Amaya introdujo el balón en la portería en un rechace. Luego, la defensa se tomó la licencia de tirar el fuera de juego a la altura de medio campo. O sea, se tomó un riesgo innecesario que pagó muy caro. Amaya se quedó enganchado y facilitó el gol del empate camerunés. A esas circunstancias se añadieron las expulsiones de Gabri y José Mari. Lo que comenzó como una fiesta derivó a un calvario. España se vio en la obligación de resistir toda la prórroga con nueve jugadores. Lo hizo con entereza y con la colaboración de Camerún, que se equivocó gravemente en su ataque a un equipo en situación de clarísima inferioridad. La resistencia llevó a la ronda de penaltis. Engordar para morir: Amaya falló el suyo y los africanos convirtieron todos.El resultado no resta ningún mérito a un equipo que llegó a los Juegos de tapadillo. Con todos sus jugadores por debajo de los 23 años, nadie daba una peseta por España. Pero el equipo tuvo carácter y sentido colectivo desde el principio del torneo. La victoria sobre Italia actuó de manera eufórica sobre los jugadores, que tienen todo el derecho a sentirse satisfechos por una medalla de plata inesperada, como manda la tradición cuando se trata de España y el fútbol.
Tan angustioso como la final de fútbol fue la semifinal de waterpolo, ganada por Rusia después de un maratón en el agua. España volvió a dejar claro su carácter competitivo. En los dos últimos Juegos habían obtenido medallas, y en éstos no iban dejarse desbordar fácilmente por los rusos. Aquello fue la guerra. El partido terminó con un empate, lo que obligó a todas las prórrogas del mundo, en medio de una crisis de agotamiento de todos los jugadores.
Todo apuntaba hacia un sábado negro. Faltaba por jugar la selección de balonmano en la disputa por el tercer puesto. Dada su querencia por los partidos que se juegan en el filo de la navaja, se esperaba una tarde de sufrimiento ante Yugoslavia. Pero esta vez, España metió la directa desde los primeros minutos y no cayó en distracciones graves. La medalla de bronce se añade a la obtenida en los Juegos de Atlanta y a los buenos resultados que ha cosechado el equipo en los diez últimos años. El partido contó con otro factor emotivo: Iñaki Urdangarín cerró ayer, delante de su familia, su espléndida carrera en el balonmano.
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