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SYDNEY 2000

Greene, preparado para el oro

El plusmarquista mundial de 100 metros pasa con facilidad las primeras series

Carlos Arribas

Fue una tarde fría y veloz la que vio, en un estadio lleno a reventar, la despedida triste del campeón olímpico en Atlanta, la fría ejecución por parte de los favoritos del ritual de las series de los 100 metros, la fría sensación de que los reyes de la velocidad y la pista de Sydney no llegarán a intimar tanto como quisieran. En la primera jornada de la competición de atletismo, Donovan Bailey sólo duró 100 metros y pico antes de que sus pulmones reventaran, sus bronquios hiperventilaran, sus músculos se quedaran secos. El campeón olímpico se despidió como un hombre acabado, incapaz de resistir ni su segunda serie. En una tarde de viento revuelto, lo mismo soplaba a favor que en contra, Maurice Greene y Ato Boldon, la fuerza pura, y la velocidad, mostraron sus poderes, enseñaron zapatillas último modelo y camisetas de especial diseño, y reclamaron todo el poder a gritos, con gestos y con la lengua fuera; el británico Dwain Chambers asumió el liderazgo de la opción europea; y Obadele Thompson, el callado outsider, el atleta de Barbados que se entrena en Texas, se erigió en el temible rival que nadie quiere al lado. La nueva generación de sprinters mostró, de todas maneras, una falta de emoción a tono con la tarde. Ninguno bajó de los 10 segundos, todos hablaron de tácticas y de reservas, muchos señalaron al frío y al viento. Todos pretendieron esconderse. Fue tan decepcionante el nivel que se enseñó que hasta una marca tan mediocre como 10,36s le bastó al nigeriano Sunday Emmanuel para llegar a semifinales.Hoy se corren las semifinales, y luego la final. La lucha, dicen, se anuncia dura y ajustada. Por un lado, los tres de John Smith, el grupo de los exagerados en lo gestual: el ruidoso de Trinidad, Ato Boldon, bronce en los últimos Juegos, el único superviviente de la final de Atlanta que puede repetir final cuatro años después; Maurice Greene, el hombre récord, el atleta "phenoMOnal" como sus camisetas proclaman, desde 1999 y sus 9,79s de Atenas, el hombre más rápido del planeta; Jon Drummond, el chistoso, el veterano que quiere ser prueba viviente de la superioridad de los métodos de Smith y su famoso grupo HSI (Handling Speed Intelligently, manejo inteligente de la velocidad): los tres quieren ser la prueba de la fortaleza inatacable que ofrece la vida en común, de cómo se pueden entrenar juntos, y compartir casa en Sydney, y al mismo tiempo ser rivales en la pista. Frente a ellos, Obadele Thompson. Retirado Bailey, Dan Pfaff, el técnico de El Paso que fabricó al canadiense, lanza ahora a los Juegos a su joya antillana. Aunque Obadele Thompson ya se presentó en sociedad en el Mundial de Sevilla (cuarto acabó en los 100 y en los 200) estos Juegos del año 2000 son la primera gran prueba a la que acude con todo el peso del deseo y la calidad de su lado. Y como quinto aspirante, Dwain Chambers, la escuela británico antillana, el joven (22 años) sucesor del viejo Lindford Christie.

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Con una gran maestría, fruto de la fácil superioridad, Greene ganó su serie. El velocista corrió la primera manga en la segunda serie. Será por eso por lo que un importante detalle le pasó por alto: cumplida la jornada, el suyo no fue el mejor tiempo, un asunto despreciable pero quizás significativo; tampoco marcó el mejor tiempo Ato Boldon, el fiel amigo al que Greene esperó en la meta para entrar abrazados en los vestuarios: el corredor de Trinidad y Tobago, del que se dice que es el mejor, el más rápido en las series y que empieza a desinflarse en semifinales, fue un digno secundario de Greene y cerró en 10,11s su serie; y tampoco el tercero del clan, Jon Drummond (pobres 10,15s). El británico Chambers impresionó (10,12s), pero también emitió un mensaje de preocupación: en una de las salidas falsas que lentificaron la jornada, Chambers sufrió un doloroso tirón. Corrió su serie aguantando el dolor, y la ganó, por delante de Drummond, pero no pudo evitar soltar otro grito de dolor al cruzar la línea, llevarse la mano al muslo derecho y marcharse corriendo al vestuario. Todos estuvieron allí, pero a todos los superó Thompson con sus 10,04s. Aunque sólo sea psicológica, el corredor de Pfaff lleva ventaja antes de llegar a las semifinales. Aunque, claro, todos coincidan en que el grande, grande, es el "phenoMOnon", MO Greene.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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