Búnker
El nombramiento del portavoz del Gobierno andaluz como director general de la RTVA era tan sorprendente que hasta dos importantes líderes socialistas de tendencias opuestas lo descartaban cuando sólo era un rumor. "Sería un escándalo", decían.No merece la pena discutir las justificaciones dadas estos días desde la Junta porque son inverosímiles, incluso para algunos de los que las pronuncian. Pero uno de sus argumentos es significativo: no hay que cambiar el sistema de nombramiento de director general de la RTVA hasta que no se cambie el de todas las televisiones públicas. Si este argumento se aplicara para todo, los parlamentos autonómicos dependerían siempre de las iniciativas del Parlamento de la Nación. Es, por tanto, absurdo.
La pregunta que hay que hacerse es por qué Manuel Chaves ha tomado esta decisión. Si se observa con cierta perspectiva, el asunto quizá no sea tan sorprendente: forma parte del proceso de bunkerización que viene manifestándose desde las últimas elecciones.
Primando la fidelidad -que no es lo mismo que la lealtad- sobre la eficacia, el presidente de la Junta ha preferido rodearse de incondicionales o de gentes que difícilmente le harían dudar, sin importarle que se resintiera el perfil de su Gobierno. El mismo criterio aplicó a la hora de contribuir con su cuota a la formación de la última Ejecutiva Federal del PSOE.
Visto así, es normal el nombramiento de Rafael Camacho. Otra cosa es que este nombramiento obedezca a las expectativas suscitadas tras la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general. Es evidente que no obedece y de ahí la visible irritación en el grupo socialista en el Congreso, que debe de temer que Chaves repita el mismo ejercicio de resistencia pasiva que el aparato realizó tras la victoria de Borrell en las primarias. Aunque en este caso más que un sabotaje político sería una demostración de indolencia.
Pero esta crisis trae otras enseñanzas. Quizá lo más escandaloso no es el nombramiento de Camacho, que no es más que -como escribía el miércoles en esta misma columna Alejandro V. García- una prueba de sinceridad. Lo más escandaloso es lo que el cese de Abellán ha permitido descubrir: por una pugna interna completamente pueril -una reyerta entre dos departamentos- se ha ordenado paralizar durante nueve meses el funcionamiento de Sandetel, una empresa pública que administra un capital de 5.600 millones y de la que dependen 30.000 millones más en inversiones directas, sin contar todas las inversiones que están pendientes de la instalación de la red de banda ancha de Sandetel. Perder nueve meses en un sector como éste, en un lugar como Andalucía y en estos momentos es aberrante.
Pero, vista con perspectiva, tampoco sorprende la paralización de Sandetel: ninguna de las anteriores legislaturas de Chaves fue demasiado dinámica. Entonces se culpó a la pinza o a la ofensiva de La Moncloa, sin tener en cuenta que, posiblemente, las cosas llevaban el ritmo que deseaba el presidente: el impuesto por la falta de ímpetu del que sólo ansía que las cosas sigan como están porque así cree que no pone en peligro su poder.
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