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Tribuna:POLÉMICA EN LA FSM
Tribuna
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Jubilaciones y subastas

El domingo 17 de septiembre publicó EL PAÍS una larga entrevista con Ignacio Díaz, "número dos de la FSM" (eso dice el encabezamiento). Al lector no avisado quizá le haya sorprendido que el periódico haya dedicado una página entera y dominical para recoger el pensamiento de este nuevo líder emergente que, según él mismo asegura, nunca ha ejercido de diplomático, pues "simplemente digo lo que pienso y eso me trae problemas, pero no me importa". Un pensamiento crítico, arriesgado, sin pelos en la lengua. Vamos, lo que hoy se necesita. Nada más justo, pues, que su puesta de largo en la prensa.Así debe ser porque, sin ir más lejos, en la lista de la FSM, que encabezó Matilde Fernández en el último congreso del PSOE, el ahora entrevistado ocupó el número dos, por delante de Alfonso Guerra, lo cual anunciaba ya el cambio del que Díaz se reclama. Algunos pesimistas pueden pensar que tales cambios serán negativos, pero esa, tan poco meditada, opinión no es sino el fruto del desconocimiento. Ya se irán enterando. Por ejemplo, debieran saber que el entrevistado es concejal del Ayuntamiento de Madrid, en el número cuatro de la lista socialista para más señas, y si no ha intervenido jamás en un pleno ni en comisión alguna no es por desconocimiento de los males que aquejan, ¡y de qué forma!, a la ciudad, sino porque prepara un gran proyecto ("el proyecto que tenemos para Madrid", dice él en la entrevista) que, si se desconoce, no es por inexistente, sino porque aún no ha llegado la hora de dar la gran sorpresa. Eso explica, además, que en tan larga entrevista no aparezca citado el alcalde de la Villa y Corte ("Corte de los milagros"), contra quien el entrevistado ejerce una oposición tan tenaz como silenciosa.

De momento el emergente Díaz se sigue ocupando de "asuntos internos" y, quizá porque es septiembre, también de poner notas a sus sedicentes compañeros, especialmente, como muy bien dice el justiciero examinador, a "los viejos del lugar", entre los cuales, ¡ay!, me cuento. Aunque, para decirlo todo, camino hacia la jubilación anticipada en nutrida y buena compañía: Juan Barranco, Jaime Lissavetzky, Cristina Almeida, José Quintana, Pedro Castro, Rafael Simancas, Arturo Gonzalo, Antonio Carmona... y Fernando Morán, a quien Díaz apoyó en su postulación a la alcaldía, en silencio, sí, pero con suma eficacia. Sic transit gloria mundi. En todo caso, leve castigo para purgar el gran pecado del que se me acusa: "Haber entrado en contradicciones". Grave falta, lo reconozco, esta de las "contradicciones", pero en mi descargo he de alegar que es muy humana.

Nuestro sobrevenido líder no precisa más acerca de mis "contradicciones", pero, ya se sabe, los dioses no suelen hablar claro y menos si lo hacen a través del oráculo. Ha de ser el infractor quien tenga en su conciencia la norma contra la cual pecó. Y yo lo sé muy bien. Fue aquélla en la que caí al no prometer nada, cuando debí de prometerlo todo... en la subasta.

Subasta es la palabra, el nuevo y modernísimo concepto destinado a sustituir los viejos preceptos que en su momento recogió la Constitución y hoy ya están obsoletos. Los que decían, refiriéndose a la selección de personal en la cosa pública, que aquélla había de hacerse ateniéndose a la capacidad y al mérito. Una antigualla que es preciso sustituir cuanto antes por nuevas y más económicas prácticas, como lo es la subasta.

Eso nos trae el nuevo liderazgo de Díaz y sus amigos: la modernidad. Un liderazgo que, él lo dice muy bien, "no debe asustar a la derecha moderada", ni a la otra, añado yo. Quizá podrá asustar a "los viejos del lugar", unos ingenuos carcamales que en su inocencia llegaron a creerse que la política era una noble actividad, muy útil para cambiar las cosas.

Joaquín Leguina es diputado nacional del PSOE y ex presidente de la Comunidad de Madrid.

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