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TRIATLÓN

Una suiza rompe el sueño de Jones, la favorita local

Carlos Arribas

Tiburones, no; medusas, sí

Fue el momento más intenso. Y no sucedió en la competición. Media hora después de terminar la dura faena -1.500 metros nadando (21 minutos en las heladas aguas del puerto de Sydney), 40 kilómetros pedaleando (otros 68 tirando del tercer pelotón) y 10.000 metros corriendo (37 más), Maribel Blanco, madrileña, de 31 años, vio por fin a su novio. Estaba detrás de una valla, al pie de las escaleras de la Ópera. "Estoy supercontenta", le voceó. El beso duró y sonó. Blanco no había ganado el oro, la plata o el bronce. Había sido la 24ª entre 48. Y, sin embargo, estaba feliz. Lo llaman espíritu olímpico. Además, su posición le permitirá seguir disfrutando su beca. Todo un triunfo.Ni mucho menos estaba tan contenta la australiana Michellie Jones aun habiendo quedado la segunda. "Claro que estoy decepcionada. Ha sido duro", dijo; "pero, en fin, tampoco está tan mal". El extraordinario sentido del decoro y de la deportividad de Jones, nacida en Sydney, favorita en los Juegos Olímpicos de su ciudad, en los primeros en los que el triatlón es deporte oficial, le llevaron a no dejarse llevar por el egoísmo y la autocompasión. Se agachó para recuperar el aliento y, una vez serena, lo primero que hizo fue saludar a la ganadora, a Brigitte McMahon, la suiza fuerte y tenaz que le había roto su sueño a 200 metros de convertirlo en realidad. La tercera fue otra helvética, Magali Messmer.

Finalmente, no hubo tiburones. Sí frío y medusas. Y 48 entusiastas deportistas en el agua: 1.500 metros para que la norteamericana Sheila Taormina, oro en el 4x200 en Atlanta 96, se distanciara. Fue tan rápida que acabó la manga con más de medio minuto de ventaja. Demasiado tiempo. Con la bicicleta, sola, no tenía nada que hacer contra el pelotón de 15 en el que iban las mejores. Así, se dejó alcanzar. El ciclismo, en definitiva, sólo valió para que se quemara la alemana Franzmann, para que se retirase la canadiense Montgomery, una de las favoritas, y para que Blanco se echara su grupo, el tercero, a la espalda para intentar en vano enlazar. Jones controló y nadie pudo irse.Quince mujeres se echaron, pues, a correr los 10.000 metros decisivos. Jones, la más rápida en la transición, salió como el rayo, pero se le unieron su compatriota Harrop y Messmer. Por detrás, sola, McMahon consiguió enlazar. También, la norteamericana Zeiger. Hicieron hueco las cinco, todas juntas, hasta que, llegado el penúltimo repecho, un fuerte tirón de McMahon la dejó a solas con Jones. Hace unos meses, en las mismas circunstancias, en la Copa del Mundo, la australiana fue más rápida en el sprint. Ayer, el día más señalado, todo cambió. Menos de seis minutos después, tras un esfuerzo extraordinario -el décimo mejor tiempo en los 10.000-, llegó Blanco con su felicidad.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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