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A toda pastilla

Villanueva, representante español en ciclismo de velocidad, una disciplina de pista en la que se alcanzan los 70 kilómetros por hora

Carlos Arribas

Hay que ser muy bestia para ser ciclista de velocidad. Hacen falta 1.600 vatios de potencia, una masa muscular increíble, glúteos sobresalientes, buenos deltoides, y un sistema neuromuscular rapidísimo, reflejos de milésimas, para poder mover a una bicicleta a 145 pedaladas por minuto, a más de 70 kilómetros por hora, durante 250 metros. José Antonio Villanueva, la nueva joya del ciclismo de pista español tiene esas cualidades. Hace falta tener una cabeza única, capaz de mantener el equilibrio entre la locura y la razón. Capaz de transformarse una vez sobre la bicicleta. Capaz de controlar el irrefrenable flujo de adrenalina que surge en los segundos previos al comienzo, capaz de soportar la tremenda y dolorosa subida del ácido láctico, ese dolor que quema las piernas y te deja sin respiración. Capaz de estar loco y al tiempo comportarse de forma serena.José Luis Villanueva, un ciudadano de Alcalá de Henares de 21 años, tiene esa cabeza. A su alrededor, la pista española ha estado trabajando los últimos años. En torno suyo se ha construido el equipo de velocidad olímpica, una disciplina de velódromo que hace su debú olímpico en Sydney el domingo a las nueve de la mañana, una especialidad en la que España puede conseguir medalla. "Villanueva tiene que marcar una época", proclama Salvador Cabeza de Vaca, el técnico español de pista.

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Villanueva es el tipo perfecto para el oficio. Un biotipo ideal. 1,75 metros y 68 kilos de buenos músculos. En las piernas, claro. Y buenos deltoides y brazos también, armas para combatir cuerpo a cuerpo en sprints y keirin (ocho vueltas tras una moto que se retira a falta de dos y los corredores disputan un sprint). Un tipo valiente. Su debú en un Mundial, el año pasado en Berlín, fue catastrófico: en la primera ronda de velocidad (sprints de 200 metros cara a cara), su rival, un japonés, se fue al suelo a las primeras de cambio. Un buen rato estuvo caído, incapaces sus cuidadores de sacarle los pies de las zapatillas atadas a los pedales. A él, al alcalaíno, lo descalificaron, claro. "Pero eso ya está olvidado", dice. "Está todavía un poco verde para esas especialidades de enfrentamiento directo", dicen en la federación. Mejor concentrarse ahora en la velocidad olímpica, una disciplina incruenta: el equipo que haga el mejor tiempo, pasa, no hace falta meter riñones ni sacar codos.

Así que alrededor de Villanueva, el ciclista que no teme a nadie ni a nada, han llegado las esperanzas a Sydney. "Sí, pero quizás se está hinchando un poco demasiado el globo", advierte José Antonio Escuredo, el veterano del clan, el gerundense de 30 años al que un accidente de tráfico dejó fuera de Barcelona 92 y que ya compitió en Atlanta 96. Escuredo, especialista en el kilómetro, prueba que se disputa en Sydney el sábado y en la que no participa para llegar fresquísimo al gran desafío, aportará al trío su experiencia, su calma, y su largo aliento. Hará la tercera posta, la que normalmente decide la prueba. "En Berlín hicimos el segundo tiempo después de los dos primeros, pero el tercer corredor se hundió. Con Escuredo será diferente", dice Cabeza de Vaca. Escuredo tendrá que revivir las sensaciones únicas que asaltan en los últimos metros al corredor del kilómetro. "Vas como en una nube, muerto, sin aire ni nada, te sientes tan vacío que piensas que son los pedales los que giran solos y tiran de ti, y no al revés".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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