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VUELTA 2000 Séptima etapa

Regresa el 'día Heras'

El líder del Kelme gana en Morella combinando el oportunismo y la buena forma

El día Heras no siempre cae en la misma fecha. Pero cada año hay uno. Desde que a Roberto Heras se le conoce por su nombre en el pelotón profesional, siempre ha atrapado una etapa en la Vuelta a España. Sólo falló el año pasado, en que ni él ni su equipo, el Kelme, se llevaron un triunfo parcial. Esta temporada ha regresado a la senda. Ha vuelto el día Heras. Y llegó pronto. En la segunda etapa con una pequeña dificultad montañosa o, siendo puristas y puntillosos, en la primera llegada en alto.Él tiene una facilidad innata para encontrar un hueco en las grandes carreras. Sabe elegir un día determinado y arreglárselas para llegar solo o en compañía de muy pocos. Así, a sus 26 años, ya suma una etapa en el Giro, unas cuantas en otras carreras de menor rango y tres en la Vuelta a España. Siempre en subidas, en su terreno. Le falta una en el Tour. La rozó este año, pero tropezó con las tácticas de Virenque y con una valla en Morzine.

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A ese oportunismo que lleva siempre dentro le agregó ayer en Morella el buen punto de forma que ha traído a la Vuelta y la rabia que le carcome. En condiciones normales, Heras podía ir segundo en la general, pegado a Zülle. Pero no es así porque debe acarrear con lo que Escartín llama "losa". Es decir, el recuerdo de Albacete, un minuto y 21 segundos.

No es que Heras redondeara una jornada histórica. No. El interés de la etapa con final en Morella se limitaba a los últimos dos kilómetros. Una subida por las calles del pueblo, estrechas, con un suelo rugoso. Aptas para un tipo con buenas piernas en una rampa corta pero exigente. A ese perfil responde otro Roberto, Laiseka. Su arrancada para capturar al recién escapado Vinokourov y adelantarle como un cohete recordó la subida del año pasado en Abantos. Esta vez las fuerzas le aguantaron menos. Las magulladuras de esta temporada -se rompió la clavícula- le han debilitado.

El final de Morella requería unas piernas más explosivas. Como las de Heras. El corredor de Béjar esperó al momento justo para asegurarse la etapa, pero no para abrir huecos con sus perseguidores. Ayer le bastaba el triunfo para presentar sus credenciales en la Vuelta. Para diferencias, pensó, ya vendrán días mejores y montañas más largas. De momento, ha demostrado ser el mejor de los escaladores y que el Kelme sigue dispuesto a continuar su carrera particular en los Pirineos.

Realmente, no había espacio para más. Todos sus compañeros de clasificación entraron juntos en la meta, encabezados por Ullrich -siempre delante, atento e impe-rial- y el corredor de la semana, Óscar Freire, a quien poco le importa el terreno. A él le interesa probarse en la Vuelta, y demostrar que no sólo es un sprinter ni un corredor de un día. Los velocistas no se asomaron por Morella.

Freire ha estado presente en todas partes. En las llegadas masivas, en las restringidas, en el alto y en el llano. En todos los sitios excepto en las caídas. Ayer, precisamente, se produjo la más grave hasta ahora, que afectó de lleno al francés Bruno Thibout (Jean Delatour). Cuando se retrasaba del pelotón para recoger los bidones de agua, un coche frenó bruscamente y se estampó contra la parte trasera del vehículo. Aunque no corre peligro, le intervinieron en la zona maxilofacial y le debieron trasladar a un hospital en Valencia. La Vuelta ya ha perdido a diez ciclistas. Y Thibout varios dientes.

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