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LidiaFERIA DE BILBAO

Una estocada

José Ignacio Ramos cobró la estocada de la tarde que era, a su vez, de la feria. Y eso es cuanto hay que contar de la tarde y casi también de la feria.Un aburrimiento fue la corrida y casi toda entera la Feria de Bilbao.

Lo que pasa es que decirlo en Bilbao está feo. Bilbao es mucho Bilbao. En Bilbao -toros incluidos- todo es enorme y nada admite parangón. Los todo a cien, por ejemplo, serían todo a mil. En la carta del restaurante ponen quisquillón del Cantábrico aunque lo que te sirvan sea quisquillita que al pelarla se pierde entre las uñas. Lo que llaman toro de Bilbao es borrego. Y la afición, un público jaranero y triunfalista que se pasa las corridas aplaudiendo, pidiendo música y poniendo la postura de la Marijaia festera y triunfalista: brazos arriba.

Aguirre / Esplá, Higares, Ramos

Toros de Dolores Aguirre, correctos de presencia sin excesos; flojos en general, 4º inválido; de discreto juego; 3º manso, 6º aplomado.Luis Francisco Esplá: dos pinchazos, se sienta el toro y luego se levanta, metisaca y descabello (ovación y saludos); estocada corta atravesada (ovación y salida a los medios). Óscar Higares: estocada ladeada saliendo perseguido (oreja); estocada corta caída y rueda de peones (silencio). José Ignacio Ramos: estocada (oreja); tres pinchazos y estocada (palmas). Plaza de Vista Alegre, 27 de agosto. 9ª y última corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

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Cambios y premio

No es siempre así en Bilbao ni todos los bilbaínos hacen lo mismo, por supuesto. Sin embargo quienes manejan el cotarro imponen ese triunfalismo, recaban testimonios que lo apoyen y nunca les faltan pues lo que sobran es, igual en Bilbao que en el mundo entero, trepas, granujas y aduladores. Y si, por casualidad, alguien con sentido común y ojo crítico se sale diciendo que menos lobos, lo querrían expulsar primero de Bilbao, luego de la vida laboral.La Feria de Bilbao -digamos pues-, muy criticada cuando la anunciaron por la baja calidad de sus carteles (uno cree, humildemente, que no eran tan flojos), ha resultado ser un auténtico petardo. El aburrimiento presidió la inmensa mayoría de los festejos, y hubo de ser quien lo sacudiera un torero tremendista como Juan José Padilla, en concordancia con la encastada corrida de Cebada Gago.

Por una vez el que podría ser verdadero toro de Bilbao, salió al coso de Vista Alegre en esa corrida de Cebada Gago, séptima de la feria -lidiada el sábado- con una estampa preciosa, un trapío irreprochable y el temperamento que es atributo de la casta brava.

Pero no era el toro real de Bilbao, pues ni se parecía al toro que aquí se quiere ver, con la invalidez y la bondad precisas para facilitar el triunfo de las figuras. Y, además, si de toros íntegros se trataba, para eso está la ganadera Dolores Aguirre, que los cría serios y pertenece a las mejores familias de Bilbao.

La corrida que envió Dolores Aguirre para cerrar la feria no destacó ni por trapío, ni por poder, ni por comportamiento, lo cual no significa que eso la vaya a privar de algún premio. Alguien se lo sacará de la manga. Tampoco se crea que estos pucherazos sólo ocurren en Bilbao. Hace unos años triunfó en Sevilla una gran corrida de Victorino Martín y los prohombres maestrantes reunidos en jurado, que posiblemente consideraban una humillación premiar a un plebeyo de Despeñaperros p'arriba, se apresuraron a premiar la corrida de un ganadero de Despeñaperros p'abajo con apellido ilustre.

Cierto juego ofrecieron los toros de Dolores Aguirre y los diestros les dieron fiesta discreta. Luis Francisco Esplá, con mucha técnica lidiadora, muy sobrado de oficio, para hacer las faenas adecuadas y exponiendo lo estrictamente necesario. Banderilleó sólo un toro, por el pitón derecho exclusivamente a cabeza pasada, y no se descarta que lo hiciera aposta.

Óscar Higares, que recibió sus dos toros a porta gayola, sacó partido de la nobleza del segundo por derechazos (por naturales le fue peor) y cortó una oreja, mientras al quinto le aplicó astroso trasteo, algunos de cuyos pasajes pitó el público.

José Ignacio Ramos, banderillero de tosco estilo, sacó pases voluntariosos al boyante tercero y ganó la oreja con el estoconazo que cobró. Al aplomado sexto, tras valerosas e insistentes porfías intentando sacarle algún partido, lo mató mal. Y extrañó bastante después de haberle visto en el toro anterior marcando los tiempos de la suerte suprema con una valentía y una pureza como no se han visto en toda la feria. Fue un volapié soberano. Una estocada de Bilbao.

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