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CICLISMO Clásica de San Sebastián

Dekker vuelve a sorprender

El holandés, ganador de tres etapas en el pasado Tour, consigue su primera 'clásica'

Tan acostumbrado a sorprender al pelotón cuando nadie lo espera, Erik Dekker (29 años) empieza a actuar con una suficiencia fuera de lo común. El holandés, ganador de tres etapas durante el pasado Tour, se escapó ayer de un grupo desbocado para sobrevolar los últimos mil quinientos metros de la Clásica de San Sebastián y desternillarse.Ganar cuando uno decide hacerlo debe ser una experiencia que conduzca al éxtasis, o por lo menos a la hilaridad. Sin embargo, Dekker había pasado tan desapercibido en los pronósticos que cuando enseñó su maillot, todos, rivales y aficionados, entendieron que su amnesia resultaba de lo más injusta. La discreción del ganador contagió a los grandes apellidos, a los grandes sueldos del pelotón internacional, ayer decididos a no acalorarse.

Paso a los modestos, porque esto de las clásicas sólo interesa a una deliciosa minoría. Lamentable. Además, uno de los pocos ciclistas que entiende que su profesión discurre de marzo a octubre, Laurent Jalabert, decidió no salir. Y su ausencia entristeció una clásica que arrancó bajo un chaparrón y no consiguió sacudirse la impresión de tristeza. Jalabert conoce una grave crisis con su equipo, el ONCE, que busca rebajarle la ficha para compensar un presupuesto alterado por el fichaje de Stefano Garzelli, ganador del pasado Giro.

Fue una de las ediciones más curiosas de la 'Clásica', la única prueba española puntuable para la Copa del Mundo y una cita sobresaliente donde confluyen los actores del Tour, los hombres en forma del momento y los clasicómanos. Todos estuvieron representados, sí, pero por sus lugartenientes: Bettini en lugar de Bartoli, Odriozola haciendo de Mancebo, Zarrabeitia de Olano, Vainsteins como Casagrande... lo que acabó decepcionando a los que esperaban grandes explicaciones, aunque satisfizo a los que sólo aspiraban a ver ciclismo de ataque. Una fuga madrugadora de quince hombres maniató la carrera hasta las primeras rampas de Jaizkibel, el lugar que tradicionalmente decide la prueba, cosa que no ocurrió en esta ocasión. La fuga del día murió camino del alto, en el mismo lugar donde Jon Odriozola se largó del pelotón, conectó con los fugados, los dejó plantados y se atrevió a soñar con su primer triunfo profesional. Todo quedó en un sueño intenso que creció cuando Zarrabeitia, otro que sigue buscando su sitio, enloqueció en el descenso empapado por la lluvia y se enganchó a Odriozola enjugando un retraso de 20 segundos a fuerza de poner los pelos de punta a la concurrencia. El escenario parecía irreal: dos españoles en fuga a diez kilómetros del final de una carrera de la Copa del Mundo, competición denostada por estos lares. Por supuesto, todo quedó en espejismo, por mucho que en el grupo viajara Óscar Freire (quinto al final), que suplió su falta de forma por kilos de sufrimiento para no descolgarse en Jaizkibel; por mucho que Igor González de Galdeano, Etxeberria o Casero se aplicaran en forzar el milagro. Nada que hacer.

Los milagros parecen patrimonio exclusivo de Dekker, que supo ganar en el Tour de casi todas las formas posibles: escapado desde lejos, en pareja, con el pelotón en la nuca, en Villeneuve-sur-lot, Revel o Lausana. La cita propició casi doscientos kilómetros de notoriedad para Igor Astarloa y Juanma Gárate, exiliados respectivamente este año al Mercatone y al Lampre, donde han descubierto el profesionalismo después de dejarse los nudillos llamando a las puertas de los grupos españoles. Sus ambiciones fallecieron en Jaizkibel; las de los ilustres mucho antes, por dejadez. Enfrente, Dekker sumó inteligencia, ambición y potencia para conquistar su primera clásica. Pura justicia.

Clasificaciones: 1º. E. Dekker (Rabobank): 5.15.59; 2º. A. Tchmil (Lotto), a 4 s; 3º. R. Vainsteins (V. Caldirola), m. t.; 4º. P. Bettini (Mapei), m. t.; 5º. Óscar Freire (Mapei); m. t.

Copa del Mundo: 1º E. Zabel, 330 puntos; 2º A. Tchmil, 206 pts; 3º R. Vainsteins, 188 pts.

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