El tráfico
Hay problemas que arrastramos año tras año y, por graves sean, no parecen tener solución. ETA, por ejemplo. Pero hay otros que provocan más muertos aún y sin embargo dejan indiferentes a nuestros gobernantes. Y no me refiero a la violencia doméstica que tantos machos hispánicos confunden con crímenes pasionales, sino a la circulación viaria, una de cuyas consecuencias es la contaminación que está dejando yermo el mundo, invivibles sus ciudades y nerviosos y asmáticos sus habitantes. El imposible tráfico ya no se reduce a épocas de vacaciones, partidos de fútbol de interés general y horarios escolares. No. Hoy las autopistas van llenas todo el verano, y la mayoría de ciudades, grandes o pequeñas, pueden colapsarse cada día: el ciudadano va en coche al estanco y aparca en doble fila, los autobuses encuentran su carril bloqueado, los trenes de cercanías tienen horarios limitados, el transporte público sería insuficiente si no contara con el privado y Renfe reduce drásticamente los recorridos. Los responsables, en lugar de buscar soluciones a largo plazo, como fomentar la utilización del transporte público con la creación de redes viables, se limitan a remiendos provisionales y esperpénticos, más incitadores que disuasorios, que les permitirán salir en la foto aunque alcancen al poco tiempo una nueva saturación: pasos subterráneos, aparcamientos en el centro, autopistas más anchas, permisividad, lo que sea con tal de no ofender a los intocables fabricantes de coches ni mermar los inmoderados beneficios del combustible, y a los ciudadanos se les cuenta que pasarse la mitad de su tiempo en el coche forma parte de la calidad de vida y es síntoma de alto nivel económico.Hasta ahora ningún partido, ningún Gobierno, ha incluido el transporte de ciudadanos y de mercancías en sus programas, a pesar de que rozamos a todas horas el desastre. Tal vez habría que recordarles que se trata de un servicio público, tan importante y necesario como la atención sanitaria, la educación pública o la investigación, y que requiere soluciones a más largo plazo y más racionales. Pero están tan preocupados por la economía que tal vez ni siquiera lo entenderían.