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Iglesias flotantes en el Volga

Dos 'templos barco' intentan llenar el hueco que dejó en Rusia la represión estalinista contra el "opio del pueblo"

Las cúpulas doradas de dos iglesias ortodoxas han invadido el Volga (el río más largo de Europa) y el faraónico canal construido en tiempos de Stalin que le une con el "don apacible" de los cosacos y del premio Nobel Mijaíl Sholojov. El pasado 12 de julio, el arzobispo Guerman, de Volgogrado, consagró el segundo de los templos flotantes. Hoy espera en un muelle de la antigua Stalingrado que llegue un remolcador y que se solucionen algunos problemas burocráticos para emprender río arriba su labor misionera.Centenares de iglesias fueron destruidas en esta región del sur de Rusia en tiempos de Stalin, ya fuese para exterminar las huellas del "opio del pueblo" o porque estorbaban para llevar adelante faraónicas obras públicas, como el canal Volga-Don, de más de 100 kilómetros de longitud. Con la desintegración de la Unión Soviética, algunos de aquellos templos han sido reconstruidos, pero la crisis económica ha impedido que la Iglesia ortodoxa, en pleno renacimiento, llegue hasta numerosos pueblos de la zona, en los que, paradójicamente, se han hecho fuertes a veces otras confesiones cristianas, como los Testigos de Jehová.

La idea de las iglesias flotantes surgió en noviembre de 1997 cuando dos popes ortodoxos (uno ruso y otro holandés) se lamentaban en una banya de vapor de Volgogrado de las dificultades a que se enfrentaban para propagar "la verdadera fe". El holandés, Theodore van der Voort, que dirige los programas de ayuda de la organización católica alemana Ayuda a la Iglesia Necesitada, recordó que un obispo siberiano había alquilado un barco para un viaje misionero por el río Ob. El ruso Nikolái Agafónov se preguntó entonces: "¿Y por qué no utilizar un barco iglesia?".

Dicho y hecho. Con unos nueve millones de pesetas aportados por Ayuda a la Iglesia Necesitada, se compró una plataforma flotante de 27 metros de largo y se la equipó con cuanto necesita un templo ortodoxo que se precie: desde las cúpulas doradas al iconostasio, el altar, los vasos litúrgicos y las campanas. El 22 de mayo de 1996 era consagrada con el nombre de San Inocencio, el misionero ortodoxo que, en la primera mitad del XIX, evangelizó las islas Aleutianas y Alaska, hoy norteamericanas pero entonces rusas.

Tres años después, Agafónov hace balance de la experiencia, que no puede ser más satisfactorio, ya que, afirma, los habitantes de los pueblos en los que recala la iglesia -que es arrastrada por un remolcador y cuenta con una dotación compuesta de un pope y un asistente- acogen invariablemente con grandes muestras de alegría la posibilidad de asistir a los oficios religiosos. Incluso, de vez en cuando se celebran rogativas contra la sequía. En una ocasión, las nubes respondieron rompiéndose para ayudar a la cosecha y, de paso, para permitir seguir su ruta al barco, casi en dique seco por la falta de agua.

No todo marcha siempre como la seda. Las autoridades locales se muestran a veces recelosas. En cierta ocasión, la policía irrumpió en el templo en busca de un inexistente cargamento de armas e incluso detuvo al sacerdote que pretendía impedirles el paso.

En cuanto a la segunda iglesia, consagrada el pasado 12 de julio y que lleva el nombre de San Nicolás, ya ha sufrido el robo de objetos religiosos por importe de unas 100.000 pesetas. El coste total del proyecto, financiado también por Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha sido de unos cuatro millones de pesetas, menos de la mitad que en el primer caso, gracias a la caída en la cotización del rublo.

"Calculo", asegura el pope Agafónov, "que con una tercera iglesia flotante se cubrirían las necesidades de la zona, y la gente podría asistir a misa y a otras ceremonias con más frecuencia, y no una vez al mes, como hasta ahora". Aunque durante el invierno se impone una larga parada técnica, hasta que llega el deshielo.

El renacer de la Iglesia ortodoxa no sólo se produce en el agua, sino también sobre raíles. Cerca del centro balneario de Sochi, junto al mar Negro, un vagón de tren funciona como iglesia mientras se construye un templo nuevo que sustituya al que se dinamitó hace 40 años a causa de la construcción de un aeropuerto. A miles de kilómetros de distancia, en la región de Jabarovsk (Extremo Oriente ruso), comenzó a funcionar a comienzos de julio un templo instalado en dos vagones de ferrocarril que estaban fuera de servicio y que han sido restaurados. Allí se celebran misas, bautizos, funerales y algunas bodas, una misión en la que, sin duda, nunca pensaron sus fabricantes.

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