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EUROCOPA 2000El fracaso de la selección

La selección exige un debate

Es hora de que el fútbol español abra un periodo de reflexión sobre su incapacidad para alcanzar el prestigio de sus clubes

Santiago Segurola

Cuando lo circunstancial se convierte en costumbre hay materia para el análisis y el debate. No para la Federación, al menos de forma oficial. Y tampoco para el seleccionador, que se tomó su periodo de vacaciones inmediatamente después de terminar el partido con Francia. España había sido eliminada en los cuartos de final de un gran torneo, la Eurocopa en este caso, y el dato obligaba a recordar otras eliminaciones parecidas. Cargadas de drama, pero eliminaciones al fin. ¿Cómo es posible que un país con la tradición futbolística de España no haya conseguido entrar en unas semifinales desde 1984? ¿Cómo es posible en un país con una Liga que alguna vez ha sido considerada la mejor del mundo? ¿Cómo es posible en un país cuyos equipos han disputado 14 finales europeas en los últimos 16 años? ¿Cómo es posible en un país cuyas distintas selecciones -excepto la absoluta, por supuesto- han conquistado todos los títulos del mapa: olímpicos, sub 21, sub 18 y sub 16? ¿Cómo es posible en el país de Butragueño y Raúl, de Guardiola y Míchel, de Hierro y Zubizarreta? ¿Cómo es posible explicar que España no ha conseguido lo que 12 países de Europa han logrado: llegar alguna vez a las semifinales de un Mundial o una Eurocopa? El fútbol español, que tiene conciencia de estar ubicado entre los cuatro mejores de Europa por prestigio, jugadores y dinero, ha llegado a un punto en el que no puede presentar una hoja de méritos cuando menos similar a la de Dinamarca, Bulgaria, Suecia o la República Checa. ¿Qué explicación tiene el irrelevante papel que cumple España en los dos grandes torneos?Apoyado en el quicio de una puerta en el hotel Sofitel de Brujas, apenas dos horas después del partido con Francia y sólo cinco minutos ante de dirigirse al aeropuerto para regresar a España, Guardiola no podía reprimir una última consideración. "Hemos vuelto a caer en cuartos de final. Otra vez. Si nos ocurre siempre es porque algo pasa". ¿Qué pasa, Pep? "No lo sé. No soy capaz de dar una respuesta. Vosotros (por la prensa) tendréis que decir algo. Alguien tiene que decir algo, porque esto no es normal". Lo decía un indiscutible discutido, cosa habitual en España donde la crítica es de una generosidad escandalosa con los futbolistas mediocres e implacable con los de ley. Lo puede certificar Guardiola, y antes Hierro, y Michel, y Butragueño. Y muy pronto Raúl. Y Casillas no tardará. Mientras, la selección ha sido el predio de futbolistas de tercera fila que han hecho una larga carrera sin que les asome la cicatriz de las críticas. Algunos acaban de participar en la Eurocopa y proseguirán su tranquila carrera internacional. Nunca tendrán la responsabilidad de nada.

Es hora de que el fútbol español comience un periodo de reflexión sobre su incapacidad para situarse a la altura del prestigio que han alcanzado sus clubes. Ese desequilibrio no se observa en Italia, país latino, importador de futbolistas, vehemente en su relación con el fútbol. Tampoco se advierte en Alemania, a pesar de sus recientes fracasos. Ni en Inglaterra, donde la selección es pasto de las críticas, pero donde pueden presumir de haber alcanzado las semifinales. Francia puede dar el ejemplo contrario: un país de éxito con una tradición menor en sus clubes.

No conviene refugiarse en el carácter azaroso del fútbol, ni en el victimismo. ¿Qué dicen los datos? Que España no ha llegado a las semifinales de un gran torneo desde 1984, que en tres ocasiones ha sido eliminada por fallos en los penaltis (1986, 1996 y 2000), que una vez se estrelló en la prórroga (Mundial 90, tiro libre de Stojkovic), que recibió en el minuto 87 el gol de la eliminación en el Mundial 94, que sólo una vez ha conseguido ganar el primer partido del torneo (frente a Dinamarca en 1988), que eso significa arrancar con dudas, que tiene vocación para resistir -sólo frente a Alemania en la Eurocopa de 1988 perdió por una diferencia de más de un gol- pero no para protagonizar. Lo circunstancial ha terminado por convertirse en terca estadística, lo que obliga a pensar en alguna disfunción de fondo. Algo falla históricamente en la estructura de la selección. Confesaba Guardiola que no sabía la respuesta. Es hora, en cualquier caso, para un gran debate. No para bajar la persiana y poner el cartelito de cerrado por vacaciones.

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