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La soledad de Mawusi

La soledad de Mawusi tiene varias caras. Pero la que ella más recuerda es la de las cinco noches que durmió a la intemperie en un banco de la plaza de España sin atreverse a contarle a nadie que estabva perdida.El rastro de Mawusi Rosario do Desterro, una joven brasileña de 20 años que padece un ligero retraso mental, se esfumó misteriosamente el pasado lunes. Ese día, Mawusi salió de su casa en Torrejón de Ardoz a las 9.30 de la mañana. Se dirigía a la tienda Remar, en el distrito de Puente de Vallecas, donde trabaja desde hace algo más de un año. Pero nunca llegó. Desde entonces, el miedo y la consternación se apoderaron de su madre y su hermana, las dos personas con las que vive desde hace más de doce años en España. Ayer, por fin, apareció sana y salva.

En el universo de Mawusi las razones de su desaparición parecen no tener explicación. Ella no sabe a ciencia cierta por qué comenzó a vagar por el centro de Madrid sin rumbo fijo. Recuerda, eso sí, que a veces tenía miedo: "Me asustaba ver a tanta gente paseando por las noches", dice.

El principal argumento que esgrime Mawusi es que no quería volver a su sitio de trabajo, una tienda administrada por un centro evangélico al que pertenece desde hace un año. Prácticamente vivía allí. De lunes a viernes trabajaba y el fin de semana volvía a Torrejón de Ardoz. "Ya no me gustaba ese sitio. No quería volver, no quería seguir trabajando de dependienta y no quería seguir asistiendo a la iglesia", cuenta Mawusi.

Por eso, el día de su desaparición salió de casa con la firme convicción de no regresar a la tienda. Y entonces se quedó en la calle. Esos cinco días que Mawusi retiene con nitidez en su memoria transcurrieron en absoluto silencio. Durante ese tiempo apenas pronunció palabra. Se tragó toda la confusión que llevaba dentro. "Yo no quería trabajar. Pero sí quería volver a mi casa. Como no tenía dinero no podía llamar por teléfono y entonces me quedé por ahí", dice. Y tampoco se atrevió a contarle a nadie su drama: "Me daba vergüenza". Los pasos de Mawusi se repitieron una y otra vez por las mismas zonas: la plaza de Callao, la Puerta del Sol, la plaza de España y la Gran Vía se convirtieron en los escenarios de su soledad. "Cuando me daban ganas de ir al baño entraba en algún bar, y después seguía caminando", cuenta con un aire de inocencia en su voz.

"Me acostaba a las diez de la noche en un banco de la plaza de España. Me asustaba la gente, pero nadie se metió nunca conmigo. Me despertaba a las once de la mañana", relata. Así, cinco largos días. Cinco días en los que, según afirma, no probó bocado. "Es que no me daba hambre", dice. ¿Nunca? "No", dice contundente. Mientras tanto, la tensión en casa de Mawusi iba en aumento. Su madre y su hermana acudieron a los medios de comunicación para distribuir su retrato, y en algunas paradas de metro ya podía verse su rostro, debajo del cual aparecía una terrible inscripción: "Desa-parecida".

"Fueron días de mucha angustia. Yo estaba muy nerviosa porque pensaba que le había pasado algo", declara ahora, Normelia, su madre. "Fuimos a varios hospitales y recorrimos muchas calles. Nadie la había visto", añade Patricia, su hermana.

La pesadilla de la familia Do Desterro terminó ayer. Justo cuando Normalia salía a la calle para seguir pegando carteles en las paredes con la foto de su hija recibió una llamada de la policía en la que le anunciaban que había aparecido.

Una mujer que limpiaba en la plaza de España reparó en Mawusi. La encontró acostada en un banco y le pareció conocida, pues su historia había aparecido en varios medios de comunicación. "¿Qué haces aquí?", le preguntó. "Estoy de paseo", contestó la chica. La mujer, entonces, al notar el estado en el que se encontraba, decidió llamar a la policía. Unos agentes acudieron al sitio y la interrogaron. Como llevaba consigo toda su identificación y un certificado de su condición mental, no fue difícil encontrar a la familia.

Lo primero que notó Normelia cuando vio a su hija fue su delgadez: "Está flaquísima, tiene la tripa pegada al hueso", dice. Pero eso no parece importarle tanto. "Lo único que me interesa es que está bien, que no le pasó nada", afirma. Y también notó que, pese a su odisea, Nawusi está tranquila.

Y, para que no vuelva a perderse, Normelia cumplirá ahora el deseo de Nawusi: "No va a regresar a ese trabajo. La matricularé en algún curso de modistería o cerámica. Lo que le guste a ella".

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