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EUROCOPA 2000La jornada de ayer

El empate cierra un partido hueco

El resultado del Turquía-Suecia clasifica automáticamente a Italia para cuartos de final

Diego Torres

El partido se equilibró a partir de dos equipos opuestos. Alcanzó su velocidad de crucero y navegó hasta un empate a cero que sólo beneficia a Italia, clasificada de forma automática para los cuartos de final. Turquía tenía recursos, contaba con delanteros y centrocampistas suficientes para doblegar a una Suecia limitadísima de jugadores. Si Turquía no merece seguir en la Eurocopa es porque no supo aprovecharlos. Porque su mejor jugador, Sergen, calentó el banquillo inexplicablemente. Con menos calidad a su disposición, los suecos se ganaron el empate a pulso: les bastó con un medio centro. Y el resultado terminó haciendo justicia a un duelo tan ajetreado como vacío de satisfacciones para los jugadores y para el público.El partido sirvió para constatar que un conductor del juego, aunque sea malo, es mejor que ninguno. Mjalby, que es un organizador torpón pero aplicado, estructuró a su equipo a partir del empeño y el buen ojo. A su alrededor giraron dos volantes disciplinados y Ljungberg, que rodó libre en la zona del media punta. Pero las virtudes de Mjalby, que hablan de un tipo con buenas intenciones, se vieron permanentemente limitadas por su empeine de acero inoxidable. La misma deficiencia que condiciona a todo el equipo sueco a excepción de Ljungberg, que sabe manejar el balón, tiene remate, velocidad y desborde, pero desconoce cuál es exactamente su misión en el equipo. Circunstancia gravosa cuando su supuesta función es la de aclarar el panorama a los delanteros y los volantes en ataque.

A Ljungberg, la media punta le queda grande pero eso ayer dio igual. No tuvo gran relevancia porque el rival al que se enfrentaba era Turquía. Un grupo que cuenta con una delantera notable, pero que vive desguarnecido en el medio de su defensa. Y su medio centro, un jugador pequeño y repeinado, no tenía nada. Suat fue un espectador curioso en medio del campo. Quizá su habilidad reside en poner atención a todas las jugadas por igual sin participar en ninguna. Con los ojos bien abiertos, fue incapaz de acomodar a su medio campo, no robó apenas balones, y cada vez que dispuso de la pelota la envió directamente al enemigo. Hasta que entró Sergen, el 10. ¿Por qué el seleccionador turco no le dejó jugar hasta la última recta? Un misterio. Porque fue el jugador que necesitaba Turquía para canalizar su juego. Cuando reaccionó, ya era tarde. Sükür estaba desquiciado por el aislamiento. Sus compañeros estaban cansados. Y el público comenzaba a abandonar el estadio Philips repartiendo insultos a ambos equipos por igual.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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