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Jugar a académicos

De tan poco rigor como derroche de imaginación hizo gala el nutrido grupo de niños que el pasado viernes participó, en el marco de la Feria del Libro, en la elaboración de un primer diccionario infantil.Y es que los más de 150 chavales que acudieron a la carpa instalada en el Retiro, convocados por la revista Tupataleta (que se distribuye gratuitamente a unos 100.000 escolares de la Comunidad de Madrid), debían "inventar" palabras sin cortapisa alguna, sin atenerse a rigores etimológicos, ni a reglas ortográficas (devereta: máquina de hacer deberes), ni siquiera al sentido último de la lógica.

La única condición exigida fue la de que, junto al término, explicasen su significado. Si cumplían tal requisisto, el vocablo aparecerá en un libro que la revista publicará a finales del próximo curso escolar.

La idea de verse inmortalizados por la letra impresa excitó aún más la creatividad de chicos y chicas, que llegaron a construir más de 100 términos; buena parte de ellos, referidos al reino animal y resultado de la fusión de dos sustantivos (éstos sí, reconocidos por la Academia).

En este grupo se incluyen denominaciones como cabajira (mitad caballo, mitad jirafa), moskirana (mitad mosca, mitad rana), tigreleón, cuyo significado, aunque pudiera parecer evidente, no es otro que el de "elefante saltimbanqui", o ávila, que, también en contra de las apariencias, consiste en un "ave voladora, con vista de lince".

Carmen, de 10 años, llegó a la zona del laboratorio de palabras después de superar otras siete pruebas y nada más acercarse escribió en su ficha la palabra mus-mus.

-¿Qué significa?

-El poder y la magia de una bruja -espetó sin dudar un solo instante.

-¿Cómo se te ha ocurrido?

-Sobre la marcha, mientras iba haciendo las otras pruebas.

No resultó tan fácil para un chaval de unos seis años que llegó a agotar la paciencia de su madre, con prisa por marcharse. "Escribe lo que sea", le decía ella, pero el niño miraba una y otra vez al techo de la carpa buscando inspiración, tomándose la tarea con tal angustia como si de un examen escolar se tratara.

Son sólo dos ejemplos que ilustran los comportamientos más dispares. El de la mayoría consistía en pensar apenas un instante y luego apresurarse en escribir (o dictarle al monitor) cosas como las citadas fusiones u otras menos obvias. Así vieron la luz cocolar (colocar mis cosas), printulador (al que le gusta pintar con rotulador), princhicista (persona que tiene el deseo de ser príncipe), venreja (animal de metal de donde salen los pendientes).

Rarezas

Otras de las inventadas entran directamente en el capítulo de rarezas varias. Son los casos de lotfi (ser que baila y canta empezando por atrás), lobigarto (señor que cuando habla aúlla como un lobo y enseña los dientes como un lagarto) o algunas de complicada elaboración y significado imposible como draculaciónbasnina (animal con siete orejas y en cada una, un cuerno, tiene colmillos y grande la boca). La poética del deseo tampoco estuvo ausente de la inventiva infantil, que describió nubin como la situación "cuando se ponen las nubes rosas y llueven caramelos".

A todos los participantes se les certificó su colaboración en el diccionario con un Diploma de Autor, otorgado por la Irreal Academia de Ediciones En Babia (editora de Tupataleta), que seguirá recibiendo las palabras que inventen sus lectores a lo largo del siguiente curso escolar. Será entonces cuando, para divertimento de académicos y filólogos, vea la luz este nuevo diccionario, que bien podría calificarse de disparate terminológico.

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