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Los protocolos de los sabios de Núñez JOAN B. CULLA I CLARÀ

Es un rasgo inherente a todos los autoritarismos el asimilar disidencia con traición, el atribuir cualquier crítica a un infame complot orquestado por los enemigos exteriores. Ello resulta comprobable en las más sangrientas dictaduras contemporáneas, bajo cuyas paranoias millones de seres humanos han perdido la libertad y la vida, y también en los cesarismos menores, incruentos y grotescos, bajo cuyos delirios conspirativos sólo perecen el sentido común y el sentido del ridículo.Entre estos últimos, el nuñismo parece acercarse a su fin en medio de una apoteosis complotista al lado de la cual los Protocolos de los sabios de Sión semejan un cuento infantil. Me puso en la pista de ello -pues vivo bastante al margen del barcelonismo militante- el azar, o más exactamente un error del servicio de correos, al depositar en mi buzón, semanas atrás, un ejemplar del boletín mensual del Fútbol Club Barcelona, en concreto de su número 8, correspondiente al mes de marzo. Lo confieso: movido por la curiosidad, me lo apropié, y donde pensaba hallar una anodina publicación institucional, reflejo de la vida interna de la entidad y agenda práctica de los socios, encontré una hoja de combate impresa con dinamita, un obús de grueso calibre que el presidente y su guardia pretoriana utilizan para bombardear a enemigos reales o supuestos.

Antes que el contenido, sin embargo, choca de ese boletín -La Veu del Club, se llama- algún aspecto formal. Por ejemplo, que no tiene responsables conocidos. Ni director, ni coordinador, ni redactor jefe, ni autores de los artículos. Todos los textos son rigurosamente anónimos, con excepción de la carta del president firmada por Josep Lluís Núñez y de un breve billete a cargo del vicepresidente Josep Mussons. Si tenemos en cuenta que, con más de 100.000 ejemplares de tirada, La Veu del Club debe de ser una de las publicaciones más difundidas y leídas de Cataluña, llama la atención la franciscana modestia de quienes lo pergeñan, humildemente ocultos bajo la mención "Edita FC Barcelona".

Su obra, en cambio, no tiene nada de humilde ni de modesta. En el número que estoy glosando, el del pasado mes de marzo, el tema central -portada y cuatro de las 16 páginas de la revista- es... el complot cuasi universal para perjudicar al Barça. Bajo el título de Contra qui juguem? y con el apoyo de un vistoso gráfico resumen, el boletín hilvana una enrevesada retahíla de recortes de prensa sobre el accionariado de distintos clubes de fútbol de Primera División y sobre la titularidad de los derechos televisivos de este deporte, los aliña con unos cuantos "se dice", "presuntamente", "hay fundamentos para creer...", y concluye de todo ello que existen en España dos grandes grupos mediáticos, PRISA y Zeta, conchabados por inconfesables intereses económicos y/o familiares en apoyo del Real Madrid y cuyo gran objetivo común es -cito- "desestabilizar al FC Barcelona". Por consiguiente, los diarios El Periódico, Sport, EL PAÍS y As, la cadena SER, Canal + y Canal Satélite son enemigos del club que preside Núñez, cultivan la crítica sistemática, promueven la inasistencia de los socios al estadio... Sobre algunos de los medios citados, el boletín asevera: "Mientras el Barça es hostigado y asediado diariamente sin miramientos, al Real Madrid le tapan todos los problemas".

Al parecer, la web oficial del club azulgrana repite desde hace tiempo idénticos mensajes: ¿pancartas?, ¿oposición vecinal y reticencia municipal ante el proyecto urbanístico Barça 2000?, ¿pañoladas?, ¿demandas de dimisión de Van Gaal? No son más que el reflejo de una trama conspirativa que busca la caída de Núñez y, por ende, la perdición del Barça. Los resultados deportivos de la actual temporada no tienen, según eso, nada que ver.

En su patético declive, el nuñismo finge confundir la pluralidad de los medios, el libre albedrío de redactores y articulistas, los efectos nefastos de su propia política de comunicación y la arrebatadora antipatía de Louis van Gaal con un siniestro contubernio mediático-madridista, y se proclama víctima de la irrupción del dinero televisivo en el mundo del fútbol -"intereses extrafutbolísticos", los llama-, como si el Barça no hubiese participado a manos llenas de ese negocio. Con ello, Núñez y sus adláteres insultan la inteligencia de los socios del club, pues les suponen capaces de tragarse semejantes patrañas, pero al mismo tiempo mantienen hasta el fin la coherencia con los propios orígenes. Si a fines de los años setenta el nuñismo inicial se protegía tras un puñado de mamporreros llamados "los morenos", hoy lo defienden otra clase de mamporreros, unos cuantos mercenarios de la pluma ocultos en el anonimato de un boletín y de una página de Internet. Las formas se modernizan, el estilo permanece.

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