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Tribuna:CUADERNO DE TEATRO
Tribuna
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Sam Mendes vuelve a casa

Marcos Ordóñez

1. Mendes + Kidman + Spielberg. Ya estamos en plena primavera, tiempo ideal para ir pensando en una escapada a Londres, así que hoy voy a hablarles de uno de mis teatros preferidos en la capital inglesa: el Donmar Warehouse de Covent Garden.Pero antes de recomendarles la visita a esa sala de 252 butacas, tan parecida al Lliure y con un sistema de financiación que ojalá algún productor local se decidiera a estudiar, empecemos por la noticia, como mandan los cánones. Noticia que se divide en tres partes. Parte A: Sam Mendes, su director artístico, vuelve al Donmar, tras el exitazo de American Beauty, para estrenar en el próximo septiembre un montaje de Twelfth night (Noche de reyes), de Shakespeare, protagonizado por (parte B) Nicole Kidman, a la que dirigió (y desnudó) en The blue room, de David Hare, y producido (parte C) por Steven Spielberg, que debuta en el negocio teatral a través de una nueva división de su estudio Dream Works. Y no acaba ahí la cosa, porque Spielberg, quizá a modo de bonificación por los oscars y la taquilla de American Beauty, va a participar en el Donmar con una dotación anual de 200.000 dólares.

"Mendes says no to Hollywood", decía el Playbill de la semana pasada. El director inglés ha rechazado todas las ofertas cinematográficas que tenía sobre la mesa para "volver a su casa, al teatro inglés", pero también, convendría añadir, para salir por pies de Broadway, donde acaba de tener un notabilísimo rifirrafe con Stephen Sondheim. Mendes aterrizó en Broadway en 1996 con dos producciones del Donmar, The glass menagerie y Company, bendecidas por la crítica, pero el aldabonazo llegó en 1998 con la recreación, en un Studio 54 lleno noche tras noche, de otro superéxito del Donmar, Cabaret, que arrasó con cuatro tonys. Y ya que Mendes inauguró su mandato al frente del Donmar, en 1992, con el estreno absoluto en el Reino Unido de Assassins, uno de los musicales más controvertidos de Sondheim, parecía cantado que el nuevo título del Maestrísimo fuese a parar a sus manos. Todos los admiradores de Sondheim babeamos por ese Wise guys que lleva cinco años en fase de workshop, que ya es llevar, y el estreno, con el reclamo para los productores del wonder boy Mendes, parecía inminente, pero el tándem ha tarifado, hasta el punto de que Sam Mendes dice que el espectáculo es suyo y que se lo lleva al Donmar, y Sondheim contesta que por encima de su cadáver (o de los de todos sus abogados). Así las cosas, y mientras Wise guys ha servido al menos para que Sondheim se reconcilie con Harold Prince, el director de sus mayores éxitos en los años 1970-1980, que se ha hecho cargo del proyecto, Mendes vuela a Londres para montar temporada con el señor respaldo de Spielberg, con Twelfth night y la Kidman bajo el brazo, con un Orpheus descending que dirige Nick Hytner (Miss Saigon, The madness of King George) y, sorpresa, con el anuncio de un Sondheim "autorizado", Merrily we roll along, uno de los trabajos más queridos por el compositor y menos apreciados en Broadway, que Michael Grandage dirigirá en las navidades de 2000.

2. Meet The Donmar. Warehouse quiere decir almacén, y eso fue el Donmar durante más de medio siglo: el almacén de plátanos del mercado de Covent Garden. ¿Por qué se llama Donmar? Porque en los años sesenta, el empresario Donald Albery compró el local y lo puso, literalmente, a los pies de Margot Fonteyn como sala de ensayos del London Festival Ballet, juntando sus nombres para bautizarlo: Don-Mar. De 1977 a 1981 se convierte en el "teatro estudio" de la Royal Shakespeare (allí fue donde Ian McKellen y Judi Dench estrenaron su Macbeth) y de 1981 a 1989, Ian Albery y Nica Burns lo consagran al cabaret (Blues in the night, Fascinating Aida), alternando en la programación con montajes más arriesgados de compañías como Hull Truck o Cheek by Jowl.

En 1990 pasa a manos de una empresa privada, ACT, que se lo sirve en bandeja a Mendes, por aquel entonces una de las jovencísimas promesas (24 años) del teatro británico. El programa artístico de Mendes va a centrarse en tres puntos: estreno de nuevos textos, clásicos contemporáneos y musicales de pequeño formato. Desde octubre de 1992, cuando el Donmar reabre sus puertas con el estreno de Assassins, se han sucedido los éxitos. Mendes ha dirigido allí, entre otras, Translations, de Brian Friel (1993); Cabaret (1994), Glengarry Glen Ross (1994), The glass menagerie (1995), Company (1997), The front page (1998) y The blue room (1998), pero también han triunfado, saltando al West End y luego a Broadway, los espléndidos montajes de Design for living (1994), de Coward, a cargo de Sean Mathias; la Electra, con Zöe Wanamaker, adaptada por Frank McGuiness (quien, por cierto, firma la versión inglesa de las Comedias bárbaras que este año presenta Bieito en Edimburgo) o la reprise de The real thing (1999), de Stoppard, ambas dirigidas por David Leveaux.

Sin embargo, el trabajo de management y de caza y captura de patronos por parte de Sam Mendes ha sido, a lo largo de estos nueve años, casi tan impresionante como su labor artística. Catalogado como off porque no pertenece a la Sociedad de Teatros del West End (aunque, geográficamente, se encuentre en esa zona), el Donmar Warehouse tampoco contó en sus comienzos con ningun tipo de ayuda oficial. En un principio dependían exclusivamente de la venta de entradas, pero con un aforo de 250 butacas eso apenas cubría, incluso a teatro lleno, el 60% de los gastos. Como la sala se encuentra justo al lado del centro comercial Thomas Neal's, la primera gran idea de Mendes fue hablar con su propietario y decirle que el Donmar también sería un buen negocio para ellos, con el público acudiendo a sus tiendas y bares, y así consigue que el alquiler de la sala corra de su cuenta. Durante la primera temporada, logra igualmente que la Carlton Television se convierta en el principal patrocinador costeando la mitad del presupuesto de sus producciones. El siguiente paso fue crear una asociación de patronos, The Friends of Donmar, con diversas categorías según su participación: Bronce (de 1.000 a 5.000 libras), Plata (de 5.000 a 10.000) y Oro (de 10.000 libras en adelante). En los últimos años, esa modalidad de patrocinio, que ofrece a los patrocinadores, además de desgravar, una serie de regalitos teatrales (muy ingleses todos: desde una butaca con tu nombre hasta convertirte en anfitrión del private party que sigue a los estrenos), se ha extendido al apoyo a nuevas obras (The Director's Forum) y a la curiosa oferta del Join the Backstage Crew, por medio de la cual los espectadores pueden costear elementos de atrezzo, escenografía y vestuario, con aportaciones que van desde 25 libras hasta 1.000, recibiendo a cambio entradas a precio reducido y descuentos en las tiendas y restaurantes de la zona de Covent Garden.

Sam Mendes, pues, ha conseguido sacar dinero de debajo de las piedras, y cuando las piedras londinenses se le han acabado, ha ido a buscarlas al otro lado del Atlántico. Para empezar, los royalties de los espectáculos del Donmar en Broadway le han valido su primera subvención del Arts Council: 250.000 libras por temporada. Después ha creado una nueva asociación cuyo nombre lo dice todo, The American Friends of the Donmar Theatre, Inc., con un buen descuento fiscal para los patronos norteamericanos y que ha posibilitado, entre otras, la considerable inyección de capital de Steven Spielberg.

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Todo esto es fantástico, y ojalá nuestra empresa privada tomara buena nota de los logros de Sam Mendes en este terreno, pero la pregunta que hacerse ahora es: ¿hasta qué punto la fama internacional de Mendes, la entrada de dinero a espuertas y el reclamo de Nicole Kidman al frente de un reparto van a modificar la trayectoria del Donmar? No hay que ir muy lejos para buscar un ejemplo parecido. La otra gran sala privada del off, el prestigiosísimo Almeida Theatre de Islington, orienta cada vez más sus producciones hacia el gancho de una superestrella como cabecera de cartel (Ralph Fiennes en Hamlet, Kevin Spacey en The iceman cometh), hasta el punto de que para ver uno de sus espectáculos el público ha de empezar a hacer cola a las seis de la mañana... o esperar, posibilidad bastante más cómoda, a que el montaje salte al West End la siguiente temporada. Antes de que eso suceda, les recomiendo esa visita al Donmar Warehouse. Mi mujer y yo hemos pasado allí grandes, grandísimas noches de teatro; las más recientes, Three by Pinter, con el regalo de ver al propio dramaturgo como actor, brillantísimo, y ese impresionante Real thing que estaba agotando localidades a las dos semanas de su estreno. Y nunca, en sus nueve años de existencia, hemos visto un mal montaje. The Donmar Warehouse está en el 41 de Earlham Street, entre Neal Street y Seven Dials, a tres minutos de la estación de Covent Garden.

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