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35ª Jornada de Liga

El Valencia mete la directa

Con Mendieta en figura, los de Cúper no encuentran oposición en el peor Rayo de la temporada

El Valencia se asomó a Vallecas, ejecutó una actuación repleta de sentido común y se volvió a casa con la victoria, la cuarta consecutiva que encadena, y con la sensación de que fue tanta su superioridad que dejó el resultado final donde quiso y como quiso. El Valencia está lanzado y ayer firmó una faena digna de todos los aplausos. Ganó 1-3 como pudo ganar 1-6. Enfrente se encontró con un rival pequeñito a más no poder, el peor Rayo de la temporada. Y se lo pasó pipa.Cuando los de Vallecas se enteraron de qué iba la historia guardaban ya dos goles en sus redes. Bastó que Mendieta se pusiera un poco serio para que saltara por los aires cualquier duda. El centrocampista internacional abrió la primera brecha en la defensa rayista y Farinós fusiló. Luego se inventó una jugada primorosa, amagando fuera del área, esquivando a cuantos rivales le salieron al paso y colando el balón por el único hueco que quedaba entre Lopetegui y su poste. Asunto concluido.

RAYO VALLECANO 1- VALENCIA 3

Rayo Vallecano: Lopetegui; Cota (Ferrón, m.78), Clotet, Amaya, Alcázar; Estíbariz (Michel II, m.46), Pablo Sanz, Poschner, Llorens (Luis, m.59); Michel I; y Bolo.Valencia: Cañizares; Angloma, Djukic, Pellegrino, Carboni; Mendieta (Óscar, m.77), Albelda, Gerard, Farinós (Gerardo, m.89); Angulo y Sánchez (Claudio López, m.69). Goles: 0-1. M.12. Farinós recibe un centro de Mendieta y marca sin oposición. 0-2. M.36. Disparo raso de Mendieta tras jugada individual. 0-3. M.82. Contragolpe del Valencia, López se escapa en solitario, centra y Óscar remacha. 1-3. M.86. Falta que bombea Luis y Bolo peina de cabeza. Árbitro: Roríguez Santiago. Amonestó a Luis y Albelda. Unos 9.000 espectadores en Vallecas.

Sorprendió Cúper en el inicio al dejar en el banquillo a Claudio López, una decisión a la que no le faltaba lógica, siendo como es el de Vallecas un terreno menudo, que no se antoja el más apropiado para las correrías del Piojo. Aún es más: el Valencia tampoco necesitó a Kily González, que se quedó en la grada. Dio igual. Se trata de un equipo que juega de memoria, cuyo centro del campo es, con diferencia, el que tiene más gol en esta Liga. Cualquier pretensión del Rayo, un equipo que ya ha hecho todo el trabajo y que parece desear que la temporada se acabe cuanto antes, pasaba por frenar las llegadas de Gerard, Mendieta y compañía. Fracasó en la tarea. Fue el de Vallecas un equipo lleno de gente que no dijo ni pío, en el que Bolo era la única referencia en ataque. Al margen del gol que logró en los minutos postreros, que careció por completo de importancia, la labor del delantero rayista resultó desesperante. Para él, que siempre recibió de espaldas, y para el público, testigo de excepción de la calamitosa actuación de un equipo, el de Juande Ramos, huidizo, huérfano por completo en la tarde de ayer de cualquier criterio futbolístico.

Así las cosas, al Valencia le bastó con adelantarse en el marcador y con mantener la cabeza fría. Sus defensas pasaron una jornada de lo más apacible, porque las contadas acometidas del Rayo morían siempre al borde del área. Y qué decir de Cañizares, que no tuvo más trabajo que el que le dio Michel I con una chilena demasiado inocente y Luis con un disparo raso y flojito, que al menos obligó al guardameta internacional a desperezarse.

Con tan ridícula munición, el Rayo no pudo por menos que sentirse a merced del Valencia. Juan Sánchez caía una y otra vez a las bandas y sembraba de pasillos la defensa rayista, en la que sólo Amaya dio la talla. Y por esos pasillos entraban Mendieta, Farinós, Gerard y, sobre todo, Angulo, un tipo que vivió feliz ayer en Vallecas. Se incrustó en la media punta y allí gobernó como los grandes. Buscó el gol de todas las maneras posibles, incluso con un lanzamiento desde 50 metros que se fue arriba por poco. Consiguió marcar allá en el minuto 62, pero el auxiliar levantó la banderola y obligó al árbitro a anular el tanto porque, supuestamente, el balón había rebasado la línea de fondo antes de que Sánchez lo mandara al área.

Tampoco esa decisión adquirió trascendencia alguna en un choque en el que todo, con la excepción del juego del Valencia, resultó secundario. Ponerle compañía a Bolo en el ataque no fue para el Rayo sino una manera como otra cualquiera de morir con cierta valentía. Sólo Michel I le echó unas gotas de buen gusto a la tarea. Para desesperación del Rayo, sobre el césped apareció el Piojo, que aprovechó el cansancio de los vallecanos para hacer de las suyas. El primer balón franco que le llegó, en un contragolpe de libro, le sirvió a Óscar para subir el tercer gol al marcador, cuando ya el Rayo había apelado al heroismo para evitar lo inevitable.

No tuvo más historia el partido que la quiso escribir el Valencia, que engorda su autoestima cada día que pasa. Pocas veces se encontrará un partido como el de ayer, con un rival que ya no sabe qué decir, quizá porque no tiene nada que decir. Un rival, en fin, que tras firmar la mejor temporada de su historia no aspira más que a irse de vacaciones. Y eso, cuando enfrente hay tipos tan cargados de fútbol como Mendieta, no es sino una invitación al suicidio.

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