El técnico chilla, Guardiola manda
Libreta en mano, Van Gaal va tachando a cuantos discuten su dictado. Empezó con los suplentes, utilizando a la quinta del Mini para financiar sus fichajes, y una vez completó el plantel a su gusto la ha emprendido con los titulares. Primero metió en cintura a Luis Enrique, y hasta hubo quien le aplaudió por someter a un futbolista ingobernable. Luego desautorizó a Guardiola, y el asunto ya se puso negro, pues más que una discusión supuso una decapitación: el Barça perdió estilo y acabó en una cosa que llaman 1-2-3-2-3, como si fuera un paso de baile; por en medio se cayó Sergi, para dejar paso a Zenden y Bogarde, decisión que evidenció que no todos los jugadores se disputaban un puesto en igualdad de condiciones. Más tarde se las tuvo con Rivaldo y el brasileño no regresó a la alineación hasta que pidió perdón. Y ahora ha enfilado a Kluivert por contestarle que es muy fácil denunciar los problemas y no aportar soluciones. Van Gaal va campando a sus anchas con el cuento de su filosofía, un manual de conducta que funciona tan bien fuera de la cancha como mal en el campo. En el Calderón, sin ir más lejos, el equipo fue un guiñapo, tal como si cada uno hiciera la guerra por su cuenta, así que más que por los golpes del Atlético, el Barcelona murió por inanición. A la derrota, Van Gaal contesta con remiendos, removiendo la alineación de cara a Oviedo para que la gente se dé cuenta de quién manda, y entregándose al retorno de Guardiola. Nadie como el capitán para poner a cada uno en su sitio, aun cuando las líneas del campo las marque el técnico. El Barça depende más de la cabeza de Guardiola que de la libreta de Van Gaal.
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