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GENTE

TOMATE REPUBLICANO EN TASMANIA

No era precisamente la historia que los británicos querían escuchar en los boletines de radio, pero la noticia que vino de Australia los dejó perplejos: ¿quién puede tener el atrevimiento de arrojar un tomate a la reina Isabel II en la etapa final de una gira a la ex colonia aparentemente leal y contenta con la monarquía y la tradición de obediencia a Londres? La reina estaba paseando por Tasmania de Launceston, entre una multitud de admiradores, cuando de pronto alguien lanzó un tomate en la dirección del cortejo real. No hizo impacto en el vestido celeste de Isabel II, pero el proyectil maduro y jugoso pasó raudo a poca distancia de su sombrero de ala ancha y se estrelló en el pavimento a menos de tres metros de tan noble testa. Aparentemente provino de un muchacho republicano y cayó, desintegrándose en jugo rojo, a los pies del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, quien, obligado por el protocolo, siempre camina unos pasos detrás de su real esposa. Felipe se paró en seco cuando vio el proyectil vegetal a sus pies. Inmediatamente extendió el índice en la dirección de la proveniencia del proyectil y enviando a los nerviosos agentes de seguridad al sector donde unos jóvenes se reían a pesar de su fracaso en puntería. No hubo arrestos. Fue la más gráfica manifestación de repudio a la reina tras una serie de incidentes que pusieron de manifiesto la antigua-actual impopularidad de Buckingham Palace en un país construido sobre la idea del dominio absoluto y -para muchos historiadores- en la gran cárcel de Gran Bretaña. Pero, si bien el tomate no hizo el impacto deseado, su vuelo ilustró un grito de independencia en la portuaria Tasmania de Launceston, siempre fiel a la reina. En todo caso, el tomatazo -cuya autoría anoche la policía australiana no había conseguido identificar- pasó como un incidente minúsculo. -

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