Por malagueñas en Limoges
Hay un dicho en deporte que establece que lo peor de derrotas tan humillantes como la encajada por Unicaja en la ida de la final de la Copa Korac en Limoges (80-58) es la cara que se te queda. Pero no es este un principio que parezca regir para la aminosa afición malagueña.Los hinchas de Unicaja no saben qué será capaz de hacer su equipo en el partido de vuelta, pero ellos no están dispuestos a desfallecer ni a perder lo que nunca creen que han de perder: el sentido del humor. "Esto es lo único que te queda", asegura Antonio, uno de los 50 atrevidos que han vivido 40 de las últimas 51 horas metidos en un autobús. Pese a la paliza de viaje y en la cancha, asegura que no se arrepiente de nada: "El partido es para olvidar, pero el viaje no, es toda una anécdota que no viviremos nunca más", apostilla.
A las 18.00 horas de ayer, Antonio y sus 49 compañeros de aventura estaban ya muy cerca de casa, en la última escala del trayecto en un área de servicio de Loja. Hacía 50 horas que habían salido de Málaga, a las 16.00 horas del martes. Llegaron a Limoges pasado el mediodía del miércoles, apenas siete horas antes del partido y una vez finalizado éste, sobre las 23.30, pusieron de nuevo rumbo a Málaga.
"Hemos venido viendo películas, con el vinito y el típico cachondeo", cuenta, "la gente en Limoges ha sido muy simpática con nosotros, pero cuando le contábamos lo que hemos hecho se echaban las manos a la cabeza, decían que estábamos locos". Todos los aficionados de Unicaja que han viajado a Limoges lo han hecho invitados por el club, que les pagó el desplazamiento y las entradas para el partido.
Más afortunados fueron los 10 miembros de la charanga Los Mihitas de Churriana, incasables seguidores del equipo que amenizan cada partido en Ciudad Jardín y que tuvieron derecho, junto a otros 11 aficionados, a viajar en el vuelo chárter en el que se desplazó el equipo, la directiva del club y de la entidad financiar y sus invitados.
En Limoges hermanaron con la charanga Bassines, formada por 30 miembros, con la que una hora antes del partido rivalizó en desiguales sones en las gradas. Pero al final acabaron juntos sobre el parqué del Palais des Sports de Beaublanc tocando, cantando y bailando. Viéndoles nadie podría imaginar que unos acababan de infringir a otros una humillante derrota. Los perdedores, que habían pasado todo el día tocando pasodobles y malagueñas por las calles de Limoges, mantenían sus gritos victoriosos y coreaban el nombre de Málaga igual que lo hubieran hecho si los 22 puntos hubieran caído a su favor.
"No cambiaríamos esto por nada", asegura Antonio, "pase lo que pase esta es la primera final de una competición europea que ha jugado Unicaja y nosotros hemos estado allí. Esto es histórico".
Tampoco en el vuelo de vuelta se perdía el sentido del humor. Con los trombones y los bombos ya guardados, los aficionados de Unicaja no estaban dispuestos a dejar de reirse. En sus caras había cansancio, pero no derrota. Imitaron cada gesto de las azafatas de Air Méditerranée cuando explicaban las normas de seguridad y acabaron provocando una carcajada colectiva, incluso del presidente, Ángel Fernández Noriega, el rostro más afectado por la derrota. "Anda que si ganamos", aseveró uno de ellos.
Ya en la terminal Pablo Picasso, una aficionada se acercó a un cabizbajo Dani Romero, "¿Esto tiene arreglo?". "Se intentará", balbuceó el capitán de Unicaja. Y la seguidora se fue a casa tan contenta. Torres más altas han caído.
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