MIGUEL ARIAS CAÑETE Las manos libres y la boca abierta
El eurodiputado Miguel Arias Cañete, abogado del Estado en excedencia con destino en Jerez de la Frontera, fue descubierto una tranquila mañana de junio atado y amordazado en el interior de un habitáculo incómodo y oscuro. La aparición causó sorpresa entre los menos avisados; en otros más escépticos levantó perplejidad pero la mayoría lo celebró con risas, incluidos los familiares y amigos más cercanos que alabaron su genio para superar la contrariedad y devolver con elegancia los golpes al enemigo.La noche antes de que en Jerez descubrieran el cuerpo amarrado de quien entonces aspiraba a disputar la Alcaldía a Pedro Pacheco, los amigos y colaboradores de Arias adquirieron en una papelería varias docenas de láminas de recia cartulina oscura. Con ella forraron cuidadosamente el habitáculo donde iban a recluir al abogado con los labios sellados y las manos ligadas. Cuando todo estuvo listo, el eurodiputado hizo un gesto y varias personas acudieron con gran solicitud y le colocaron con cuidado las cuerdas y el esparadrapo, y lo abandonaron de esta guisa en mitad de la cámara sombría.
El director de cine gritó acción y la cámara comenzó a filmar al abogado, que permanecía quieto, casi conformista, mientras una voz relataba: "Durante cuatro años este portavoz del PP ha permanecido atado y amordazado por Onda Jerez, la televisión municipal al servicio exclusivo del alcalde Pedro Pacheco".
Para unos, la emisión de aquel insólito anuncio electoral en la víspera de las elecciones de junio de 1999 fue una nueva demostración del ingenio del abogado; para otros, en cambio, fue un síntoma de decadencia o, incluso, una obnubilación pasajera del entendimiento.
De cualquier modo el episodio de la mordaza marcó la vida política de Miguel Arias Cañete, un hombre de 50 años, casado con Micaela Domeq Solís, padre de tres hijos, y hoy cabeza de lista al Senado por el PP en la provincia de Cádiz. Arias nació en Madrid pero a todos los efectos es de Jerez, aunque su llegada a Andalucía fuera fruto más del azar que de la voluntad. En 1974, tres años después de acabar la carrera de Derecho en Madrid, el futuro presidente de las comisiones de Pesca y de las Comunidades del Parlamento Europeo, fue destinado a la delegación de Hacienda en Cádiz.
Llegó, se casó y montó su vida en torno a dos pasiones: los automóviles y la política. En esta última faceta destacó pronto, en 1982, cuando fue elegido senador por Alianza Popular. Pero no fue hasta cuatro años más tarde que inició su carrera en Europa. Arias ingresó en el Parlamento Europeo a la vez que España y pronto sacó fruto a sus conocimientos agrícolas y pesqueros. Durante doce años Arias Cañete ha viajado con aplicación de Jerez a Estrasburgo. Con aplicación y con nostalgia. El ahora aspirante a senador no podía resistir la tentación, antes de tomar el vuelo, de introducir en el equipaje un par de bolsas de picos de pan. Otras aseguran que eran bocadillos de jamón.
Cualquiera de los dos alimentos que llevara para recordar su patria da idea de la debilidad del candidato por Jerez. Dos veces ya ha intentado arrebatarle la alcaldía a Pedro Pacheco, pero no ha podido. La última fue cuando, quizá desesperado por la inutilidad de la aventura, inventó lo de la mordaza. Arias se resignó a su condición de portavoz del grupo municipal, y se dispuso a combatir a Pacheco a carra de perro.
Su segunda pasión, el automóvil, ha sido más peligrosa. En 1994, camino de Zaragoza, en compañía de su mujer, se quedó dormido al volante, y su coche se estampó contra la viga de hormigón de un puente. Ambos sobrevivieron pero requirieron una larga hospitalización. Esta pasión también le ha deparado la posesión de un automóvil de la firma Morgan, construido por encargo en Inglaterra, que sólo conduce algunos atardeceres del verano; un volvo, un clío y una motocicleta que usa para los desplazamientos en Jerez. Ahora que ha renunciado a la velocidad prefiere dar bastonazos a una pelota en las mansas praderas de un campo de golf.
Sus amigos manifiestan que no es ostentoso, pero se horrorizan ante la eventualidad de que tuviera que prepararles la comida.
El hombre del anuncio de la mordaza y las ataduras desfila en la cofradía del Santo Entierro, escribe libros de Derecho Tributario, fue conductor de rallies y le gustan las papas fritas. Actividades todas estas para las que son menester las manos libres y la boca abierta.
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