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Tribuna:NEGRITAS
Tribuna
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Yacente

Al sorprendente catálogo de malhechores melancólicos de Granada hay que agregar por méritos propios a Manuel F. S. ladrón yacente. El ladrón, sobre todo si pertenece al subgénero de los descuideros, es por definición un sujeto presto, de reflejos vertiginosos, escalador, volatinero y prestidigitador. ¿Cómo sino sisar con maestría una billetera en un corro? ¿Cómo huir, en fin, a la velocidad de rayo si es sorprendido?Pero al catálogo imaginario a que hemos hecho referencia sólo pertenecen sujetos inversos, con las virtudes revueltas con los defectos, la cabeza calzada y los pies tocados con sombreros. Unos tipos así son capaces de preparar durante años planes para robar una jaula con pájaros o ensuciar su honra a cambio de un hueso de jamón.

Manuel F. S. entró a robar en una vivienda del Albaicín y, como todos ladrones comunes, abrió los cajones, revolvió las ropas y acumuló los objetos valiosos. Pero cuando llegó la hora de escapar el ladrón decidió yacer. Buscó el dormitorio, presa de un repentino agotamiento o de un deseo incontenible de soñar, levantó la colcha, mató las luces y cerró los párpados. Quizá soñó que huía. O que había llegado a una ciudad ideal en la que todos sus habitantes eran ladrones y donde se había extinguido ese tipo de gente honrada que se encarga de avisar a la policía.

Durmió hasta que fue interrumpido bruscamente por unos individuos de uniforme que le pedían explicaciones por el desorden de calcetines, blusas y camisas que había en la habitación y que, sin respeto por sus cejas desconcertadas y sus ojos sin peinar, lo incorporaron a tirones y le colocaron las esposas.

Los lectores que duermen sin problemas se reirán del caso del ladrón cansado; los lectores insomnes, por el contrario, se sorprenderán por la proeza de Manuel F. S., capaz de dormir no ya sin pastillas relajantes sino sin el preámbulo de bostezos ni largas somnolencias.

Manuel F. S., si algún día alguien escribiera el catálogo de malhechores inversos, saldría seguramente con una inicial cambiada por errata. De una errata, sin embargo, nadie está a salvo, incluidos los muertos. Fernando de los Ríos, ministro de la República, ha sido bautizado como Fernado en la lápida que da nombre a una aula de la facultad de Derecho.

Quizá un ladrón hambriento se comió la ene.

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