Puertas abiertas al arte
La Casa de Velázquez invita a conocer a sus artistas becados y los talleres donde trabajan.
La Casa de Velázquez, sede de la Escuela de Altos Estudios Hispánicos, ligada a la Academia Francesa de Bellas Artes, abrió ayer sus puertas a todos los madrileños que quisieron conocer cómo trabajan, y cómo viven, los 12 artistas becados por esta institución. Centenares de personas se acercaron por la tarde a este palacete de la Ciudad Universitaria, en Moncloa, cuya escuela fue fundada en 1909 por el arqueólogo francés Pierre Paris. Tal afluencia de público sorprendió a los responsables, que, como explicó François Zumbiehl, director adjunto de la escuela, sólo pretendían "acercar a la gente al trabajo de los artistas". "Con esta primera jornada de puertas abiertas queremos que vean cómo se crea una obra de arte", dijo Zumbiehl.Pero también el público estaba sorprendido. Muchos aseguraron no saber ni que existía este lugar, y mucho menos lo que se realiza en él. Una pintora de 53 años que no quiso dar su nombre ("no tiene importancia, se me conoce por un seudónimo", se excusó), recordó que unos familiares suyos trabajaron en estos talleres hace 70 años. "Pero entonces vino la guerra civil y ya no se volvió a saber qué había sido del edificio", recordó en el taller de otro pintor, el zaragozano Roberto Coromina, de 34 años, que estos días expone su obra en Arco con la galería Fernando Serrano, de Huelva. "Esto es un lujo", describió Coromina, "puedes vivir y trabajar en el mismo sitio, tienes la noche y el día para tu obra", dijo este artista, que trabaja sobre fragmentos de obras clásicas, en este caso, de Diego Rivera.
Su obra reposaba en las paredes y el suelo del taller, un bungaló de dos plantas con un inmenso ventanal de cuatro metros de alto y otros tantos de ancho que dejaba pasar una tarde de nubes como las que pintó Velázquez, que precisamente venía hasta este lugar para recoger el juego de la luz sobre los contornos de la sierra. En la parte superior, una zona para dormir con un pequeño servicio para los que escogen vivir junto a su obra.
Iguales comodidades y entorno disfrutan los demás becados, algunos llegados desde Francia y otros países europeos y otros escogidos por el Gobierno valenciano o la Diputación Provincial de Zaragoza para pasar dos años dedicados "sólo al trabajo, de una forma libre, sin estar sujeto a los encargos", como describió Jorg Langhans, pintor alemán de 33 años.
Los becados, entre escultores, fotógrafos, grabadores o videoartistas, no dedicaron la tarde al trabajo, sino a explicar a los visitantes su obra, cómo la ejecutan y lo que quieren decir con ella. "Mucha gente se acerca por curiosidad, y está bien, porque es un primer paso para que aprecien el arte", dijo la escultora parisina Muriel Charlot, de 40 años, mientras veía cómo entraban en su hasta ayer silencioso taller varios niños pequeños y hasta una mujer son su bebé en un carrito. En los jardines, otros niños jugaban sobre el césped de las terrazas inclinadas hacia el oeste. La tarde dibujó para ellos una puesta de sol que le hubiera gustado ver a Velázquez. Hoy vuelve la tranquilidad para los creadores.
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