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Frutos y Ribó MIQUEL CAMINAL

En Madrid hay dos catalanes que lo han hecho bien. Proceden del PSUC y de su cultura, que era una cultura unitaria desde la izquierda. Paco Frutos y Víctor Ríos han devuelto a Izquierda Unida una imagen de izquierda no sectaria, que los tiempos del anguitismo, que no pueden comprenderse sin la arrogancia y los gravísimos errores ya conocidos del felipismo, habían ahogado en la peregrina teoría de las dos orillas. Es una buena noticia, y al mismo tiempo una paradoja, que dos comunistas tan significados de aquel PSUC de los setenta, hayan conseguido en Madrid, a partir de la iniciativa de Joaquín Almunia, lo que otros veteranos psuqueros no han sabido hacer en Cataluña, divididos entre IC-V y EUiA.En Madrid se ha aprobado una asignatura pendiente desde las primeras elecciones democráticas de junio de 1977. El PCE de Santiago Carrillo quiso ocupar un espacio político que ganó en las urnas la socialdemocracia del PSOE. Hasta las elecciones de 1982 se produjo el contrasentido de un PCE a la derecha del PSOE. Entonces Alfonso Guerra y Felipe González representaban el cambio que después no cumplieron, pero el viejo secretario general del PCE era la viva imagen del pasado que no conseguía cambiar a pesar de su política oportunista y entreguista. Es tremendo hacer todos los esfuerzos inimaginables para convertirse en socialdemócrata y sólo conseguir que te continúen señalando como una especie rara de comunista arrepentido y vergonzante. Después vino la travesía del desierto de Gerardo Iglesias y Andreu Claret. Fue una lástima que se quemaran en plena travesía, pero el primer Anguita prometía mucho hasta que cayó del caballo y comenzó su mesianismo. Ahora, y por fin, parece que puede haberse llegado al lugar desde donde se tenía que haber partido en la transición democrática: impulsar una organización a la izquierda del PSOE con la mano tendida hacia la pluralidad de las izquierdas y con una actitud unitaria con los socialistas.

Esto es, precisamente, lo que pasaba en Cataluña en 1977, y es patético ver cómo han ido las cosas: en dirección literalmente opuesta, de la unidad al disparate permanente. Hay gente del PSUC de los setenta en todas partes y partidos. Aquel PSUC ya no volverá y es absurdo pelearse por su legado porque la historia ya ha dejado escrito con letras mayúsculas que fue el partido del antifranquismo y la cantera de la democracia por encima de otras identidades. Merece el nombre de una plaza tan grande como la de Catalunya. Dicho esto, lo demás ha sido un desastre, pero no es el momento de echar más leña al fuego. Hoy por hoy, existen dos organizaciones, Iniciativa per Catalunya-Verds y Esquerra Unida i Alternativa que forman parte de la herencia del PSUC roto en 1981. Pero ya no es tiempo de recomponer los trozos, sino de construir algo nuevo. Se necesitan nuevas caras para liderar un proyecto de transformación de la sociedad que continúa teniendo pleno sentido. Asumir actitudes críticas y activas contra la injusticia ha tenido siempre costes personales, pero esto es lo que demanda la ética de la convicción en una época en la que sólo se valoran los intereses privados y el individualismo insolidario. Hacerlo de forma constructiva y unitaria es también una exigencia política si se quiere tener algo más que la razón.

Las izquierdas catalanas herederas del PSUC han sido capaces de dividirse y enfrentarse por cuestiones que, siendo importantes, nunca debieran haber conducido a la sinrazón de la escisión. Nunca es tarde para rectificar. En el momento presente, IC-V es una organización muy unitaria hacia su derecha, pero no se sabe realmente qué terreno pisa. Esto último no sucede en EUiA, aunque su presencia pública requiere permanentemente de la asistencia directa desde Madrid. Mal asunto en los dos casos. Necesitan una urgente y fuerte sacudida para que todos aquellos electores de la izquierda que tienen una mano en la abstención y la otra en el voto en blanco decidan finalmente votarlos. Paco Frutos y Rafael Ribó tienen una alta responsabilidad que no admite demora y que trasciende su ninguneante relación personal: pueden y deben escenificar el cambio de rumbo. Una declaración pública de los dos podría dar paso a la negociación de una solución pactada que evitara la mutua y excluyente competencia electoral el 12 de marzo. En la crisis entre IU e IC nadie ha ganado y, por tanto, es imprescindible que cada parte reconozca sus propios errores, empezando por el reconocimiento de la identidad de la otra parte. Más claro para que se entienda: basta ya de ofensas y de reproches personales. Si se sigue por este camino quedarán completamente solos en su duelo de honor. Que se vayan los que sólo miran con rencor el pasado y que se unan los que miran hacia el futuro. Si dos organizaciones tan distintas como el PSOE e IU se han puesto de acuerdo, ¿tan difícil es allanar el camino para reconciliar a los hijos del PSUC? Que lo piensen Ribó y Lucchetti, Saura y Marià Pere y que "los frutos de Ríos" lleguen hasta Barcelona.

Miquel Caminal Badia. Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona.

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