Fallece a los 64 años en Bilbao el pintor y acuarelista Rafael Ortiz Alfau
El pintor y acuarelista Rafael Ortiz Alfau murió ayer en Bilbao, la ciudad que le había visto nacer en 1935. Empezó a exponer de manera individual a partir de 1961 y desde ese mismo año trabajó como ilustrador para las editoriales Nicole de France y Krisarts, de París. A lo largo de su carrera consiguió un gran número de premios, entre los que cabe destacar el Primer Premio de Acuarela, que ganó en dos ocasiones, 1966 y 1977. Sus obras han sido expuestas en ciudades como Milán, París, Oporto, Burdeos, Madrid, Barcelona y México.
Rafael Ortiz Alfau tenía buena mano para la pintura a la aguada y su vida artística estuvo centrada en captar la fugacidad del paisaje. En cada viaje que hacía, por tal o cual país, tomaba el pulso a los lugares con la precisión de sus pinceles, sus más veraces ojos. Acuareló ciudades grises y luminosas, montañas inmensas, rincones humildes; mas donde más a gusto se encontraba era cuando se adentraba en los temas de la Ría bilbaína y en los tráfagos de los puertos pesqueros.Sabía que esa Ría estaba poblada por esforzados trabajadores de dolientes manos gigantescas, repartidos por las grandes y pequeñas industrias, como sabía de la vida de los hombres curtidos de la mar. De ese modo, en tanto pintaba la Ría y sus fábricas, como cuando su mirada se posaba en los multicolores barcos pesqueros, introducía su encarecida solidaridad con el mundo obrero allí presente, aunque no figurara imagen alguna de obrero alguno. Se puede decir que en sus paisajes fabriles y marineros siempre se podía encontrar detrás la tácita presentidad del paisanaje.
Con el paso de los años, Rafael Ortiz Alfau adquirió un dominio técnico notabilísimo. Sus acuarelas de tema libre eran una pura delicia. Suponían un avance formal y técnico. En términos plásticos quizá deba atribuírsele en ese punto su más logrado magisterio. Siendo buen acuarelista en los temas comunes, en los temas libres rozó la perfección.
Con ser importante su contribución como acuarelista, hasta el punto de haber sido considerado como uno de los más cualificados en el ámbito nacional, su gran pérdida se inscribe en el factor puramente humano. Rafael Ortiz Alfau era un hombre directo, abierto, noble, sencillo. Todos los que le conocían comprobaban que poseía un carácter apacible, ponderado, pero no por eso prescindía de sus obligaciones como artista comprometido con su sociedad. En la época franquista, luchó durante muchos años por la defensa de las libertades, adoptando una postura opuesta al régimen de entonces. Sin alardes. Simplemente porque creía un deber de artista y de ciudadano marcar una raya entre los lacayos -ciudadanos artistas- que pululaban en el mundo de la cultura, y los que no lo eran.
Años más tarde, surgieron los nuevos lacayos, con la abanderada presunción de ser más vascos que el humo de los caseríos. Buscaron ganar con ello óptimas prebendas. Rafael Ortiz Alfau volvió marcar otra raya para definir su territorio. Estaba donde siempre estuvo: en el mismísimo corazón de la honestidad.
Se fue el artista y se fue el hombre. Queda el recuerdo de su obra. Queda su tierna y potente bonhomía. Las orillas de la Ría y los puertos de Bermeo, Ondárroa y Getaria han perdido a su cantor. Asimismo, los hombres de hierro y de mahón también perdieron a su más alto valedor.
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