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'Me gusta Madrid'

La Comunidad Autónoma de Madrid se gestó bajo los auspicios de la novedad y la modernidad; sin pasado para no tener que dar cuentas de nada a nadie, sin bandera que reivindicar ni tradición que defender, ni himno que corear en posición de firmes y con la mano en el corazón.La bandera de la naciente autonomía apareció tachonada con más estrellas que un hotel de lujo, tal vez como referencia a la hospitalidad de sus hijos. Una bandera de diseño, posmoderna y dinámica; una bandera pragmática y propagandística, que se ve mucho y se identifica con facilidad.

Todo lo contrario a lo que sucede con el himno, que ni se oye ni se identifica, ni mucho menos se canta. El texto imposible del himno madrileño surgió de una conspiración fraguada por un presidente alérgico a la himnología y un poeta que, en su Sermón del ser y del no ser, se había declarado reacio a componer himnos que exaltaran a las masas para tornarlas más sumisas ante Dios, amo, patria o patrón.

Al profesor García Calvo le salió un antihimno, un texto dubitativo e introspectivo, escrito en primera persona por una comunidad balbuceante y confusa. Como castigo por la jugada, yo hubiera condenado al presidente Leguina, que lo encargó, a cantarlo en público, en vivo y en directo, por lo menos para Telemadrid. Estoy seguro de que ni siquiera Ruiz-Gallardón, que es melómano, sería capaz de entonarlo con convicción, y mucho menos el admirado vate que urdió semejante ironía en el convencimiento, que comparto, de que ya sobran himnos en el mundo y que el planeta estaría mejor sin ellos.

Todo va en gustos; ahí tienen, si no, al alcalde de Madrid, que, tras largas búsquedas y prolongadas consultas con sus asesores, ha encontrado por fin una canción representativa para la etapa que atraviesa la ciudad bajo su mandato, una canción cuyo título expresa la profunda satisfacción que le produce a nuestro primer edil contemplar su obra, sus múltiples obras urbanas.

Me gusta Madrid, un título que suena a lema y a consigna, política y popularmente correcto como traslación y variante local del "España va bien". Tal vez para redondearlo le falte una de esas coletillas castizas: "Me gusta Madrid... ¿Pasa algo?", o una cosa así. Me gusta Madrid, una pegadiza y trivial canción de los años sesenta a ritmo de swing, apta para practicar bailes de salón y cuya letra no se compromete a nada ni entra en detalles sobre las razones que justifican la preferencia del autor por este entorno urbano.

Me gusta Madrid, patrocinada por Manzano e interpretada por Marta Sánchez como nueva musa municipal, cargo en el que sustituye a Norma Duval, prejubilada para dar paso a las nuevas generaciones. Con Marta, nuestro alcalde ha dado el do de pecho en su escalada hacia la posmodernidad y la transvanguardia, con 20 años de retraso. Pero, como dice el tango, "Veinte años no es nada".

Si la Comunidad de Madrid nació sin historia a la que recurrir, al Ayuntamiento le sucede todo lo contrario. La elección del leitmotiv del municipio ha surgido de una dura competencia que va del género chico al gran Agustín Lara con sus agasajos postineros en Chicote pasando por el cocidito de Pepe Blanco.

El alcalde, en principio se mostraba partidario de La violetera: "Como ave precursora de primavera a Madrid ha llegado la violetera". Desestimada esta opción para no exacerbar más los odios que se concentran sobre la pizpireta estatua, Manzano silbó unos compases de "Por la calle de Alcalá, con la falda almidoná y los nardos apoyaos en la cadera", pero desistió cuando sus asesores pusieron algunas pegas sobre su vigencia actual. Al fin y al cabo, exaltar la labor de las floristas callejeras podría considerarse como una incitación a la venta ambulante, actividad severamente restringida y a menudo ejercida en la clandestinidad.

Madrí, Madrí, Madrí, pedazo de la España en que nací; Hala Madrid, el himno del Real, y Cuando vayas a Madrid, chulapa mía, tampoco pasaron la criba por no adecuarse a las facultades canoras y al estilo de la nueva emperatriz de Lavapiés. A última hora cayó Madrid tiene seis letras, una canción que al menos en el título se muestra absolutamente veraz, objetiva e indiscutible, aunque una declaración de principios tan austera no propicie el entusiasmo de las masas.

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