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FÚTBOL Última Copa Intercontinental

El destino sonríe de nuevo al Manchester

El Palmeiras fue mejor, pero sucumbió a la brasileña con un grave error de su portero

José Sámano

Los ingleses patentaron el fútbol y los brasileños lo perfeccionaron hasta lo sublime. Pero Brasil sigue con una asignatura colgada: los porteros. Su historia está tan repleta de talentos como huérfana de guardametas. Como consecuencia de su amor por la pelota, al malo se le arrincona junto a la red desde la infancia. Así debió sucederle a Marcos, arquero del Palmeiras, que con un puñetazo al aire consintió a Keane empujar el balón a la red. Una pifia que brindó a Gran Bretaña su primera Intercontinental y privó al Palmeiras de un merecido triunfo. Al igual que en la final de la Liga de Campeones, al Manchester de nuevo le sonrió la ruleta. Quizá guiños del destino, en deuda con Old Trafford desde que hace 41 años un avión se estrellara en Múnich con un glorioso United dentro.El choque tuvo dos velocidades, reflejo de dos formas de concebir el juego. Sir Alex Ferguson renunció a su clásico 4-4-2 y sólo envidó en ataque con Solskjaer. Como envolvente, una defensa de cuatro en línea y cinco centrocampistas. Todos con la manta hasta las cejas, con amplia vista panorámica y las luces largas encendidas a la espera de una carrera profunda y punzante. El sargento Scolari puso la corta. Comprimió filas, redujo espacios e inclinó el campo a la izquierda, al costado de Zinho y Álex, dos zurdos livianos de trazo corto y mira ancha.

MANCHESTER UNITED 1 - PALMEIRAS 0

Manchester: Bosnich; G. Neville, Stam, Silvestre, Irwin; Beckham, Keane, Butt, Giggs; Scholes (Sheringham, m.76); y Solskjaer (Yorke, m.46).Palmeiras: Marcos; Arce, Baiano, Roque, Junior; Sampaio, Galeano (Evair, m.52); Zinho, Álex; Asprilla (Oseas, m.55) y Nunes (Euller, m.79). Gol. 1-0. M. 35. Giggs se escapa por velocidad de Arce, pone el balón de rosca sobre el área, el guardameta Marcos falla estrepitosamente en el despeje y Keane marca con la pierna derecha a puerta vacía. Árbitro: Helmut Krug (Alemania). Mostró tarjeta amarilla a Álex y Silvestre. Estadio Nacional de Tokio. 56.000 espectadores. 38ª y última edición de la Copa Intercontinental. Giggs fue elegido mejor jugador del torneo. La policía expulsó a seguidores ingleses por enfrentamientos con hinchas brasileños. En Sao Paulo, mientras, seguidores del Palmeiras provocaron diversos incidentes tras la derrota.

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Escondido el United, los paulistas siempre estuvieron un peldaño por encima. El fútbol granítico de los ingleses fue desnudado una y otra vez por la astucia de Zinho y Álex -real promesa brasileña-, la electricidad de Junior en el lateral izquierdo -al que Beckham regaló dos autopistas, una en ataque y otra en defensa- y la cintura de culebra de Asprilla.

Visto que su equipo estaba azotado y sin respuesta, Ferguson rebobinó. A la media hora ordenó calentar al delantero Yorke en busca de un acompañante para el ermitaño Solskjaer que permitiera atizar el fuego. No había roto a sudar el caribeño Yorke cuando Giggs, dimitido hasta entonces, enganchó la pelota en su carril izquierdo. El equipo estaba encongido y el galés no encontró ayuda para el toque. Metió la quinta. Con tres zancadas y su marcador -Arce- asomando por el retrovisor colgó la pelota hacia el área con un ligero efecto enroscado. Marcos salió decidido, pero con perdigones en los guantes. Lanzó un crochet al vacío y la pelota cayó al pie de Keane, que irrumpió con decisión desde la media cancha y arrimó el balón a la red. Un gol propio de un llegador. De uno de esos tipos que asoman por el callejón del nueve y medio, a espaldas del nueve y delante del diez. Papel que en el United se suele reservar Scholes, ayer de fontanero.

El latigazo retrasó la salida de Yorke y sirvió para que cada bando acentuara aún más su apuesta inicial. Los brasileños se fueron arriba con todo. A golpe de corneta, Scolari hizo desfilar a los tres delanteros reservas: Evair, Oseas y Euller. Al Manchester se le amontonaron los problemas. El choque se convirtió en un duelo personal entre el Palmeiras y Bosnich, portero del United. El australiano hizo el partido de su vida. Le zurraron por todos los lados. Sobre todo Álex, al que sacó media docena de remates. Y los que no sacaba le rebotaban como piedras. A la zurra brasileña replicó Giggs, que tuvo un par de contras para sentenciar. Hasta que los compañeros de Marcos agonizaron estrellados frente a Bosnich. Frustrados por su propia génesis: por catedrático que sea su fútbol, en este juego aún se necesita un portero. Da igual que sea australiano. Nunca brasileño.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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