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Reportaje:

Temporeros de clase alta

La eventualidad laboral es particular en el baloncesto, y el Tau lo demuestra con sus 20 "contratos basura" en 5 años

Voise Lee irá mañana al trabajo sin saber si el jefe le dirá que vuelva al día siguiente o le dará las gracias por los servicios prestados. Él, a sus 37 años, ya está acostumbrado. Lleva así media vida. De un lado para otro, de Estados Unidos a Francia, de Israel a Suiza, de Sheffield a Vitoria... Su último contrato ha durado un mes, lo mismo que el anterior. Ha dado muchas vueltas, y sus rodillas lo acusan. Sabe que pronto tendrá que buscarse otro trabajo más sedentario. Él no recoge uva, ni patata, ni apila ladrillos. Voise, conocido en su profesión como Winters, juega a baloncesto en el Tau Cerámica, y cobra unos tres millones de pesetas al mes. Es un temporero de clase alta.Como él se puede encontrar una pila de casos. Y sin ir muy lejos. Basta repasar la lista de jugadores que han desfilado por el club vitoriano en los últimos años. No es una coincidencia, sino un resultado más de la política de empresa que sigue el Baskonia -así se denomina el club- desde que Josean Querejeta se hizo cargo de la presidencia hace 11 años.

Querejeta convirtió a la entidad en la primera sociedad anónima deportiva del baloncesto español. En su afán de convertir al entonces pequeño club de provincias en la primera entidad de baloncesto del país (Real Madrid y Barça quedan al margen) ha buscado todo tipo de recovecos. Nacionalizó al portorriqueño Ramón Rivas saltando entre los árboles genealógicos de sus antepasados -también al argentino Nicola-, consiguió que la Diputación de Álava le construyera un nuevo pabellón y se las ha ingeniado para convertir al Tau en el patrocinador más duradero de la Liga, y casi del deporte español, con más de una década.

Dentro de esa política se enmarca su gestión de la empresa-club. Por eso introdujo antes que nadie en España los contratos temporales. Sólo en los últimos cinco años, han pasado por Vitoria unos 20 jugadores con contratos basura, un término no del todo exacto porque la cuantía del salario no siempre ha sido tan corta como la duración del vínculo. Winters es el último, pero antes hubo muchos, y de todo pelaje. De esa veintena de baloncestistas mercenarios los hay con un currículo impecable (incluso campeones de Europa), otros que han terminado en competiciones con un nivel equiparable a un patio de colegio, y con pasaportes de ocho países distintos. Cada uno, con su propia historia.

Ni el Baskonia ni el baloncesto en general pueden adjudicarse la patente de instaurar la figura del temporero. Pero es cierto que aquí el fenómeno es especialmente cotidiano. La espita se abrió hacia 1993, con el temperamental Herb Brown en su último año como entrenador baskonista. Al principio, estos jugadores de quita y pon resultaban muy socorridos para tapar lesiones. Así desfiló en pocos meses una riada de ellos: Barry, Steigenga (norteamericanos), Carter (Portorriqueño), Villalobos (español), Glouchkov (italo-rumano)... Ninguno de éstos acabó su carrera en destinos reseñables.

Cuando cambió el capataz, la política de la empresa se mantuvo. En la época de Manel Comas en el banquillo, el Tau -llamado entonces Taugrés- recurrió a jugadores llegados de Segunda División, una categoría amateur. Y algunos llegaron a triunfar. Santi Abad, que empezó cobrando 200.000 pesetas al mes en Vitoria, terminó fichando por el Real Madrid. Ferrán López acabó en la selección. Otros desaparecieron sin dejar rastro (Azcón).

Pero a la hora de utilizar jugadores hay casos increíbles. El 1 de octubre de 1993, acuciado por las lesiones, el Baskonia se vio sin jugadores, de modo que inscribió a Iosu Larreategi como jugador. En realidad, él era y es el segundo entrenador. No fue necesario que saltara a la cancha, pero el asunto fue chocante. Claro que tampoco hace falta ser profesional para salir un rato al parqué y volverse a su casa. Eso hizo el venezolano Omar Alejandro Walcott Roberts, un nombre inscrito en la historia del Tau únicamente en el terreno de la anécdota. Sólo jugó un partido y regresó a su patria.

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Los más efímeros

Él, sin embargo, no tiene el récord del baskonista más efímero. Está en poder de otros. El año en que debutó Sergio Scariolo en Vitoria, en verano del 97, hubo dos jugadores fichados por el Baskonia que ni siquiera llegaron a sentarse en el banquillo. Uno, Anthony Bowie -éste sí tenía un contrato largo-, se lesionó en pretemporada y no pudo ni debutar. Algo comprensible, aunque fue una lástima para el club vitoriano. Su calidad le valió para proclamarse este mismo año campeón de Europa con el Zalguiris. El otro caso se comprende con menos facilidad. Gert Hammink, un pívot holandés que ahora juega la Euroliga con el Alba de Berlín, fichó como refuerzo de categoría. Se entrenó unas semanas, jugó algún amistoso y, unos días antes de comenzar la competición, se encontró con la carta de despido sin motivo aparente.

Otro caso curioso. En la temporada 1995-96, en que el Baskonia rebasó el cupo de ocho extranjeros permitidos por la Liga, trajo a una vieja gloria, JJ Anderson (ex del Cai Zaragoza), a sus 35 años. Lo sacó de un torneo casero al aire libre en Chicago. Él mismo, después de tres partidos, se volvió a su casa al ver que no daba la talla. Porque los temporeros también tienen su dignidad.

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