Sauna, angulas y un neceser
Invitado por TV-3, Maradona limitó su estancia en Barcelona a una sola jornada
A Diego Armando Maradona nunca pareció gustarle Barcelona. Durante su estancia en el Barça (1982-1984), levantó un muro humano en su casa de Pedralbes para protegerse de una ciudad que le llevó a mal traer por lo mucho que murmuró de su persona, que no del futbolista. Más que en una sala de juego, el Pelusa creyó vivir en una clínica, sometido como estuvo a lesiones, enfermedades y duelos siempre resueltos en favor del Athletic de Goikoetxea y Clemente. Maradona y Barcelona simplemente se han tolerado y comprendido, sin más, en una historia de desencuentro o de desamor.No es extraño, en consecuencia, que a Maradona le dé reparo acercarse al Camp Nou. El programa de TV-3 Aquest any, cent, dedicado al centenario del club azulgrana, le invitó el pasado viernes a protagonizar un monográfico sobre su paso por el Barça. El argentino se hizo de rogar, mandó que le enviaran unas cintas de los programas emitidos con anterioridad para saber de que iba el asunto y al final accedió a viajar a cambio de dos pasajes de avión -el otro era para su representante Guillermo Coppola-y de que le reservaran plaza para dos noches en un hotel que tuviera sauna, para reponerse del trayecto Buenos Aires-Barcelona.
Nada más, de acuerdo con las explicaciones de los responsables del programa, salvo el pago de unas imágenes suministradas por el futbolista. Maradona llegó el viernes por la tarde, descansó un rato, acudió al programa, se fue a cenar, pegó una cabezacita a las cinco y a la mañana siguiente se largó en el primer avión, así que de su paso por Barcelona quedó poco rastro. Acompañado de Coppola y de un amigo, sólo tuvo un antojo: a la salida del programa, le dijo a Hristo Stoichkov que para cenar quería un plato de angulas.
No le quedó otro remedio al búlgaro que plantarse en la puerta del restaurante Botafumeiro a las dos de la madrugada y rogar que atendieran el capricho de Maradona, acompañado del propio Stoichkov, el agente Josep Maria Minguella, Bernd Schuster, presente también en el plató de TV-3, y de Coppola, al que durante su estancia en la televisión visitaron tres jugadores argentinos del Espanyol: Posse, Casartelli y Navas.
A Maradona le preocupaba sobremanera que los espectadores le vieran con buena cara. Puesto que no pudo disimular que estaba gordo y su voz sonaba afónica, cuidó su imagen: llevaba un neceser y en cada descanso o pase de vídeo se retocaba el pelo con laca y se secaba con una toalla el constante sudor.
Pese a no poner nigún inconveniente para hablar de lo que fuera, ni siquiera de las drogas, no dijo gran cosa. Se mostró cortés, agradecido y muy complacido por la invitación. Pero nada le retuvo en Barcelona. Ni siquiera utilizó la reserva de hotel para un segundo día. Maradona regresó a Buenos Aires de la misma manera que en su día abandonó el Barça para irse al Nápoles. Y, como entonces, su sola presencia tuvo un premio de valor incalculable: evocó la memoria futbolística del hincha, sabedor de que Maradona fue el mejor futbolista del mundo y estuvo en su equipo. Su fútbol nunca necesitó de la palabra, así que, Diego, gracias por la visita.
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