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EL PERFIL

CARMEN SEVILLA El error y las bellas artes

L a biografía de Carmen Sevilla -la resumida, sucinta- es como una red colmada de todo lo que habita en el fondo del mar: lubinas, gambas, dentaduras postizas, zapatillas, esponjas, atunes, ánforas, sirenas, botones, algas, botellas, caracolas, ojos de cristal y latas de refresco. Uno tiene la impresión de que nadie se ha atrevido a ordenar el pandemónium de premios, programas, actuaciones, homenajes y adhesiones acumulados en 68 años de vida, a imponer un poco de coherencia a esa relación impresionante y peregrina de consecuciones y triunfos, porque equivaldría a contradecir la tendencia natural del éxito: el azar y el desconcierto. Aun así hay dos etapas claras en la vida artística de Carmen Sevilla, la consagrada a la razón y la dedicada al disparate. La primera es paradójicamente la más compleja y contradictoria. En ella se suceden los premios, las películas, las medallas y las canciones, Nicholas Ray y La hermana San Sulpicio. Desde que en 1946, con 16 años, debutara con Jorge Negrete en la película Jalisco canta en Sevilla, la actriz fue absorbida por un potente y duradero tifón que la llevó de un sitio a otro, sin más concordancia que la del capricho. He aquí un ejemplo de este admirable gazpacho, el relativo a los premios: medalla de bronce del Ayuntamiento de Joinville-le-Pont; estatuilla As del diario Informaciones; diploma del Excelsior Palace Lido de Venezuela; Copa de la Fama del Festival de San Sebastián; trofeo Alcazaba de Oro de Almería; medalla de oro del Mérito Nacional del Gobierno francés y premio Naranja 92. ¿Quién puede resistir tan abrumadora carga de reconocimientos sin caer en la confusión y el éxtasis? La segunda parte de su vida comenzó en abril de 1991, cuando Carmen Sevilla y su segundo marido, el empresario cinematográfico, convertido luego en ganadero de reses de cría lanar, Vicente Patuel, ingresaron en una clínica de adelgazamiento. No fue un antojo estético. Esta fecha memorable consta en las biografías. Lo juro. Con esa depuración de las carnes, la actriz preparaba su debú en Tele 5 y, en concreto, el comienzo de la parte más hilarante y surrealista de su vida artística, aquella en que convertiría el disparate, el fallo, la errata, el despiste garrafal en un género cómico inédito. El Telecupón fue el nombre del programa donde Carmen Sevilla se reveló como la gran renovadora del abúlico y repetitivo panorama cómico nacional, repleto de caricatos sin gracia y de imitadores de sí mismos. No era un espacio de lucimiento, ni de variedades, sino un incógnito y árido programa de diez minutos ideado con el propósito de sortear el número del cupón de los ciegos. Y allí, en ese erial condenado a la tercera división, surgió la revelación. Carmen Sevilla convirtió sus disparates y pifias en éxitos colosales que, al día siguiente, eran comentados en las tertulias y las peluquerías. Otra persona hubiera labrado su ruina artística al primer desliz, pero ella no. Al contrario, cada equívoco cimentaba la montaña de su fama, duplicaba los aplausos y sumaba espectadores a uno de los programas más anodinos que cabe imaginar después de El alma se serena. Ella lo resumió así: "Después de vivir una etapa glamurosa en cine, con directores y artistas españoles y extranjeros que me enseñaron mucho, me retiré con una imagen estupenda, delgada. Y 20 años después volví con más kilos, pero con un sentido del humor que no esperaba, porque tenía que salir de un atolladero tremendo. En directo, pendiente del reloj, con las pancartas con lo que tenía que decir, la publicidad....". El público exigía frente al televisor, como si estuviera en el circo romano, nuevos errores, desaciertos y equívocos, y ella, obsequiosa, aparecía con las zapatillas cambiadas, el guión olvidado, la memoria descompuesta y la vista nublada por la lana de sus rebaños. ¿Cuánto tiempo puede estar una persona errando con naturalidad y estilo? Carmen Sevilla, contra cualquier pronóstico, lleva reinando ocho años sobre sus propias erratas y dislocaciones y el público entusiasmado pide más y más. ¿Pan y circo? Pues tomad dos tazas. Canal Sur ha inventado Querida Carmen, para que aliñe con nuevos disparates las entrevistas, las tertulias, los concursos y las parodias. De cuatro a seis y media de la tarde, el despiste considerado como una de las bellas artes.

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