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¡Vaya palo!

J. J. PÉREZ BENLLOCH Joan Ignasi Pla, el más fugaz de los secretarios generales que ha tenido y acaso jamás tendrá el PSPV, declaraba el martes pasado que el partido se hallaba en fase terminal. Era una expresión singularmente sincera, insólita en un político que, por necesidades del oficio -o eso creen los del gremio-, ha de sentirse compelido a maquillar la realidad con tonalidades eufóricas. Pero, a tenor de lo acontecido, ya no había lugar para el engaño. El nuevo dirigente intuía o conocía la que se le venía encima después de que el número uno del PSOE, Joaquín Almunia, declinase recibirle e incluso algunos prebostes no descartasen la disolución de la federación socialista del País Valenciano. A la vista de lo acontecido tampoco nos hubiese sorprendido tanto. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa ha hecho la comisión gestora responsable del partido desde marzo de 1997? Pues eso, desguazar las posibilidades de renovar y pacificar el colectivo socialista, sembrándolo de bombas y provocaciones. Ignoro qué puede pasar a partir de este momento. Una situación tan lábil y precaria puede precipitar cualquier imprevisto. Gran oportunidad para que los analistas exhiban sus dotes augur. Pero, ciñéndonos a los hechos, no es temerario concluir que el partido ha tocado fondo y que desde este instante nada será ya igual. El shock, la sensación de minusvalidez que supone esta tutela madrileña, habrá atenuado no pocas belicosidades, por no aludir a la dimisión o rendición de los líderes que las acaudillaban. Todos, con mayores o menores deméritos, han sido laminados y hasta es probable que también estigmatizados de cara al futuro. ¿Cómo olvidar que por su insensatez se produjo esta oprobiosa intervención en el otrora boyante colectivo socialista? Digo que será distinto, pero no alcanzo a columbrar mucho más. Presiento, eso sí, que los nuevos gestores provisionales tomarán buena nota de quienes les precedieron en esa labor para no reproducir sus errores y malicias. Que, vencidos y desarmados los cabezas de serie, volverá a tejerse pacientemente la paz, pues sin ellos nada son ni pueden las fuerzas de choque -que citaba un comentarista- cohesionadas en buena parte por sus expectativas de destino y de pesebre. J. I. Pla, el menos ambicioso de ellos, se ha plegado pronto a la disciplina. Ciprià Ciscar ha querido inhibirse del proceso que se acomete, y Antonio Asunción ha consumado la única opción que le quedaba, regresando a sus negocios, que nunca debió dejar, sabiéndose malquerido por los felipistas y reo de felonía para con Joan Romero. Es, pues, la hora de la humildad y de la regeneración, la hora de la juventud emergente, ligera de equipaje y sin la hipoteca de la vieja guardia que ha encanecido medrando en las crujías públicas. Verdad es que en el partido no sobra nadie, pero unos sobran más que otros y, sin respetar esta prevalencia, será mucho más difícil y remoto salir a flote, recuperando un mínimo crédito. El palo ha sido muy fuerte, quizá vergonzante, y nos resulta muy duro pensar que no ha de servir para nada. Por lo pronto ha servido para descabezar a unos pocos agonistas del fracaso, sin cuya presencia y beligerancia este PSPV ya es otro. Que el presunto remedio haya tenido que ser foráneo es parte de la debida mortificación que le cumple al partido por sus muchos pecados.

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