Un postergado ve la luz
Rodrigo se luce en Valladolid a los dos años de fichar por el Madrid
Durante un viaje por Sudamérica, el presidente del Madrid, Lorenzo Sanz se quedó prendado de un media punta brasileño. En un campeonato dominado por los mulatos -la Liga Paulista-, Sanz descubrió que la atracción de la temporada era un zurdo rubio, de pelo largo y lacio que ondeaba cada vez que se quitaba de encima a los marcadores con varios cambios de ritmo hasta el área contraria. Allí, no tardaba en armar la zurda y descargar un golpe seco al balón que volaba como un tiro. Se llamaba Rodrigo Fabri, tenía 20 años y por entonces, en 1997, jugaba en La Portuguesa.Sanz puso el dinero del traspaso en diciembre de 1997, 1.500 millones de pesetas. Rodrigo estaba a un paso de ver cumplido su sueño. Pero se lo postergaron: Savio, otro delantero zurdo y rápido, apareció en el horizonte del Madrid. Y para contratarlo, Sanz cedió a Rodrigo al Flamengo. Allí le esperaban problemas con la directiva, que él dice, prefiere "no contar". Y una lesión en las cervicales que le hizo perderse la temporada hasta que el Flamengo -mejor dicho, el Madrid- lo cedió al Santos. En el viejo club de Pelé se puso la camiseta número 10. Pero él lamenta no haber jugado en su puesto: "Me quitaron de la media punta, donde había marcado 36 goles en 1997, y me pusieron como medio centro. En cuatro meses marqué un solo gol".
La espera terminó el pasado agosto, cuando apareció -con el pelo corto- en la pretemporada del Madrid para descubrir que otro jugador le impedía la integración en el equipo. Se paseaba deprimido por la concentración, como explicó ayer: "No tenía ninguna oportunidad. No estaba en los planes de Toshack, que para mi puesto había pensado en Balic. Sólo jugué un amistoso con los suplentes, y contra un equipo regional, en Suiza". Al conocer las intenciones del técnico, Sanz se quejó -"no podemos ceder a un jugador que costó 1.500 millones", le dijo-. Pero se impuso Toshack, y Rodrigo fue cedido al Valladolid.
"Rodrigo la va a liar", advierte su compatriota, el central madridista Julio César. Y la predicción cuaja si se miran sus dos partidos en Valladolid: una sucesión de taconazos, paredes, llegadas por sorpresa tipo Falçao y remates (un gol) que le han valido dos victorias. Después de dos años postergando su llegada, vive días dulces en el verano español. Progresa rápido. Ahora sólo le preocupa una cosa: "Acostumbrarme a jugar con frío".
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