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Entrevista:NUEVO SIGLO

"Una vacuna antimalaria arruinaría muchos negocios"

De pronto, un alemán que vino desde África en avión, y no precisamente en el tren de aterrizaje, tiene que ser internado en una unidad hospitalaria donde los médicos circulan con escafandras protectoras y agoniza entre sangre y vómitos. Salta la alarma: ¿ha saltado el fatídico virus del Ébola de la selva a Schengen? "El hombre murió, pero de fiebre amarilla, contra la que creía haberse vacunado, aunque sólo se vacunó contra la meningitis", dice Morel. "Pero el Ébola, dentro del organigrama de la Organización Mundial de la Salud , es un objeto de vigilancia, porque sólo ha matado a unos cientos de personas; lo preocupante son otras enfermedades como la malaria, la tuberculosis y su nexo con el sida".Pregunta. No sólo no se erradican esas enfermedades, sino que vuelven las que parecían erradicadas.

Respuesta. Los virus no son precisamente lerdos, pero el problema no es únicamente médico. Estamos ante un problema social y económico, y también de comportamiento, de víctimas con mala información y malos hábitos. Es una lucha continua. El Programa de Investigación de Enfermedades Tropicales tiene 10 enemigos: malaria, esquistosomiasis, filariasis, oncocercosis, leishmaniasis, chagas, tripanosomiasis, lepra, tuberculosis y dengue. La tuberculosis, por ejemplo, ha desarrollado resistencias a la medicación, hasta el punto de que si curar una tuberculosis clásica puede costar unas 1.500 pesetas, curar la resistente costará 800.000. Y si además, como tan a menudo ocurre, se asocia al sida, entonces podemos ver la magnitud del problema. África soporta las peores cepas de malaria, y la tuberculosis se expande actualmente por la ex URSS, sobre todo entre la población reclusa.

P. ¿Hay esperanzas de una vacuna contra la malaria? ¿Puede ser la de Patarroyo?

R. Estados Unidos está invirtiendo mucho dinero en investigación contra la malaria. Es un fenómeno nuevo, que seguramente tiene que ver con la fuerte inmigración a ese país procedente de lugares del mundo que padecen una enfermedad que mata a un millón y medio de personas al año. La OMS apoya varios programas de fabricación de vacunas. Estamos atentos a la vacuna de Patarroyo, aunque no se sabe aún por qué en algunos sitios ha tenido un 30% de eficacia, y en otros, nada.

P. Entonces seguimos con la mosquitera, pero sin DDT, que daña el medio ambiente.

R. Nuestro programa hace hincapié en fomentar instrumentos de lucha allí donde no los hay. La fabricación y el uso de mosquiteras en países con malaria endémica es uno de nuestros éxitos. Por unas 200 pesetas, porque si no cobras algo la gente no lo valora, una persona puede ya tener una mosquitera rociada con insecticidas mucho más sanos que el DDT. Pero el auténtico trabajo es lograr que la gente la use. Hay inercia, desconfianza. P. ¿Como con el condón?

R. Algo así. La gente ve la utilidad de la mosquitera para librarse del molesto ruido del mosquito. Pero, desgraciadamente, el transmisor de la malaria, el anofeles, no hace ruido. Y luego hay que estudiar cada sitio: en algún lugar de India, el programa de mosquiteras no tiene sentido, porque por el calor se trabaja de noche y se duerme de día.

P. ¿ Falta voluntad política de luchar contra una enfermedad cuyas víctimas son mayoritariamente pobres?

R. Le pongo un ejemplo: en los años treinta, traído por barcos procedentes de Senegal, llegó a Brasil el vector Gambia de la malaria, que se ha calculado que es 1.000 veces más fuerte que el existente en Latinoamérica. Pues bien, en una campaña de tipo militar, instituciones estadounidenses colaboraron con Brasil y en tres años se cerró el paso al Gambia. La historia de Latinoamérica habría sido otra si esa malaria llega a anidar. Así, sólo causó 14.000 muertos.

P. Pero no parece haber habido hasta ahora mucho interés en el mundo rico por lograr una vacuna.

R. La industria farmacéutica no está interesada en la vacuna, porque los países que sufren esas enfermedades son pobres y no son mercado. Sin embargo, nuestro programa trata de fomentar lo que llamamos inversiones de riesgo para desarrollar medicamentos: hemos elegido tres proyectos farmacéuticos para creación de laboratorios, que recibirán 320 millones de pesetas cada uno. Pero por supuesto que lo ideal sería encontrar vacunas, si bien es más difícil desde el punto de vista comercial: una vacuna antimalaria arruinaría muchos negocios farmacéuticos.

P. Si se viaja por el Tercer Mundo se ve que la población usa algún tipo de medicamento tradicional, plantas, infusiones, que les alivia. ¿La OMS tiene opinión al respecto?

R. Tenemos ya una línea de investigación, y con la Universidad de Oxford vamos a celebrar dos encuentros con especialistas locales y con científicos internacionales. Desde luego, en la Amazonia brasileña, los indígenas toman hierbas contra las fiebres. Ellos insisten en que tienen que ser amargas. La quinina y la penicilina salieron de la selva. Y hoy, cuando ni la quinina, ni la cloroquina, ni tantos otros medicamentos funcionan ya en según qué sitios profilácticamente contra la malaria, sí lo hace la artemisilina, utilizada milenariamente en China.

P. La viruela sí está erradicada. ¿Es usted partidario de destruir sus virus almacenados?

R. Personalmente, ya mismo. Pero la OMS ha dado una moratoria. El virus de la viruela no se destruye por miedo al virusterrorismo y porque hay innegables consideraciones políticas. Es una posibilidad no desdeñable: baste con pensar en el actual desorden de las instituciones científicas de la ex URSS, o en episodios como el gas sarín en el metro de Tokio.

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